miércoles, 31 de diciembre de 2014

Jugando VI

¿De quién se trata?


Única pista:

Actriz













(Solución en
el próximo Jugando VII)





Respuesta del Jugando V:

Harrison Ford

sábado, 27 de diciembre de 2014

Estreno: "Un mal día" en Ponce, Puerto Rico

en el 2014 fue el éxito de Ponce, Puerto Rico:

y en el 2015 llega el estreno de:



Etimología de frases muy nuestras "La gran siete"

"La gran siete"

No es casual que al número siete, se lo llama "el número mágico".  Esta frase se refiere al número que ha marcado y marca nuestra historia. Para confirmarlo, no hace falta creer sino tan solo observar las estadísticas:

ARQUITECTURA
Las 7 maravillas del mundo tanto antiguo como actuales, 7 Mohais en Ahu Akivi, isla de Pascua, Las 7 pagodas (India), Puente de 7 millas (Filadelfia, EEUU), 7 lámparas de la Arquitectura (Ruskin), Templo de las 7 mazorcas entre los aztecas,

ARTE
7 notas musicales, 7 colores del arco iris, 7 bellas artes, 7 los velos de la Danza Sagrada


BIBLIA
Jesús cayó 7 veces y, en la cruz, pronunció 7 palabras. La Iglesia exalta los 7 dolores de la Virgen María. Siete son los Sacramentos, los pecados capitales, las obras de misericordia y las virtudes cardinales, Dios creó el mundo en 7 días (Antiguo Testamento), Jehová, tras realizar su obra,
descansó la séptima jornada, y así la semana tuvo 7 días. El diluvio duró 7 días, el Deuteronomio fijó que las deudas deben perdonarse al séptimo año 7º día es Sabat, 7º mes es sagrado, 7º año es sabático, el año del jubileo era determinado por el número siete, los 7 ángeles, Abraham separó 7 corderos para elegir el que habría de ser sacrificado a Dios, relación etimológica entre Nishba (prestar juramento) con el término Sheba (siete), La fiesta de los Azimos (pan) duraba siete días, lo mismo la festividad de la Pascua judía. También se habla de los siete frutos de Israel, siete cielos, siete cámaras del paraíso; siete categorías de las almas judías, los siete pastores de Israel (Abraham, Isaac, Yaacob, Moisés, Aarón, David y Salomón). 7 sacramentos, 7 obras de misericordia corporales, 7 obras de misericordia espirituales, 7 virtudes, 7 dones del espíritu santo, 7 arcángeles, 7 dolores y gozos de la Virgen, Cuaresma (dura 7 semanas), Pentecostés (7 semanas después de la Pascua), Resurrección en el séptimo día, 7 pecados capitales, Los 7 años de vacas gordas y los 7 años de vacas flacas, Los 7 jinetes del Apocalipsis, Los 7 espíritus ante el trono, Los 7 brazos del candelabro judío, Las 7 plagas de Egipto, Jesús: “No 7 sino 77”, Las 7 estrellas de los 7 ángeles, Los 7 espíritus delante del trono, En el Apocalipsis (5:6) dice "... y en medio de los ancianos había un cordero: estaba de pie y parecía haber sido inmolado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra, Jesús: "Perdonarás a tu hermano setenta veces siete". Y las siete conmovedoras palabras del Calvario: "Padre, perdónalos, no saben lo que hacen...", “el número 7 es bueno...” decía San Ambrosio, hasta 7 son las repeticiones de las letanías como Kyrie eleison y Christe eleison, 7 ángeles, 7 comunidades judías, De todo animal limpio tomarás siete parejas, macho y hembra (...) también de las aves de los cielos, siete parejas (...) para conservar viva la especie sobre la faz de la Tierra (génesis), "reposó el mes séptimo" (Génesis 8:4) y Noé envió a una paloma para divisar tierra firme, esperando "siete días, y volviendo a enviarla fuera del arca" siete días después. (Génesis 8:10), "Rodearéis la ciudad todos los hombres de guerra (...) y siete sacerdotes llevarán siete bocinas de cuernos de carnero delante del arca; y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad; y los sacerdotes tocarán las bocinas" (Josué 6:3-4), En Levítico 23:41 leemos: "Y le haréis fiesta a Jehová de 7 días cada uno; será estatuto perpetuo por vuestras generaciones; en el mes 7º lo haréis. Habitaréis en tabernáculos 7 días", las siete lámparas del Tabernáculo (Éxodo 37:23), la sangre esparcida siete veces (Levítico 16:19), los siete caminos de los enemigos de Jehová (Deuteronomio 28:7), el Templo de Salomón construido en siete años (1 Reyes 6:38), los festejos de este rey (1 Reyes 8:65), las siete plagas (Éxodo 7 y Zacarías 3:9, 4:2, 4:10), el duelo de Jacob (Génesis 50:3 y 50:10), el servicio de este por Raquel (Génesis 29:20 y 29:30), la postración siete veces (Génesis 33:3), el sueño de Faraón (Génesis 41:2-3, 41:6 y 41:27-29), la oración que el Cristo reveló a sus discípulos en Mateo 6:9 se compone de siete súplicas, que son llamadas las siete peticiones del Padre Nuestro. A saber: 1-Santificado sea tu nombre, 2-Venga tu Reino, 3-Hágase tu Voluntad, 4-Danos nuestro pan de cada día, 5-Perdona nuestra ofensas, 6-No nos dejes caer en tentación, 7-Líbranos del mal. La aparición del siete en el Apocalipsis es contínua. Es así que San Juan nos habla en sus visiones de siete iglesias (Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea), de siete espíritus ante el trono de Dios (Apocalipsis 1:4), de siete sellos (Apocalipsis 5:1), de siete trompetas (Apocalipsis 8:2) y de siete copas de oro (Apocalipsis 17:3). Según los Puranas, los hindúes reconocen siete ramas del saber: Raja, Karma, Jnana, Hatha, Laya, Bhakti y Mantra, habiéndose difundido en Occidente la rama de Hatha Yoga o yoga físico. En la India hay siete centros de peregrinación o "nágara", es decir siete ciudades sagradas, en el cual el hindú puede obtener la beatitud eterna: Ayodhya, Máthura, Gaya, Casi (Benarés), Kânci, Avanti y Dvâraka. Esta filosofía nos habla de siete centros de energía principales llamados "chakras" (del sánscrito "ruedas") que se encuentran en los cuerpos sutiles del hombre. Estos siete chakras se conocen como Sahasrara (Coronilla), Ajna (Entrecejo), Vishudda (Garganta), Anahata (Corazón), Manipura (Región lumbar), Swadisthana (Genitales) y Muladhara (Coxis). Las referencias al siete en las obras de la India son innumerables, y las encontramos principalmente en los Vedas y los Puranas.

BIOLOGÍA
A los 7 años se completa la dentadura, 7 días para caer el cordón umbilical, En el organismo existen siete plexos vitales conocido como héptada (7 en griego),

CIENCIAS
7 colores del arcoiris atribuídos por Newton en 1666, Los 7 sabios de Grecia, Cosmos tiene 7 estados (Vasiliev), 7 niveles químicos  de la Tabla Periódica de los Elementos Químicos (Mendeleiev), 7, 14, 21 y 28 días como incubación en las aves. 7 libros sobre la estructura del cuerpo humano (Vesalius), La estructura 7x7 (Takyanagui), El Carbono 14 permite fechar el pasado a la Arqueología, El Nitrógeno 14 tiene 7 protones y 7 neutrones, 7 son las vértebras cervicales, 7 son las costillas verdaderas. Siete son los estados de la materia, los colores del arco iris, las notas musicales y las aberturas del rostro (2 narinas, 2 oídos, 2 ojos y boca). Los sistemas de Mendeleiev se basan en 7 niveles químicos.

EDADES
7 años desarrollo dental, 14 años desarrollo sexual, 21 años mayoría natural, 42 años edad crítica o Akmé, 56 años máximo colesterol, 70 años declinación pulmonar.

ESOTERISMO
7 número del destino, 7 puntas de la estrella del Tarot. 7 principios herméticos, Ser la séptima hija de una séptima hija o el séptimo hijo de un séptimo hijo, se dice que daba poder de curar por medio del tacto. Se aceptaba el siete como el más sagrado de los números y los séptimos hijos poseían “doble vista” y el arte de ver el futuro. Esta tradición se fue perdiendo con el tiempo, a medida que las familias dejaban de ser tan numerosas. Todavía en la época victoriana se usaba como tradición, en familias numerosas, que el séptimo hijo cursara la carrera de medicina. A estos hijos se les conocía como el Hijo Septimus.

FILOSOFIA                                          
La séptima carta (Platón), 7 chakras hindúes, Los teósofos, en especial Helena Petrovna Blavatsky, se encargaron de difundir los simbolismos orientales del número siete en occidente a través de diversas obras. En las obras teosófico-blavatskianas se habla de la constitución septenaria del hombre, es decir de los siete cuerpos que reciben los siguientes nombres: thula Sharira, Linga Sharira, Kama Rupa, Kama Manas, Manas, Buddhi y Atma, En Grecia fueron 7 los sabios famosos

HISTORIA
La masacre de los 7 robles (Canada), La ciudad de Roma fue fundada sobre 7 colinas, 7 siglos A.J.C. y reinaron sucesivamente 7 reyes. Siete fueron las mujeres de Barbazul, 7 fueron las maravillas del mundo griego, 7 son lo infantes de Lara, 7 los niños de Ecija y 7 las tabernas de esa ciudad.

IDIOMA
7 es básico en la fonética hebrea, 7 vidas del gato, 7 años de mala o buena suerte, la picazón del 7º año, Sietecueros (tumor pié), Sietemesino (natal), 7 Chingadas, un dicho popular mexicano.

