domingo, 21 de junio de 2020

REFLEXIÓN: LAS CADENAS DE LOS MILLONES


        Estoy casi seguro que debe tener más que ver con la desesperación y el hartazgo que con la estupidez, aunque cuando las dos primeras tallan hondo, la última se les simbiotiza. 
Cada día -por no decir cada hora- veo en las redes sociales imágenes de habitaciones inundadas de dólares por todos los rincones, o tremendo fajos de billetes apilados, o cantidades descomunales de monedas de oro, publicadas por gente que no hace más que repetir la famosa cadena del “por las dudas”, creyendo que puede llegar a ser posible que publicando esas fotos van a dejar de ser económicamente pobres.  

Si se pusieran a analizar (no digo mucho, apenas unos minutos) sobre eso: ¿Realmente creen que publicando eso en una red social, pueden llegar a tener fortuna y tanto dinero? ¿Tan sólo por el hecho de publicarlo? No se olviden que si bien es cierto que aquel que trabaja incansablemente, no tiene tiempo para hacer dinero, no es menos cierto que publicando esas estupideces tampoco lo va a tener.  Si realmente así fuera, estaría publicando a cada rato fotos de cerebros que funcionan muy bien, pero obviamente no hay fotos que alcancen para tal quijotada.
En lugar de mantener esas cadenas de publicaciones para hacerse millonarios, les recomiendo dedicarse a la política.  Pero no a esa real y valedera que uno hace a cada momento desde su pequeño pero importante lugar de la vida.  No.  Me refiero a la del partidismo interesado.  Ese, donde es imprescindible sacar algún rédito y, en lo posible, que sea de mucho dinero.  Ese mismo que sirve para llegar a ser diputado, sindicalista, ministro, senador, o incluso presidente.  Ahí sí está la plata grande. 
Les dejaría un espacio en blanco para que cada uno agregue los nombres que conoce, de los corruptos que a través de la historia se enriquecieron desde la política, el sindicalismo o la banca, pero no dispongo de tanta memoria en la computadora. 
Sin embargo, no seamos ingenuos.  Por más que intentemos cerrar los ojos, la culpa no es del chancho, sino de quien le da de comer.  Si esos políticos están allí, es porque alguien los puso en ese lugar con su voto.  Tal vez por convicción, tal vez como castigo a los anteriores o quizás por desesperación, lo cierto es que “alguien” los puso allí. 
Me recuerda a esa tortuga que se encontró arriba de un poste.
Primero: No entenderás cómo llegó ahí. Segundo: No podrás creer que esté ahí. Tercero: Sabrás que no pudo haber subido sólita ahí. Cuarto: Estarás seguro que no debería estar ahí. Quinto: Serás consciente que no va a hacer nada útil mientras esté ahí. Entonces lo único sensato sería ayudarla a bajar.
Es cierto también que es mucho mejor que los hayamos puesto nosotros y no “una junta de tres” que se arroguen ese derecho, pero hasta que llegue el momento de volver a votar y poner a “los mismos” o a “otros” en su lugar, sería bueno ponerse a pensar en lo real y dejar de soñar que el azar o una foto de dinero en una red social puede cambiar nuestro destino.  Antes de votar hay que pensar y repensar.   Y aquí viene nuevamente la desesperación.  La gran duda que nos parió en cada votación en la que participamos: ¿Estaremos haciendo lo correcto? ¿Y si no funciona? ¿Y si es más de lo mismo? 
En fin, juro, aseguro y prometo solemnemente, que pensar no duele.  Pero quizás si comenzamos a pensar un poco más en todos, en lugar de pensar sólo en nosotros mismos, tal vez, simplemente quizás, estaremos empezando a cambiar algunas cosas que son las que realmente importan.  Pensar en el bienestar de todos en lugar del de uno mismo, es más difícil que barrer una escalera para arriba, caminando hacia atrás y en chancletas, lo sé.  Pero si ya perdimos tanto sin intentarlo, ¿No sería bueno arriesgar un poquito más y empezar de una vez? Al menos de la otra forma -a través de la historia-, quedó comprobado que así como lo hicimos, no sirvió, no sirve y obviamente no servirá tampoco. 
Y por qué no, si logramos pensar por nosotros mismos, sin ninguna necesidad de publicar billetes o monedad de oro para que nos llegue la fortuna, entonces sí, tal vez un día, podremos ser pobres de verdad. 
Un sólo día, porque esto de serlo todos los días, ya cansa.

H.D.M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario