lunes, 22 de junio de 2020

OTRA VEZ LA CENSURA!!


Por quinta vez consecutiva, me han bloqueado en los grupos de facebook, que simplemente tratan sobre temas teatrales, de los cuales dos de los mismos, yo mismo he creado.  No he publicado más que el agradecimiento a quienes se han acercado a los mismos y el anuncio sobre mi Blog.  Pero parece que cualquier cosa que publique será pasible de censura, porque es deducible que ya no importa el tema, sino la persona a censurar.
Siempre he admirado a Moliere y por varios motivos.  En el 2022 se cumplirán 400 años de su natalicio. A él también lo han censurado salvajemente aquellos mismos a quienes criticaba con sus obras.
Más allá de la calidad indiscutible de sus comedias, una de los hechos que me han llamado siempre la atención, es que las representaba, -incluso él mismo como actor también-, en el mismo palacio real y con temáticas que herían egos y dejaban en evidencia a personajes de la corte, eclesiásticos, burgueses y médicos que asistían a la representación, mancomunados bajo el manto que los cubría a todos sin excepción: la hipocresía. 

Según la Real Academia Española, hipócrita es aquel que actúa con hipocresía, es decir, que finge sentimientos o cualidades que, en realidad, contradicen lo que verdaderamente siente o piensa.
El concepto de hipocresía proviene de un vocablo griego que hace referencia a la función de desempeñar un papel, de actuar. Es, en definitiva, un fingimiento de sentimientos, ideas y cualidades -generalmente positivos- pero que en realidad son contrarios a los que se experimentan en la intimidad del ser.
Moliere fue –y no solo a través de sus comedias- terriblemente despiadado con la pedantería de los falsos sabios, la mentira de los médicos ignorantes y la pretenciosidad de los burgueses enriquecidos. Por eso fue tan perseguido.
Incluso a su muerte, no tenía permitido por la iglesia ser enterrado en un lugar santo (llamado cementerio) justamente por ser actor, quienes -decían los eclesiásticos-, estaban poseídos por el demonio. Tuvo que interceder el Rey para lograrlo, aunque con algunas condiciones.  Fue enterrado en un rincón apartado, donde se sepultaban los niños no bautizados.  Hasta tanto llegaba el odio.
Pero lo que nunca pudieron enterrar, fue su lucha y sobre todo sus sarcasmos y verdades que  cruzaron fronteras de lugar y tiempo hasta llegar a nuestros días:
 “La hipocresía es el colmo de todas las maldades”.
“Médicos. Hombres de suerte. Sus éxitos brillan al sol... y sus errores los cubre la tierra”. (Aplicable sin duda alguna también a los gobernantes)
Será que la hipocresía se ha adueñado de la totalidad de los políticos (aparentemente condición “sine qua non” para desempeñarse como tal), muchos periodistas, gente influyente, medios comunicacionales, etc., y hasta de mucha gente del llano, que intenta vanamente justificar y/o apoyar a esos mismos gobernantes corruptos, que los han arrojado a la indigencia intelectual, anulándoles su capacidad de independencia de pensamiento, a cambió de determinadas dádivas personales o promesas inalcanzables, aplicando de forma magistral los preceptos de la propaganda nazi.
Moliere también exaltó siempre la juventud, a la que quiso liberar de restricciones absurdas. Muy alejado de la devoción o del ascetismo, su papel de moralista termina en el mismo lugar en el que él lo definió:
“No sé si no es mejor trabajar en rectificar y suavizar las pasiones humanas que pretender eliminarlas por completo”, y su principal objetivo fue el de
“hacer reír a la gente honrada”.
Puede decirse, por lo tanto, que hizo suya la divisa que aparecía sobre los teatritos ambulantes italianos a partir de los años 1620 en Francia, con respecto a la comedia: Castigat ridendo mores:  
“Corrige las costumbres riendo”.
Tal vez será por eso que me identifico tanto con él. Yo también planteo en mis comedias la hipocresía como “el colmo de todas las maldades”.   
Como diría Vittorio en “Lotería”: “muy lejos de mis beatos pensamientos” el equipararme o hacer alguna comparación con el padre de la Comédie Française. Pero lo cierto es que aunque nuestros trabajos se diferencian por tiempo y espacio entre otras cosas, también se puede decir que se unen en el acerbo popular (sí, acerbo con “b”, que significa despiadado, incisivo, duro, implacable, intransigente), las cuales -también en mis comedias-, desenmascaran la enorme hipocresía que impera en todos los niveles de la sociedad, a través de sus más variados personajes: políticos, curas, alcohólicos, machistas, moralistas, mujeriegos, infieles, discriminadores de homosexuales, etc. Y estoy hablando de TODAS mis obras, sin excepción (incluyendo las que algunos consideran “sólo para reír”, pero que si escarban un poquito, tal vez algo los sorprenda. Como quien dice: “El que busca, encuentra”).
Sí, se podría afirmar que he aprendido mucho de Moliere y en gran medida –sin proponérmelo- he tratado de emularlo en muchas de sus luchas.
No creo que logre lo que el gran maestro tampoco pudo: disminuir la hipocresía a ínfimos niveles, pero de todas formas continuaré su lucha, por más que quieran hacerme callar con la censura despiadada que impera actualmente en las redes sociales (sobre todo la de facebook) que casi cotidianamente me bloquea a través de sus “soldados de la vigilancia cibernética”, tal vez, para que no hable tanto. 
Felices de ellos que no me sigue tanta gente… aunque para mí no tiene mucha importancia el número, sino la calidad de esa gente, pero nunca se sabe.  Tal vez algún día seamos muchos –con esa misma calidad- los que creamos en la verdadera libertad de pensamiento y expresión, y la censura, -que nos han querido imponer-, quedará en los anales de la historia… y en la de ellos, porque allí es donde se la van a tener que meter.
H.D.M.


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