INFORMATICA
7 es el número máximo de navegación que es recomendable usar en una barra de navegación de un sitio web, en el protocolo MIDI quedan siete bits disponibles con lo cuales se pueden asignar hasta 128 valores diferentes,

METAFÍSICA
7 niveles de conciencia

MITOLOGIA
Los 7 contra Tebas (mitología griega), 7 rayos cósmicos de la creación, 7 razas raíces, 7 manús de la evolución humana, 7 esferas del sol de la cabeza divina, 7 es el número de la buena suerte, 7 vidas del gato, 7 cabezas de la serpiente, Teseo mata al Minotauro librando a Creta del tributo de 7 chicos y 7 chicas cada 7 años para comida del monstruo,

MUSICA
La escala de 7 notas musicales, La escala de los 7 tonos, Las 7 últimas palabras (Haydn), Los 7 príncipes de Lara,

PINTURA
El tríptico de los 7 sacramentos, 7 trabajos de misericordia (Caravaggio)

PROFESIONES
Desde tiempo inmemorial se suponía que en cada séptimo año se producía un gran cambio, por lo que se ha observado en algunas profesiones un año sabático de descanso, comparable al séptimo día de la semana.

RELIGION
Al sépimo día descansó el Creador, 7 pecados capitales: Orgullo (Júpiter), Avaricia (Saturno), Ira (Marte), Lujuria (Venus), Envidia (Mercurio) y Pereza (Luna), 7 dioses de la suerte (deidades japonesas), 7 trabajos corporales de misericordia (Cristianismo), 7 libros de historias contra los paganos (Orosius), 7 reglas de Hillel, 7 durmientes de Efeso, Los 7 valles (Baha’Ullah), Septenarios (secta islámica), Los adventistas del séptimo día, El bautismo del séptimo día (Efrata), Setenta (mormonismo), Los 7 dioses chinos, Los 7 dioses de la buena suerte en Japón, 7 es el número de Dios, los siete principios del Kibalión, las 7 virtudes: Castidad (Luna), Sabiduría (Mercurio), Amor (Venus), Fortaleza (Marte), Fe (Júpiter) y Prudencia (Saturno).

Reflexión


Jugando V

¿De quién se trata?

Única pista:

Actor









(La respuesta en
el "Jugando VI")













Solución del "Jugando IV"
Jodie Foster

Teatreando

Etimología y origen de "autor"

Proviene del término latino “auctor” que significa “fuente, promotor, impulsor”, este a su vez se deriva del verbo latino “augere” que significa “agrandar, aumentar, mejorar”. El autor es precisamente el centro de la creación, la fuente y el promotor.
De allí también la etimología de “autoridad”, “autorización”, etc.
Muchos de los grandes autores dramáticos, además de su faceta creativa, han sentido la necesidad de subirse a un escenario, además de haber  ejercido en él diversos oficios. William Shakespeare, Molière y Bertolt Brecht fueron también actores. Federico García Lorca fue director de la compañía teatral de La Barraca.
Algunos autores han pasado a la historia del teatro además de por su innegable valor artístico, por su incansable capacidad para escribir: Lope de Vega escribió alrededor de mil quinientas piezas, de las que se han salvado más de seiscientas, por lo que se le conoce como el fénix de los ingenios.

Link para descargar el texto de "Los putativos"

"Los putativos"   

Dos puntos: a saber

DOS PUNTOS: A SABER...

1) El primer estudio sobre el hábitat de sueño de las hormigas dice que las reinas duermen un promedio de 9 horas diarias,
en cambio las obreras no solo duermen la mitad sino que lo hacen de manera mas intermitente, pueden hacerse unas 250 siestas al día y aprovechan cualquier ocasión para echarse una, esto explicaría porque las reinas viven varios años y en cambio las obreras solo unos meses (Cualquier similitud con la gente trabajadora es pura coincidencia), las hormigas trabajadoras pueden estar despiertas y activas en cualquier momento y al vivir casi siempre bajo tierra no tienen el ciclo de día y noche, las dormidas de estas incansables criaturas duran alrededor de un minuto lo que hace que al cabo del día hayan descansado unas 4 o 5 horas, las reinas aumentan el tiempo por siesta hasta 9 minutos, la función del sueño en estos seres es todavía un misterio,


2) Cada mes que comienza en Domingo tiene un Viernes 13

jueves, 25 de diciembre de 2014

"Hacía mucho que no lo hacía"


Aunque me de un poco de vergüenza, debo confesar que hacía mucho que no lo hacía.  Al principio creí que me resultaría bastante más fácil y me dispuse a hacerlo como cualquiera de las tantas veces que lo hice, sin pensar en los cómo, los porqué o los cuándo.  Simplemente lo hacía y listo.
Siempre he tenido la suficiente práctica al respecto, pero obviamente el paso, el peso, el piso y el pozo de los años, con todas las pérdidas que esto implica (falta de firmeza y de vista, capacidad de concentración, algo de desinterés y un poco fuera de estado físico -que siempre influye-) fueron mermando aquella capacidad innata, casi sin que me diera cuenta, hasta encontrarme ahora frente a un verdadero problema, que comenzaba a tornarse angustioso.
No podría decir que se me escapaba de los dedos, porque tampoco era tan chiquito, pero la dificultad para meterlo comenzó a convertirse en inquietante.  Intenté asirlo con las dos manos, pero también resultó imposible.  Estaba demasiado laxo y flácido como para sostenerse erecto.  Mojé la punta con saliva creyendo que con dicha lubricación y una intensa fricción manual, sería  suficiente para que se mantenga erguido, pero tampoco resultó.  Le eché la culpa también a la falta de luz, pero sabido es que en esos casos son sólo excusas, a menos que uno esté absolutamente a oscuras.  Y aún así, de joven, yo mismo lo había logrado varias veces y hasta casi dormido.
Me pregunté también si no se debería a que la apertura a la que me enfrentaba no sería lo suficientemente grande en relación a lo que tenía entre mis manos, pero lo desestimé de inmediato. Aquello que sostenía yo lo conocía de memoria.  Nunca fue tan grande y no tenía porqué crecer justo ahora.  Debía empezar a reconocerlo: era pura incapacidad de mi parte.
Comencé a transpirar por lo que la tarea resultaba aún más problemática, ya que por culpa de dicha humedad todo se resbalaba de mis manos.
Lo intenté de muchas maneras y en todas las posiciones posibles, hacia arriba, hacia abajo, de costado, pero no había caso, no entraba.
Mi desesperación iba en aumento y la exigencia se agigantaba: era necesario acabar, mientras la angustia se apoderaba de mí, casi hasta el llanto.
Lamenté mucho no haber seguido practicando durante éste último tiempo.  Ahora estaba pagando las consecuencias y la vergüenza me invadía.  Ya no era capaz.  No podía introducir ni siquiera la puntita.
Estaba a punto de darme por vencido, cuando en uno de los últimos intentos, lo logré.  La satisfacción fue indescriptible.  Una intensa sensación de éxito me dominó por completo y hasta podría decir que disfruté con cada uno de los movimientos de balanceo y mecimiento, en un ir y venir de regular oscilación posterior, hasta acabar por completo.
Eso si, tomé todos los recaudos y cuidados necesarios para que no vuelva a salirse, y lo hice con suma meticulosidad y esmero, muy lentamente, ya que nuevamente todo desde el principio me hubiese resultado imposible.
Me sentí realmente orgulloso de mí mismo.  Pese a que hacía mucho que no lo hacía, pese a la edad,  a la presión del momento, a los contratiempos y pese a todo, finalmente logré enhebrar la aguja con el hilo, coser el botón e irme a trabajar.  

H.D.M.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Estreno: UN MAL DIA en Bucaramanga, Colombia

UN MAL DIA en Bucaramanga, Colombia

Jugando IV

¿De quién se trata?

Única pista:

Actriz













La respuesta en el
próximo "Jugando V"


















Solución del "Jugando III":

Cameron Díaz

Etimología de frases muy nuestras

"Hay moros en la costa"

Durante varios siglos el Levante español (la zona mediterránea que abarca Valencia y Murcia), fue objeto de frecuentes invasiones por parte de los piratas berberiscos (habitantes de la región noroeste de África, entre el Mediterráneo y el Sahara).
Los pueblos que vivían en la ribera, a causa de ello, se encontraban en constante zozobra y para prevenir el peligro, se levantaron a lo largo de la costa numerosas atalayas de mampostería ciega, a las que se ascendía por medio de escalas de cuerda que luego eran retiradas. Desde lo alto de esas torres se vigilaba el ancho horizonte y, no bien se avizoraban las velas de las naves berberiscas, el centinela de turno comenzaba a gritar:  "¡hay moros en la costa!".  Sonaba entonces la campana, se encendían las hogueras de señal y la gente - alertada- se preparaba para la defensa. El sistema perduró hasta muchos años después, cuando se firmó la paz con los reyes de Berbería, pero el proverbial grito de  ¡hay moros en la costa!  pasó a ser expresión de uso familiar para advertir a alguien sobre la presencia de quien representa cierto peligro, o bien no conviene que escuche algo de lo que estamos diciendo. En sentido opuesto, se usa la expresión antónima  no hay moros en la costa, para dar a entender que no existe peligro inminente para una persona que debe realizar determinada tarea.



domingo, 21 de diciembre de 2014

Noticias: Éxito de "Mi mujer es el plomero" en Miami, EEUU

Éxito y nuevas funciones de MI MUJER ES EL PLOMERO en Miami, Estados Unidos

"Escogida por los criticos de Teatro como una de las mejores comedia del año, con varias nominaciones a premios por su dirección y actuaciónes de su elenco."

Este Año ha sido uno muy exitoso para la Sociedad Actoral sus catorce 14 producciones y para celebrarlo ha escogida a petición popular La divertida y refrescante comedia de enredos “Mi Mujer es el Plomero” en el Teatro Bellas Artes en Miami.
En dos únicas presentaciones como cierre de año, sabado 27 de diciembre a las 10:30PM y Domingo 28 de Diciembre a las 6:00PM.

El público no pierde ni un segundo está loca comedia que trata de un viudo que se reencuentra con la amada fallecida--entrando y saliendo de escena donde mantiene atentos a los espectadores. Acorde con el género de comedia de enredos, la puesta permite a los actores a tan incontenible despliegue de intensidad y movimientos que sin su previa preparación, les resulta imposible desempeñarlos con éxito.

Esta co-produccion de la Sociedad Actoral Hispanoamericana (SAH) y el Teatro de Bellas Artes, es dirigida por Sahid, quien versionó e integró el elenco de la pieza, compuesto por dos veteranos actores cubanos, de notable trascendencia en el género:
Ana Lydia Méndez (Mamá) y Jorge Ovies (Iosi), a quienes acompañan los más jóvenes talentos: Luis Fernando Arcila (Cobi), Angie Russian (Tania), nuestra querida actriz y modelo, Diana Laura (Lucy), Mariel Pini (Dana) y la participación especial del propio Miguel Sahid (en dos personajes: Daniel y Daniela).

¡La historia te matará de risas!

La historia escrita por el argentino Hugo Marcos, nos presenta a Cobi, un hombre que perdió a su mujer hace un año en un accidente, intenta rehacer su vida y no puede superar el trauma y la primera piedra que se encuentra se llama Lucy, una amiga de Jaime que amanece en el “living room” de su casa solicitándole alojamiento.

Tania, la chica que hoy le interesa, llega en pos de seducirlo y su madre sobre protectora en grado extremo, también necesita atención y buscara cualquier excusa para hacerle visitas particulares a su hijo.

Un encargado de edificio, un poco chusma y entrometido como ningún otro se inmiscuye todo el tiempo en especial por que se enamora de una de las personas que esta de “visita” en ese apartamento.

Como si esto fuera poco, Daniela, su ¿ex? mujer, reencarna en uno de los visitantes del apartamento, y ahora desea recuperar su vida pasada. Es ahí cuando llega Dana la esposa real de uno de estos personajes, para dar la noticia de su embarazo tras 5 años de búsqueda. Claro, esta persona está un tanto cambiada.

La casa de Cobi pasa a ser la casa del pueblo--entradas y salidas permanentes, caracterizan esta comedia de enredos con un desliz de fantasía llamado reencarnación, ¿o deberíamos decir un desliz de realidad?

Boletos a la venta en http://www.brownpapertickets.com/ o llamando al 786.339.4577 ó 305.873.4552

OBRA: Mi Mujer es el Plomero

LUGAR: Teatro Bellas Artes:
2173 Sw 8 St
Miami, FL 33135

Dias: Sabado 27 de Diciembre 10:30 PM
Domingo 28 de Diciembre 6:00 PM

sábado, 20 de diciembre de 2014

Cuento de humor: "Romero y Juliana"

Cuentos breves, para sonreír brevemente a la brevedad posible

“Romero y Juliana”
(La sangrienta tragedia de los amantes de verano)

Hubo dos familias muy notorias en el renacimiento, que con sus altanerías, soberbia, peleas,  enfrentamientos y tragedias, marcaron para siempre la historia de la comarca: los Copuletti y los Montados.
-Los Copuletti son ricos, muy ricos- dijo un jíbaro luego de fagocitarse a uno de ellos que se había perdido en el bosque.  Pero además eran poseedores de una inmensa fortuna (los Copuletti, no los jíbaros) que los convertían prácticamente en dueños de todo cuanto allí había.
Casi tanta como su riqueza, era también la soberbia que ostentaban por tal situación, por lo que generalmente menospreciaban al resto de los pobladores, generándose así un recelo difícil de disimular.
Los Montados por su parte, eran una familia humilde, que siempre supo ganarse el pan con el sudor de su frente, y de otras partes también.  Pero por ser modestos trabajadores, jamás tuvieron posesiones ni riquezas de ningún tipo.  Ninguna persona de esa familia nunca fue rica.  Tanto así, que ni siquiera las comidas que preparaban obtenían ese calificativo.
Durante décadas, los Montados fueron vituperados, avasallados, reprendidos, execrados, aborrecidos, abominados, y hasta violados sistemáticamente por la familia de los Copuletti, sus archienemigos más feroces del condado.  Es decir, los Montados eran ídem por los Copuletti.
Cuando algunos años después, los primeros (Los ídem) lograron tener una mejor posición (y se irguieron un poco, ya que los dolores de espalda los estaban matando), comenzaron a enfrentarlos sin amilanarse por la historia que los signaba como sumisos perdedores,  y los combatieron de igual a igual en cada pelea callejera que se producía, dando origen así por primera vez al conocido “Interruptus-Copuletti”, hecho determinante, inequívoco y absolutamente preciso, que suele denotar un momento y una situación concreta, y que se ha trasladado hasta nuestros días, bajo el nombre de “Quién es el imbécil que toca el timbre justo ahora????”
El joven más joven de los jóvenes de los Montados, era conocido por su gran cantidad de cualidades y talentos congénitos, los que obviamente había perdido al momento de nacer.
Era más conocido por su seudónimo de “Romero infectado” que por su propio nombre, ya que según decían las malas lenguas (las que lo habían probado y ponían cara de asco), no servía ni para condimento.
Por su parte en la familia de los Copuletti, la adolescencia se expresaba ya en la vida de Juliana, la hija menor del padre de todas las hermanas y sobrina de todas las hermanas del padre de todas las hermanas de Juliana, que a su vez eran las sobrinas de todas las hijas de... Buéh, en fin... pertenecían a varios árboles genealógicos, llenos de mujeres que ya habían sido desflorados (los árboles).
Juliana se asomaba ahora, repentinamente a la pubertad y a la nueva vida de dejar de ser una niña para comenzar a ser una mujer.  Lo notaba en su rostro en donde comenzaban a aparecer algunos granos, en sus pechos que iban aumentando de tamaño y en sus manos,  manchadas con algunas gotas de sangre. Más que asomarse a la pubertad, convendría decir que se iba encerrando, por la propia timidez de la edad y por el cinturón de castidad que el celoso padre le había mandado colocar, ya que en esa época se pensaba que la autosatisfacción sexual en las adolescentes, podría llegar a causar enfermedades físicas y mentales.  (No caben dudas que al que le tendrían que haber puesto un cinturón de esas características era al padre, y en el cerebro).
Además la chica, según expresas órdenes de su padre, estaba siendo vigilada muy de cerca por el ama de llaves, quien como  ella misma decía (el ama, no Juliana) portaba las llaves de la felicidad (por eso lo de “Ama de llaves=Dueña de las llaves”) La chica no entendió el significado de aquella frase (el de la felicidad, no el de las llaves), hasta el día en que sin querer, cabalgando por las caminos del pueblo, el candadito de hierro que sujetaba el cinturón de castidad, se dio vuelta y se le fue para adentro... del cinturón.  Se podría decir que conoció la felicidad de golpe y muy profundamente.  Desde ese día comenzó la desesperada búsqueda de su príncipe azul o -según la excitación del momento-, del color que fuera.
Habían llegado muchas versiones a oídos del padre, que alguien de la familia de los Montados, estaba interesado en Juliana, el padre entonces, para prevenir disgustos, solicitó al herrero del pueblo el diseño de un cinturón de castidad que revistiera una característica especial:  exigió que en la abertura por donde la doncella expelía sus necesidades, tuviese filosas navajas, para que a ningún amante furtivo se le ocurriese siquiera acercarse a ella.  Sin embargo parece que ese diseño tuvo un efecto poco deseado, ya que a partir de ese día, se cree que  los sirvientes estuvieron en desacuerdo y como forma de protesta se entregaron a un absoluto voto de silencio, ya que ninguno, nunca más pudo hablar.
El herrero del pueblo, que se había deslumbrado con la original idea de aquel cinturón, fabricó uno incluso para su esposa, y fue entonces cuando comenzó a pensar que alguna rara peste había invadido el pueblo, ya que el carnicero, el lechero y a otros tres comerciantes más que llegaban hasta su casa con sus mercaderías, habían sufrido también el mismo efecto.  
Existen pruebas documentales (aunque en blanco y negro y sin subtítulos) que el padre de Juliana, tenía una verdadera e irrefutable obsesión con la virginidad de su hija menor.  Tanto que hasta llegó a declamar, en cierta noche de copas con sus amigos, aquella famosa frase de: “Mi hija morirá virgen... O no morirá jamás”
La superproducción de testosterona que Romero fabricaba diariamente, superaba ampliamente su capacidad de vertido manual, por lo que empezó a temer un desborde otorrinolaringológico, tanto que el cinturón, como el celoso padre, le importaron muy poco como impedimento y se lanzó a la conquista de la muchacha.
Pero no se lanzó tan bien como debía, ya que comprendió un poco tarde que no era beneficioso para aventuras como esas, usar armaduras tan engorrosas para moverse, y por otra parte, el techo de la casa contigua donde habitaba Juliana, tenía un metro más de lo que él había calculado para saltar hasta su alcoba.  Cuando llegó abajo, sintió la decepción del fallo, la angustia del revés, la frustración del fracaso y el tremendo golpe contra el piso. De su plateada y reluciente armadura no quedó mucho. Apenas si la parte que le cubría los codos, las rodillas y la pelvis, diseño que mucho tiempo después seria copiado por los amantes del skate, salvo la parte que le cubría la pelvis.  Ese fue el comienzo del conocido calzoncillo de lata.
Según dice la sabiduría popular, siempre hay algo que tira más que un carro de bueyes, así que maltrecho (y mal hecho) como estaba, se volvió a levantar e intentó trepar por las paredes de la casa.
Cuando estaba casi alcanzando su objetivo, un ladrillo flojo en una de las cornisas, fue arrancado sin querer con su bota, y así perdió el pié, el equilibrio, el soporte y casi hasta la vida por el nuevo golpe contra el piso.
En el momento que Juliana escuchó este segundo golpe reaccionó inmediatamente, ya que no lo había hecho en el primero de los estruendos, porque se había mezclado con el ruido de las cacerolas que siempre se le caían al ama de llaves en la cocina.   Se asomó entonces al famoso balcón que luego la historia se encargaría de bautizar como “17 de octubre”, y desde allí se dirigió dulcemente a su amado que yacía algo sangrante en el piso
 -¿Sos estúpido o te hacés? Mi papá salió y la puerta está abierta! ¡¿Porqué no subís por la escalera, imbécil?!
El joven Romero, aún con una leve hemorragia y cojo, se levantó presuroso, detuvo la primera y se fue en busca de la segunda.  El entorno estaba servido como en bandeja de plata.  El Padre como quedaba claro no se encontraba en la casa.  Había ido a visitar a las monjas de clausura del convento, las cuales agradecían más que gustosas tal cortesía, agasajando al invitado con todo tipo de dulces y néctares que solían producir con sus propias manos.  Y Copuletti amaba todo lo que ellas hacían con sus manos.
Por su parte, en la casa, el ama de llaves estaba muy ocupada con los ruidos de sus cacharros recogiéndolos agachada, y los jóvenes amantes de verano algo parecido, por los ruidos que hacían el cinturón de ella y el calzoncillo de él, incluyendo la misma posición.  Se podría decir que todo estaba servido a pedir de boca, sobre todo por la incomodidad de tanta chatarra en los lugares claves.
Pero todo cuento rosado, se puede transformar en tragedia de rojo intenso, color sangre.
El Padre de los Copuletti, luego de haber saboreado los néctares de las monjas, y luego de haber acabado su visita al convento, volvió raudamente a su casa.  Cuando llegó, le llamaron la atención las dos huellas de sangre encontradas en el piso que lo conducían hasta la alcoba de su hija, la del muchacho por sus heridas y la de ella con su período.
Temió lo peor (que su hija hubiese perdido la virginidad con un amante furtivo y plebeyo), pero lo desesperó aún más el ama de llaves, que llorando en la puerta de la alcoba le confesó que quién se encontraba adentro con la niña, era uno de los Montados.  A Copulleti lo invadió la cólera, el tifus, la fiebre amarilla, roja y hasta la intestinal.  La fiebre aumentó en forma desproporcionada y tal calentura, lo llevó a buscar un lugar más fresco, es decir, tal enfado lo sacó fuera de sí y lo entró a la habitación.
El panorama que descubrió al abrir la puerta de aquella habitación, fue indescriptible y absolutamente desolador... ya que allí no había nadie.
Se dirigió entonces a la alcoba interna, donde se encontraba la cama de su hija y los supuestos amantes, y cuando ingresó en ella, la tragedia se descubrió ante sus ojos brutal y cruel, mientras su  alma se desgarraba en pedazos.
Allí se encontraban retorcidos entre las sábanas,  empapados en sangre, los jóvenes amantes de verano.  Ella con una tenue sonrisa dibujada en su rostro, casi ahorcada con el calzoncillo de lata en su cuello, y él casi decapitado o convertido a otra religión.
El padre no supo ni pudo aguantar tanta angustia y dolor, y salió corriendo nuevamente hacia el convento en busca del consuelo de las monjas.
Los amantes de verano, al escuchar los gritos desconsolados del padre que se alejaba, abrieron sus ojos aún extenuados, se sonrieron mutuamente y sin importarles las manchas de sangre que aún los , cubrían, volvieron a prodigarse amor con toda pasión.

H.D.M.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Jugando III

¿De quién se trata?

Única pista:

Actriz






(La respuesta en
el próximo "Jugando IV")












Solución del Jugando II:
Bruce Willis

(Único acierto: Anahí)






jueves, 18 de diciembre de 2014

Novedades: "Mi mujer es el plomero" en Cuenca , España

"Mi mujer es el plomero" en Cuenca, España


Etimología de frases muy nuestras

"Hablar por boca de ganso"


Este dicho -a pesar de lo que muchos piensan- no tiene nada que ver con el animal que todo conocemos como  ganso.
Antiguamente, los hijos de los nobles y de los ricos eran formados y educados por una especie de monitor o ayo llamado, precisamente,ganso. Estos  gansos  o ayos ejercían una función educativa y pedagógica, por lo general rígida y dogmática, es decir, algo equivalente a lo que hoy llamamos "enseñanza enciclopedista".
De manera que los niños repetían casi memoriosa y literalmente lo que habían escuchado de  boca del ganso, y como casualmente estos  gansos  solían caminar por los caminos de palacio seguidos por los niños en fila india -tal como marchan los gansos con sus crías- la tradición popular se encargó de acuñar la frase  hablar por boca de ganso,  para dar a entender que alguien repite lo que otro ha dicho, como si fuera propio, pero sin el correspondiente discernimiento. Otro factor que ayudó a confundir el "ganso-ayo" con el "ganso-animal" es el hecho de que el ganso es un animal que tiene fama de tonto, ya sea por su escasa inteligencia o por el sonido de su voz gutural, elementos que han dado origen a la expresión "la risa abunda en la boca de los gansos", generalmente aplicada a la persona que se ríe tonta y constantemente, sin motivo.

Teatreando


miércoles, 17 de diciembre de 2014

Dos puntos: a saber... (El saber solo molesta a quien se beneficia con la ignorancia)

Dos puntos: a saber...

1) ¿Porqué escarban los perros?

Escarbar es un hábito y un instinto natural que los perros tienen e intentan llevar a cabo cada vez que tienen la ocasión.
Depende del perro, este acto será más o menos frecuente, o incluso nulo. Hay perros que no lo hacen nunca, otros con mucha frecuencia y algunos esporádicamente.
Las razones principales por las que se debe este comportamiento suele ser por puro instinto y diversión. Les gusta esconder cosas y rebuscar.  Se cree que los perros escarban por su instinto de guardar comida, refugiar a sus cachorros, o evitar las temperaturas extremas.
Obviamente, también puede deberse al instinto de “sabueso” de nuestro perro, ya que es posible que haya visto u olido algo interesante, y simplemente este buscándolo para averiguar que es.
En la otra cara de la moneda está la parte más preocupante. Y es que este acto puede deberse en determinadas ocasiones a un problema de ansiedad.  Escarbar puede convertirse en una actitud compulsiva si el perro tiene ansiedad, ya que llevaría a cabo ésta para descargarla y desestresarse.

2) Extraña raza: Pastor Bergamasco

Es el perro rastafari por excelencia junto al Komondor, solo que éste le gana en rastas.
Estos perros son inteligentes, atentos y pacientes. Tienen un temperamento estable y gran concentración, por lo que son excelentes perros para múltiples funciones y especialmente para conducir y cuidar rebaños.
Los pastores bergamascos son perros pacíficos que no suelen mostrar agresión, por lo que no son muy buenos como perros de ataque. Sin embargo, son reservados con los extraños, por lo que pueden ser buenos perros guardianes. Tienden a llevarse bien con sus humanos y con los niños en general. También suelen llevarse bien con otros perros y tienen cierta facilidad para socializar con otras mascotas. Por supuesto, para tener un bergamasco equilibrado, es necesario socializarlo desde cachorro.

Jugando II

¿De quién se trata?


Única pista:

Actor



(La respuesta, en el próximo "Jugando III")


























Respuesta del "Jugando I":

Jennifer López



martes, 16 de diciembre de 2014

Link para descargar "La joya de mi cuñado"

Link para descargar el texto de
"la joya de mi cuñado"
Y todas mis comedias!!
(Haciendo click en el título)

   

Reflexión

Vamos a “hacerlo” antes que choquen los planetas!!
Porque...
-Se puede “hacer” en cualquier lugar.
-No hay horas para “hacerlo”, aunque muchos prefieran los horarios nocturnos.
-Para quien lo “hace”, es uno de los mayores placeres que existen.
-Los expertos recomiendan “hacerlo” siempre, sin importar la edad.
-”La primera vez” todos sienten miedo.  Pero luego aprenden a disfrutarlo.
-Al principio, por la falta de experiencia, cuesta mucho “hacerlo” bien.  
  Pero con el tiempo uno puede llegar a disfrutar más de dos horas ininterrumpidas
-Antes de “hacerlo”, la excitación no se puede contener.
-Es muy placentero “hacerlo” y sin embargo el éxtasis llega cuando se acaba.
-Después de “hacerlo”, uno queda exhausto.
-La inmensa mayoría lo “hace” por placer, aunque no faltan quienes lo “hacen” por dinero.
-“Hacerlo” puede llegar a crear adicción.
-Nadie puede decir que “hacerlo” sea una pérdida de tiempo.
-Se puede “hacer” todos los días, aunque muchos prefieran los fines de semanas.
-Aunque sea un placer “hacerlo”, casi todos disfrutan también mirando cuando
  otros lo “hacen”
-Generalmente se “hace” entre hombres y mujeres...
  O entre mujeres solas...
  O entre hombres...
  Y hasta incluso “hacerlo” sólo, es muy satisfactorio.

Así que no perdamos más tiempo...
Vamos a “hacer teatro”!!!!

H.D.M.


Teatreando


Etimología de frases muy nuestras

"No dar pie con bola"

No acertar. Equivocarse continuamente. Frase más común: "estaba nervioso y no dio pie con bola".
Pese a lo que pudiera parecer, el dicho nada tiene que ver con los desaciertos futbolísticos, ya que su origen, muy antiguo, por cierto, hay que buscarlo en los juegos de naipes.
Al jugador que echa cartas en último lugar, por oposición al llamado "mano" -que es quien echa primero-, se le denomina "pie". "Bola" era un lance de algunos juegos que consiste en dejar escapar algunas bazas para llevarse otras de más valor, misión que correspondía al "pie". Si el "pie" no daba con la "bola", el juego se perdía. De allí, también una frase muy argentina "No dar bola".

lunes, 15 de diciembre de 2014

Tristes curiosidades que dan risa

"Contrato de Maestra de escuela, en 1923"

En varios lugares se dice que el contrato es de España, pero en realidad pertenece a Estados Unidos y esta incluido en el libro “Maestros y textos” que Michael W.Apple editó en 1989.

Este es un acuerdo entre la señorita…………………………………………………….maestra, y el Consejo de Educación de la Escuela………………………………..por la cual la señorita ……………………………….acuerda impartir clases durante un período de ocho meses a partir del……………………… de septiembre de 1923. El Consejo de Educación acuerda pagar a la señorita……………………………………………… la cantidad de (    ) mensuales.

La señorita…………………………………………………………..acuerda:

1.- No casarse. Este contrato queda automáticamente anulado y sin efecto si la maestra se casa.
2.- No andar en compañía de hombres.
3.- Estar en su casa entre las 8:00 de la tarde y las 6:00 de la mañana a menos que sea para atender función escolar.
4.- No pasearse por heladerías del centro de la ciudad.
5.- No abandonar la ciudad bajo ningún concepto sin permiso del presidente del Consejo de Delegados.
6.- No fumar cigarrillos. Este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si se encontrara a la maestra fumando.
7.- No beber cerveza, vino ni whisky. Este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si se encuentra a la maestra bebiendo cerveza, vino y whisky.
8.- No viajar en coche o automóvil con ningún hombre excepto su hermano o su padre.
9.- No vestir ropas de colores brillantes.
10.- No teñirse el pelo.
11.- Usar al menos 2 enaguas.
12.- No usar vestidos que queden a más de cinco centímetros por encima de los tobillos.
13.- Mantener limpia el aula:
a) Barrer el suelo al menos una vez al día.
b)Fregar el suelo del aula al menos una vez por semana con agua caliente.
c)Limpiar la pizarra al menos una vez al día.
d)Encender el fuego a las 7:00, de modo que la habitación esté caliente a las 8:00 cuando lleguen los niños.
14.- No usar polvos faciales, no maquillarse ni pintarse los labios.
.

Jugando

¿De quién se trata?

Única pista:

Cantante


(La respuesta, en el próximo "jugando")

Carteles graciosos



domingo, 14 de diciembre de 2014

Dos puntos a saber... (El saber solo molesta a quien se beneficia con la ignorancia)

DOS PUNTOS: A SABER...

1) Los primeros libros de mapas tenían en la cubierta un grabado de un héroe mitológico llamado Atlas, cargando al mundo. Por eso los mapas del mundo son llamados "Atlas"


2) Nueva Zelanda fue el primer país en permitir el voto de las mujeres en 1893.

viernes, 12 de diciembre de 2014

Teatreando

"Supersticiones en el teatro"

Si existe una profesión en donde se puede afirmar que la superstición casi se ha generalizado, es justamente en el teatro.  Un infinidad de actores, directores, autores, ayudantes, técnicos, etc., mantienen vigentes una gran cantidad de estos dichos, supersticiones y cábalas  tradicionales, aunque muchas veces no se tenga conocimiento de donde provienen o cuales fueron sus orígenes.
La prohibición de silbar dentro de una sala de teatro, para los integrantes de un elenco, es una de ellas, y quien lo haga, incluso inocentemente, recibirá ciertamente una reprimenda o al menos será mirado con malos ojos, aunque muchos desconozcan el porqué.
Ésta extraña superstición data de la época en que por falta de tecnología los artistas y encargados de los efectos especiales y la musicalización no tenían otra forma de comunicarse más que mediante silbidos codificados, los que llegaban a formar un verdadero lenguaje propio, por lo que si un integrante del elenco o una persona ajena al equipo ya sea con buena o mala intención silbaba, podía ocasionar confusiones y fracasos en la obra.
Otra de las viejas supersticiones, tiene que ver con los encargados de limpieza que no deben dejar escobas sobre el escenario, porque ello "barrería" con el público y no irían a ver la obra. "Mi mujer es el plomero" es un claro ejemplo que no son más que supersticiones, ya que a pesar de haber siempre una escoba en el escenario, el éxito en todos los lugares de habla hispana donde se representó, demuestra todo lo contrario.

Reflexión


Videos de "Mi mujer es el plomero"

Videos de algunos de los cientos de grupos que llevaron a escena "MI MUJER ES EL PLOMERO"

Hocus Pocus Teatre, Barcelona, España 

Centro Dramático de Ceuta, España 

Teatro Las 4 Esquinas, Albacete, España 

Grupo Maqueda, Aspe, España

Teatro, España

La vieja Escuela, España

Teatro, Las Tablas, Nueva York, Estados Unidos

Buen Arte, Miami, Estados Unidos

Teatro 8, Miami, Estados Unidos

Grupo Los Latinos, Beer Sheva, Israel 

Teatro UPR San Juan, Puerto Rico

Teatro Urbano, San José, Costa Rica 

Ciclo Demostenes, Lima, Perú

Miraflores, Lima, Perú

ARCAM, Lima, Perú

Teatro Nadal, Lima, Perú 

Grupo Santimbanqui, Mexico 

Grupo Ixehuayotl  Guadalajara, México

Puerto Vallarta, México 

Teatro Local, Nico-Batlle, Uruguay 

Grupo TIA, Arteaga, Santa Fe, Argentina 

Espacio Colette, CABA, Argentina

Grupo Sintonías, Misiones, Argentina 

Grupo Hechiceros de la noche, La plata, Bs As, Argentina 

Es lo que Hay, San Lorenzo, santa Fe, Argentina

Grupo de Ingeniero White, Bs As, Argentina 

Grupo Amakaik, Comodoro Rivadavia, Bs As, Argentina

Teatro Vocacional Bragado, Bs As, Argentina

Grupo Te dije a las Ocho, Rosario, Argentina



jueves, 11 de diciembre de 2014

Cuento de humor "La mala suerte"

La mala suerte

I
Como casi la gran mayoría de los días de mi poca fortuna, se podría decir que todo empezó por la mañana muy temprano.
Sin embargo y haciendo honor a la verdad, habría que mencionar -algo sobre lo que estoy firmemente convencido- que todo comenzó el día de mi nacimiento o tal vez sería más acertado indicar el mismo momento de mi concepción (o la noche, para ser más precisos). 
Quizás sería aún más apropiado y certero, comenzar echándoles la culpa a mis progenitores, antepasados o a sus ancestros, que desde un tiempo inmemorial estuvieron signados por la mala fortuna y cuya consecuencia hereditaria a través de los años, se ha volcado íntegra e inexorablemente en mi persona.
He escuchado infinidad de veces que la mala suerte no existe. Que no es más que un fútil intento de justificar nuestros errores o la propia incapacidad que poseemos para llevar algo a buen término.
Muchos aseguran que existen dos clases de personas (Teoría que no comparto, ya que conocí a muchas de las más distintas clases y raleas): Los que creen que para todo hay una explicación científica y en consecuencia una respuesta lógica y coherente, y los otros que cuando se topan con algo que no ha sido explicado por la ciencia, lo endilgan a la suerte (Tanto buena como mala), penetrando en el mundo de la superstición y las cábalas, y culpando a la mala suerte si algo no ha salido bien.
Es así que desde las épocas más remotas, hubo gente que se aprovechó de los ingenuos y desprevenidos, y comenzó a comercializar todo tipo de talismanes y amuletos que supuestamente ayudan a la buena suerte. Circunstancia esta que se debe generalmente, más a un hecho fortuito y luego comercializable, que a la verdadera cualidad mágica que en apariencia posee para provocar buena fortuna.
Basta con que alguien recoja del suelo, en medio del bosque, una piedra con forma romboidal y a los pocos minutos, esa misma piedra le baste para ahuyentar a un lobo hambriento (Pegándole previamente en un ojo), para que luego se le atribuyan poderes sobrenaturales a todas las piedras que contengan esa forma.
En todo caso, el fortuito hallazgo de aquella piedra fue la que lo salvó de ser atacado por el lobo hambriento y no la piedra en sí, y de todas formas, si hubiese sido la piedra, sería solo esa piedra específica y no todas las que tengan aquel formato, la que le sirvió para salvarlo del lobo, y en la última de las hipótesis, si no hubiese encontrado esa piedra, el hombre se hubiese defendido hasta con el cinturón que le sujetaba los pantalones, por lo que luego comenzarían a venderse los cinturones de la suerte contra los lobos hambrientos.
En definitiva se concluye que los amuletos, talismanes o como quieran denominarse, no son más que la proyección de la propia fe, depositada en un objeto que a su vez nos la devolverá en el momento que la invoquemos. Pero los objetos en sí, por sí solos, no dan suerte, no poseen ninguna mágica característica que nos pueda ayudar, ni mucho menos.
El punto ha quedado demostrado y se decanta irrebatible. Y aquí me asalta la pregunta: ¿Qué cuernos hago yo con esa sarta de estupideces de la suerte, de todo tipo y tamaño que decoran mis repisas y muebles? Allí están, adormecidas en el letargo de su propia incapacidad, el escarabajo egipcio, el dado de la suerte, una planta de laurel, la moneda de la fortuna, el elefantito (Al que hay que colocarle obligadamente un billete enrollado en la trompa, porque si no, minga de dinero), la ruda macho, el Buda meditando o sonriente, que se puede adquirir como colgante o para repisas y al que obligadamente, hay que acariciarle su prominente abdomen para que la buena fortuna se acerque a nosotros, las piedras marinas, la manito israelí, los enormes caracoles comprados en la playa, el delfín de cristal, las plantas Bonsái, un trébol de cuatro hojas, la herradura de caballo colgada encima de la puerta de calle para que neutralice la energía negativa, la ranita, la lechuza, el anillo, la cadenita, el collar, y hasta el calcetín con el que ganamos aquella final de campeonato… en fin, me falta colgar sólo el cinturón contra el lobo hambriento.
Una a una las voy mirando e intentando recordar de qué se tratan, de dónde provienen y para qué tipo de suerte se las utiliza. Porque hay algunas que son específicas. No se puede usar una que supuestamente da suerte con el amor, para curarse una diarrea. Y mucho menos mezclarlas. Porque lo único que lograríamos sería un amor que apesta o estar enamorado, pero solo si los encuentros se producen adentro del baño.
Vuelvo a mirar detenidamente a todos y cada uno de aquellos talismanes y se podría decir que hasta casi los increpo con la mirada. Ellos parecen advertir la inquisición en mis ojos: -¿Y? ¿Cuándo se van a dignar a empezar a trabajar?- No solo no se inmutan, sino que se mantienen impertérritos en su posición, observándome casi con burlona ironía.
Pero no me preocupa. Nunca creí demasiado en ellos. De ser cierto todo lo que dicen sobre sus poderes, no tendría la mala suerte que me persigue impasible.
Tan sólo mi mujer los colecciona y hasta me animaría a decir que los adora un poco. Siente una extraña y mítica devoción hacia ellos, que se hace más evidente cuando toca limpiar las repisas. Cada vez que tiene que levantarlos para pasar un trapo y sacarles el polvo que los fue recubriendo, nunca deja de mirarlos con esperanza, como tampoco se pierde la oportunidad de acariciarle la panza al Buda o acomodar el billete del elefantito mientras murmura casi como para sí algún íntimo deseo, por lo general de índole económico. Los restantes ni me los comenta.
Si bien yo no creo en todos esos fetichismos, me resulta mucho más económico en disgustos no inmiscuirme en sus creencias, puesto que algunas acaloradas discusiones al respecto, así me lo han demostrado. Si ella pedía por más dinero, era porque yo resultaba un inútil en todos mis aspectos para acrecentar la fortuna familiar. O sea, la culpa era mía. Por eso estaban allí esos amuletos. Pura y exclusivamente por mi culpa.
En infinidad de veces, traté de demostrarle que no sólo en éste país, sino en cualquier lugar del mundo ocurre lo mismo: el que trabaja denodadamente casi sin descanso, el que lucha día a día hasta largas horas de la noche en su trabajo, no dispone de más tiempo como para dedicarse a hacer plata.
Porque queda claro que los que han hecho mucho dinero, evidentemente no lo han hecho trabajando. No caben dudas que esos adinerados, recibieron una herencia o tuvieron una idea brillante que solo a ellos se les ocurrió o ganaron la lotería. Tres situaciones que para el caso son lo mismo, porque pertenecen a las excepciones de la regla. Y declaro solemnemente que sobre eso, nadie me va a convencer. No existe quien se haga millonario trabajando. Si se encuentra por casualidad con uno de esos señores muy adinerados, pregúntele si ha ganado la lotería, si ha inventado algo revolucionario o si ha recibido una herencia. Si la respuesta es negativa, pues está usted frente a un gánster, un político corrupto o un empresario sin escrúpulos, que otra vez, para el caso, son lo mismo.
Sin embargo sobre ese tema y después de tantos años de casados, ya he dejado de discutir con mi mujer, porque conozco el resultado desde el comienzo de la misma: Yo soy el culpable. ¿Por qué no me dediqué a la política o a ser jugador de fútbol que eso sí deja mucho dinero, en lugar de haber elegido ser un simple oficinista? Lo peor de este asunto es que mi mujer me lo pregunta como si yo hubiese elegido ser oficinista. Como si de chico me hubiesen preguntado ¿Qué querés ser cuando seas grande? Y yo hubiese contestado con una amplia sonrisa de entusiasmo y levantando los brazos como festejando una victoria: ¡Oficinista!
Aunque en realidad no es solo respecto de ese tema que dejé de discutir con mi mujer, porque no importa en qué discusión nos encontremos, yo siempre soy el culpable. Si el dinero no alcanza, la culpa es mía. Si alguno de los chicos no quiso ir al colegio, fue por mi mal ejemplo. Si la leche se derramó en la heladera, fue porque no la acomodé bien. Si no fui yo el último que la puso allí, no tuve al menos la prevención de revisarla. Si el lavarropas se descompuso, seguramente fue porque algo habré hecho. Si el gobierno no funciona, es porque yo lo voté y si la gata quedó preñada, seguramente ha de ser porque no me cuidé.
Sin embargo, sería injusto culparla por dichos razonamientos. No hay que olvidar que todo tiene su origen en algún lado y estas conclusiones a las que ella suele llegar, provienen sin lugar a dudas de su madre. Mi querida y nunca bien considerada suegra, ha sabido e intentado por todos los medios a su alcance, a lo largo de todos estos años desde que la conocí, a socavar de forma perseverante y consecuente nuestra relación.
Si bien es cierto que en un principio, la que entonces era mi novia, estaba muy enamorada de mí y no prestaba ninguna atención a los reclamos y advertencias de su progenitora, de un tiempo a esta parte, cuando el pasional amor de la juventud se fue transformando paulatinamente en una tediosa y a duras penas soportable convivencia, mi mujer había comenzado no solo a considerar aquellos reclamos, sino también a hacerlos suyos.
Cuando estaban juntas y me recriminaban por algo, que a su entender no estaba total y absolutamente hecho como a ellas les gustaba o parecía, me daba la vaga sensación de estar casado con ambas al mismo tiempo y no podía evitar que se me pasase por la mente, el deseo de contarles lo de la oferta.
La ecuación era muy sencilla: si por un asesinato, la pena que le cabe al culpable es de veinticinco años de cárcel, tal vez si cometía dos, me podían hacer un descuento especial por ser considerado cliente. Pero finalmente la humorada quedaba retumbando en el cerebro y con la mejor de mis estúpidas sonrisas, les daba la razón y lo volvía a hacer como a ellas les parecía, a la espera que algún día apareciese en la puerta del juzgado un cartelito que rezase “Oferta del día”.


II

No recuerdo con exactitud como ocurrió, porque muchas veces nos envuelve una densa nebulosa, cuando nos despertamos sobresaltados en medio de uno de los últimos y más profundos sueños del amanecer.
Lo concreto fue que no escuché el timbre del reloj despertador. Generalmente, cuando suena tan temprano, nunca sé si para acallarlo, hay que correr la perilla de su dorsal hacia la derecha o hacia la izquierda. Simplemente la muevo y se calla. Por la noche, cuando me dispongo a dormir, me ocurre otra vez lo mismo. La vuelvo a mover y mágicamente al otro día vuelve a sonar. Sería perfectamente estable e inmodificable si nadie lo tocase. Y no habría que preocuparse en absoluto, ni importaría saber si moviendo la perilla a la izquierda se acalla o suena, porque no habría necesidad. Todo estaría perfectamente sincronizado. Pero en mi casa hay cuatro chicos.
Sí. Tengo cuatro hijos. El primero, como para toda pareja que al año y medio de casados, aún están sumergidos en el amor recíproco, no fue más que el fruto de ese mismo sentimiento. El segundo se debió más a la usual búsqueda consensuada de intentar lograr la parejita y el tercero llegó de forma inesperada, concebido casi con seguridad, más por una extensa y alcoholizada pequeña celebración, que por decisión paterna, pero igualmente bienvenido.
Con el cuarto la historia ya cambió por completo, porque a partir de aquel preciso momento, empecé a tener la culpa de todo. Lo cierto es que cada compra en el supermercado, ocupaban más espacio en los carritos los pañales, el aceitito, el talquito, el perfumito, las toallitas húmedas, chupetes, biberones y todo cuanto relucía un poco en las estanterías de productos para bebés, que los comestibles, cuya prioridad hasta no hace mucho había pasado ahora al decimoquinto o decimosexto lugar. Ya ni me acuerdo la última vez que compré algo que me gustaba comer. Tampoco importa mucho, porque ya ni me acuerdo qué me gustaba. Ni con los tres chicos anteriores recuerdo haber comprado tantos productos (Absolutamente necesarios e imprescindibles, según el criterio de mi mujer y estupideces según el mío).
Con la llegada del primer hijo, generalmente las prioridades se inclinan hacia el vestuario. Si los escarpines tienen que ser tejidos o los primeros zapatitos de cuerina, si las batitas a utilizar deben estar estampadas con la infinidad de dibujos de moda que existen, cosa que en realidad al bebé no le interesa en lo más mínimo, puesto que no los conoce ni lo hará por un tiempo prudencial, pero para las madres y sobre todo para las tías y abuelas, revisten una importancia extrema, y que sumado a todos los regalos que amigas y conocidas de la madre le envían, el bebé llega a poseer tal enorme cantidad de batitas y remeras que no logrará nunca usarlas, porque además su cuerpecito irá creciendo y ya habrá que comprarle talles más grandes.
Con el segundo la historia cambia radicalmente. –Que vaya usando lo que dejó el más grande- empiezan a dictaminar la economía familiar por un lado y mi suegra por el otro lado, pero del teléfono, habida cuenta de tanta ropa sin uso, que quedó arrumbada de recuerdo en alguna caja de cartón y que comienza a ser desempolvada. Ahora se va poniendo mayor énfasis en los juguetes y entretenimientos, tanto del mayor como de éste y el presupuesto debe agigantarse ya que los pañales, talquito, perfumito y tantos etcéteras, siguen plenamente vigentes en la lista de compras, pero ahora sumando también los juguetes.
Cuando llegó el tercero, si bien no fue producto de un plan familiar, tampoco nos desconcertó, porque a decir verdad, tuvimos ocho meses para adaptarnos a la idea, y al no ser demasiada la diferencia de edad con los restantes, las prendas de vestir que no habían sido arruinadas, seguían pasando de uno a otro, al igual que los juguetes. Lo que no variaba era la compra de pañales, talquito, perfumito y millones de nuevos etcéteras más, que día a día aparecían promocionados por televisión.
Hasta que de improviso y cuando parecía que la vida familiar se había encaminado en su cauce. Llegó el cuarto.
Recuerdo esa tarde como si fuese hoy, cuando volví de trabajar. Mis dos hijos más pequeños jugando en medio del living con siete y u ocho juegos distintos esparcidos por el piso. Allí estaban casi tirados con displicencia, un rompecabezas, varios coches de distintos tamaños, un metegol de plástico, pelotas, un juego de bowling, y un maletín abierto con distintas herramientas y distintas piezas de vaya a saber qué juguete que fue literalmente destrozado. En el otro costado, junto al televisor, mi hijo mayor ensordeciendo a todos con la Play Station y mi mujer parada sobre el primer escalón que separaba el living de los dormitorios, con un papel en la mano y cara de muy pocos amigos.
A mi cotidiano y sonriente –hola- los chicos me contestaron con prontitud para poder seguir jugando en lo suyo, mientras que la respuesta de mi mujer fue un tanto más rotunda y directa: -¿Dónde los compraste?- me dijo mientras esgrimía un papel que agitaba en su mano.
Tenía apenas décimas de segundos para adivinar a qué se refería, si no quería que alguna bomba explotara sobre mi cabeza y mi cerebro pase a formar parte de la decoración de las paredes. Llegaba extenuado después de diez inacabables horas de arduo trabajo en la oficina, aguantando la pesadez del jefe y las estupideces de los compañeros, y si agregamos a eso una pequeña cuota de idiotez que uno siempre tiene, el esfuerzo por averiguar a qué se refería, fue extenuante. Mi mente comenzó a repasar con una velocidad extrema, las fechas de vencimiento de la leche comprada ayer, si había probado con certeza el último biberón o si la tapa del inodoro recién cambiada estuvo bien colocada. Lo cierto es que no supe qué contestarle.
Recién cuando vi el papel, que ella con gran sutileza me incrustó de pleno en la cara, supe de qué hablaba. Se refería a los condones y el papel era un certificado médico de un nuevo embarazo.
Todo era un volver a empezar. Ya casi me había olvidado a recibir ese tan romántico codazo en los riñones a las tres de la mañana, cuando uno está absolutamente entregado al sueño, como sutil solicitud para ir a atender al bebé que está llorando. Pero no podía decir nada, porque como siempre, el culpable era yo.
¿Quién dijo que a las mujeres les gusta el dinero? Es absolutamente falso. No existe otro ser sobre esta tierra, que logre desprenderse de ese vil metal con tanta rapidez.
Había días en los que entraba en un profundo pánico cuando mi mujer encendía el televisor. Por todos los medios intentaba distraerla cuando llegaban las pausas publicitarias, sobre todo si tenían que ver con bebés. Un frío temblor me recorría cada una de las vértebras, mientras veía sumido en el terror, como pasaban uno a uno los comerciales y mi mujer anotaba silenciosamente en su libretita. Confieso que más de una vez he tenido ganas de llorar.



III

Yo estaba casi seguro que la noche anterior había corrido la pequeña perilla hacia un costado, pero como de costumbre, tanta información almacenada en la memoria, no me permitía retener con exactitud si era hacia la izquierda o hacia la derecha que debía hacerse.
Lo único cierto es que el despertador no sonó y que la desesperación que me invadió al ver la luz solar reflejada a través de la ventana, fue tal que saltar de la cama y entrar al baño lo hice en dos décimas de segundo. Al abrir los grifos de la ducha, noté que tardaba mucho en salir el agua, así que apenas me mojé un poco y tomando mi traje, el portafolios y mis zapatos en la mano, me fui vistiendo por el pasillo y adentro del ascensor para no perder tiempo y rezando que la hermosa rubia del octavo, no saque justo en ese momento a pasear a su caniche, para que no me vea en tal calamitoso estado.
Recién en el transporte, a mitad de camino y observando el poco tránsito tan inusual en la calle, tomé conciencia que era domingo. Me invadió una tremenda sensación de compasión por mí mismo y me dije casi como dándome una orden: -¡Se acabó. Basta de tanta presión. A partir de ahora soy yo el que lleva los pantalones!- Me pareció raro que los pocos pasajeros que se hallaban junto a mí en el transporte, esbozaran sendas sonrisas, y pensé que quizás lo había pensado muy fuerte y lograron escucharme por telepatía, pero no. Cuando bajé para regresar, me di cuenta que por el apuro, no había cerrado bien mi cremallera y que una punta de mi camisa blanca se asomaba eréctil por ella.
Esperé un largo rato algún transporte que me lleve de vuelta a mi casa, pero en domingo los servicios suelen estar un tanto restringidos, así que para no perder demasiado tiempo comencé a caminar hacia allí ya que no estaba demasiado lejos.
Al cabo de unas cuantas cuadras, en las que para cortar camino, salí del recorrido habitual de los transportes, pensando que incluso un poco de ejercicio me sentaría bien, noté que lo único que no pude prever, fue la presencia de una amenazadora nube que se cernía sobre mí tenebrosa y dispuesta a descargar todo su cúmulo de agua almacenada. Y por supuesto así lo hizo. Intenté guarecerme cuanto pude, pero un fuerte viento comenzó a soplar en todas direcciones.
Mi amigo Pablo, siempre me dice que hay que mirar el lado positivo de las cosas. Cierta vez me mostró un vaso cargado con agua por la mitad y me preguntó: -¿Cómo ves el vaso? ¿Medio vacío o medio lleno?- Y yo le contesté -Por la mitad-. Con gran disgusto me ordenó que me vaya a lavar, no recuerdo qué parte del cuerpo y se fue. Claro que para él resulta todo más fácil porque no tiene mi mala suerte, pero en esa mañana de inclemencia en particular, buscando y buscando, finalmente encontré el lado positivo: Con este viento, si hubiese traído mi paraguas, se hubiese destrozado.
Como la lluvia por lo visto no tenía intenciones de detener su caída, comencé a correr, intentando pasar por debajo de los balcones de los edificios que me servirían de resguardo, lo que iba llevando de maravillas. Apenas si tenía mojadas las botamangas del pantalón, un poco la espalda del saco y con el maletín me cubría la cabeza.
Hubo un balcón en particular que, aparentemente debido al mal estado y taponamiento de sus cañerías de desagüe, se estaba inundando. Por supuesto que en plena tormenta, la dueña de casa no tuvo más remedio que intentar quitar el agua recogiéndola dentro de un balde y luego una vez lleno, arrojarlo hacia la calle. ¿A que no se imaginan quién pasó por debajo en ese momento? El poco orgullo que sentía por no haberme casi mojado con semejante diluvio, se esfumó de repente. Así que a partir de allí ya no me preocupé demasiado en correr. Sin embargo y aunque resulte casi obvio decirlo, vale la pena aclarar que a los pocos metros la lluvia se detuvo por completo y un radiante sol cubrió de luz la mañana.
Durante el trayecto que me quedaba hasta llegar a casa, que no era mucho, comencé a pensar cuál sería la mejor excusa para las inexorables y consabidas preguntas que mi mujer me haría apenas me viese, en todas sus formas interrogativas: ¿Cómo, cuándo, con quién, dónde y por qué? Y tratando por todos los medios de no dejar en evidencia mi absoluta idiotez por haber olvidado que era domingo, comencé a pergeñar las respuestas.
Pero toda esa tribulación en mis pensamientos, se desvaneció repentinamente cuando apareció en la puerta del edificio la rubia del octavo piso. Tan tensamente abocado estaba, en arreglar cuanto pudiese lo más rápido posible mi deplorable estado, que no advertí que ella venía sumamente alterada.
Apenas me vio, se acercó casi corriendo hacia mí y me contó con angustiosa voz, que mientras intentaba salir a pasear llevando con la correa a su perrita, el tormentoso viento que sopló repentinamente, había cerrado de golpe la puerta de su departamento y la correa que sujetaba a su pequeña perrita, había quedado atrapada en la puerta sujetando aún al animalito y con las llaves puestas, ambas del lado de adentro. No se trataba de un caso extremo, porque la perrita no se estaba ahorcando ni mucho menos, simplemente había quedado su correa sujetada por la puerta y de allí no podía moverse, pero yo tampoco podía dejarla gimiendo de esa manera. A la rubia me refiero.
Así que gentilmente, como era mi costumbre con ella, me ofrecí a ayudarla en el rescate. Subimos hasta su departamento e intentamos por todos los medios, incluyendo hebillas para el pelo mediante, abrir la puerta. La sujeté con fuerza (a la puerta) y la corrí a un costado (a la rubia). La penetré (a la cerradura, por supuesto) con la pequeña hebilla, y agarrándolo fuertemente empecé a sacudirlo (al picaporte) pero no hubo caso. Nunca entendí cómo hacen en las películas para abrir tan rápido una cerradura con una simple hebillita.
Así que renuncié en mi intento y me di por vencido, sabiendo que nunca tendría éxito (con la puerta, la cerradura, la hebilla y la rubia inclusive).
Me ofrecí a romper la puerta con algún martillo, pero advertí en su mirada un claro interrogante sobre mi salud mental, por lo que me vi obligado a esbozar una falsa sonrisa, para que piense que se trató de una simple broma para aflojar la tensión.
Ante la imposibilidad de abrir la puerta, comenzamos a sopesar otras alternativas. En realidad lo hizo ella, porque yo a lo único que atiné fue a dejarme llevar por el encanto de su boca y de aquellos carnosos labios, enmarcados por un sedoso cabello que le llovía grácil y perfumado, y que parecían querer dinamitarme el cerebro con cada movimiento.
Se quedó callada durante unos segundos y mirándome como esperando una respuesta, pero a decir verdad, no escuché una palabra de todo cuanto había dicho. Tan abstraído estaba observándola que sólo atiné a darle la razón y me encomendé a todos los santos, porque no tenía la menor idea a lo que accedí. Me llevó por el pasillo de los departamentos hasta la ventana que se encontraba al final del mismo. Y ahí comprendí todo. Ella pretendía que yo saliese por esa ventana, caminase por la cornisa del octavo piso, entrase a la casa por su ventana y liberase a su perrita. Es decir, estaba en pedose.
Pero como bien dijo Julio César: ”Alea jacta est” (La suerte está echada). Sencillamente no podía negarme, porque no hacía más de un minuto acababa de darle mi consentimiento. ¿Qué iba a pensar de mí? ¿Qué era un pusilánime sin palabra? ¿Qué me iba a amedrentar por semejante pavada? Pues sí. Soy un pusilánime sin palabra y estaba absolutamente amedrentado. Pero no hubo forma de echarme atrás. Ella ya la había abierto completamente y se disponía a ayudarme para que me suba encima (A la ventana, me refiero).
Se me cruzó por la mente, repentinamente preguntarle por qué no hacía ella todo eso ya que se trataba de “su” departamento, de “su” puerta y “su” perrita. Pero la vaga idea de que a partir de ese momento yo podía pasar a ser “su” héroe, no solo me subyugó por completo, sino que estaba dispuesto a enfrentarme también al Pingüino y al Guasón.
Me encomendé nuevamente a todos los santos, esperando que en lugar de venir marchando, por lo acuciante de la situación, esta vez se tomen un taxi y vengan más rápido a ayudarme.
Recordé de pronto a todos y cada uno de los amuletos que mi mujer tiene sobre aquellas repisas y por primera vez en mi vida les imploré a todos por su amparo, socorro y protección, aún a riesgo de combinar sus mágicas cualidades y terminar en un baño con la rubia y con una incontenible diarrea.
Cuando salí y me paré en la cornisa, comencé a tener una visión mucho más clara y concisa de la ciudad que se encontraba debajo de mí, y de la estupidez que estaba haciendo. Si bien dicha cornisa tenía un buen espesor, igualmente imponía mucho respeto la considerable altura en la que me encontraba. Pero ese intrínseco, característico y tan peculiar orgullo de macho, no me permitían dar marcha atrás. De esa historia, o salía victorioso o no salía.
Comencé a recorrer cada centímetro de la cornisa tratando de no mirar, no solo hacia abajo, sino tampoco para ningún lado más que hacia la pared, la cual debía permanecer totalmente pegada a mi espalda. Cada vez que me separaba apenas un centímetro de la misma, un espasmódico sudor frío me surcaba la espalda y una repentina paralización se adueñaba de mí.
A mitad de camino entre la ventana por la que salí hasta la del departamento de la rubia, decidí tomarme un pequeño descanso para respirar profundamente y de pronto me invadió un mareo. Toda la ciudad giraba en torno de mí. Fue una de las tantas veces que ese día me pregunté, cómo había llegado hasta allí. Me sostuve pegándome contra la pared, con los brazos abiertos y mientras el viento me golpeaba en la cara, comencé a tararear la música de “Titanic”, con la sutil diferencia que delante no tenía ninguna baranda de contención ni nadie me sostenía por detrás.
De pronto me pareció ver la salvación. A pocos metros de allí se encontraba otra ventana semiabierta, lista a prestarme sus servicios. Pero como siempre suele pasarme en la vida, cuando aparece algo que parece facilitarme llegar al trono de la felicidad, enseguida la mala suerte se encarga de enviar otro elemento para destronarlo. En este caso fueron unas cuantas palomas. No sé de dónde salieron ni porqué tuvieron que venir justo en ese momento. Pero allí estaban aleteando alrededor de mi cabeza y con sus picos y patas amenazantes, bailoteándome por encima en clara y contundente declaración de guerra.
Enseguida entendí el porqué de aquella agresiva actitud: en la ventana a la cual me aproximaba, había un nido con varios pichones hambrientos. Traté de explicarles por todos los medios, que yo no tenía ninguna mala intención, y tan solo quería mantenerme con vida, pero no hay dudas que las palomas son extremadamente estúpidas y no entienden razones. 
 Me quité la fina corbata de seda y la enarbolé como para intentar espantarlas, pero era tan fina y de una seda tan frágil, que en realidad no servía ni para decir adiós. Así que tuve que recurrir al último recurso: mi cinturón. Me lo saqué casi de un tirón y como si fuera un látigo lo sacudí varias veces en el aire, hasta que logré espantarlas un poco. Las únicas dos cosas que no pude prever ante la urgencia de la contienda, fue que el revoleo del cinturón fue hecho con tanta vehemencia que finalmente voló por el aire, mientras la segunda se trató sobre el pantalón, que todavía mojado por el baldazo de agua recibido, cayera pesadamente sobre mis pies, sin la menor posibilidad de levantarlos en tan incómoda posición.
Por lo general, cuando alguno de nosotros va caminando por la calle, difícilmente se le ocurra mirar para arriba. Lo hace hacia el frente, los costados o casi siempre hacia el piso. Con mi mala suerte era lógico de suponer que iba a haber alguien que mirase para arriba y me viera. Y cuando alguien que camina por la calle, ve a otro que mira hacia arriba, casi como un acto reflejo también comienza a mirar en la misma dirección producto de la curiosidad. Y si luego son dos, esto se multiplicará por cuanto transeúnte pase por allí, lo que significa por carácter transitivo, que al cabo de unos minutos todo el mundo estará mirando hacia arriba en una misma dirección. Y allí me encontraba yo.
Nunca imaginé que desde semejante altura, se pudiesen escuchar tan nítidamente las estupideces que dice la gente. Comenzaron a barajar hipótesis de las más disparatadas. Desde que yo era un amante furtivo a punto de ser descubierto, cosa previsible de deducir si tomamos en cuenta la ubicación de mis pantalones, hasta un suicida en potencia a punto de saltar al vacío por causa de una infidelidad, también por la misma razón de vestuario. Y otra vez me volví a preguntar cómo llegué a aquella situación.
Intenté muy lentamente agacharme, de forma lo más erguida posible para no perder el equilibrio y asir los pantalones para levantarlos. Fue una tarea ardua y penosa, sobre todo si tomamos en cuenta los gritos -algunos burlones pero con mucho ingenio-, que originaban comentarios y risas entre los espectadores. El público seguía reuniéndose a montones y no faltó algún desprevenido que creyó que se trataba de una manifestación popular, por lo que empezó a entonar cánticos contra el gobierno.
Volví a querer retomar mi sendero cuando me pareció escuchar la voz de mi mujer que angustiada, casi gritaba llorando. El rumor que se había generalizado a esas alturas, era que se trataba de un intento de suicidio. No faltaban los que, como buenos samaritanos intentaban convencerme de lo bello que es la vida, sino que estaban también los que sedientos de sangre, pedían a gritos que me arroje de una vez, porque tenían que seguir con su vida y no querían perder más tiempo.
Mi mujer, abrazada por mis hijos me pedía casi en un ruego que abandone esa estúpida idea (nunca me quedó muy en claro si se refería al suicidio o a la rubia) y por supuesto no faltó la chillona, aguda e insoportable voz de mi suegra que como hacía todos los domingos, había venido de visita muy temprano por la mañana, para quedarse hasta exterminar mi paciencia. Desde lo alto, aún sin verla supe que era ella, cuando dulcemente se refirió a mí diciendo: ¿Qué hace el idiota ese, allá arriba?
Ya no sabía qué hacer. La rubia había desaparecido porque según se comentaba, no le interesaba en absoluto la publicidad, ya que era frecuentada muy seguido por altos funcionarios públicos que exigían la mayor de las reservas. Y así estaba yo preguntándome por enésima vez, cómo había llegado hasta allí.
La multitud intentaba vanamente ser dispersada por algunos policías que se habían apersonado al lugar.
El griterío de la gente fue aumentando y las hipótesis sobre un intento de suicidio por causa de una infidelidad, se había transformado en vox pópuli, cuando la claridad de la voz de mi mujer llegó nítida hasta mí, en el momento que gritó casi en un último intento desesperado por convencerme de no arrojarme al vacío: ¡No le creas a Pablo! ¡Es mentira lo que te dijo que tus hijos no son tuyos! ¡Los tres primeros, sí lo son!
Lo único que recuerdo durante la caída, fue que ya no escuchaba ninguna voz, ni grito, ni sonido alguno. Tan solo el resoplar del viento en mis oídos mientras las ventanas del edificio pasaban veloces ante mis ojos.
Algunos aseguraban que fue producto de la buena suerte, mientras que otros lo asignaban que se debió a la mala fortuna, ya que, por cuanto había tenido que pasar, lo mejor era morir. Lo cierto es que un enorme y frondoso árbol de tiernas y tupidas hojas, amortiguó mi caída hasta depositarme casi lentamente sobre el toldo de lona de una panadería. Tan solo algunos huesos y costillas rotas, infinidad de contusiones y la pérdida de un par de dientes fue el saldo final.
Pero mi mala suerte nunca me abandona. En el hospital donde supuestamente atienden y cuidan de mis lesiones, la jefa de las enfermeras es mi suegra.

H.D.M.