sábado, 21 de febrero de 2015

jueves, 19 de febrero de 2015

martes, 17 de febrero de 2015

¿Cómo lo hago?

¿Como hago para escribir?

Si hay algo que me han preguntado infinidad de veces, es justamente eso: ¿Cómo hago para escribir? Y la respuesta es muy simple: En mis comienzos fue con una vieja Lettera 22, cuyas teclas plásticas debido al frenesí de la escritura, a veces solían saltar por lo aires, y perdía más tiempo buscándolas por el piso que escribiendo, y si las ideas me invadían en un transporte público o en un baño (lugar ideal para meditar), un pedazo de papel y una birome se transformaban en una verdadera joya. 

Antes de continuar con el relato, vale la pena aclarar un punto. “No todo el mundo está capacitado para escribir” (Escribir algo que tenga una mínima creatividad, me refiero). Y ésta no es una afirmación pretenciosa ni elitista, sino que simplemente está basada en un viejo paradigma que establece que “Cada uno dispone de un talento especial. Tan sólo hay que descubrirlo y explorarlo”. 
Un elemento indiscutible de ello, es que hay gente (como en mi caso) que no ha nacido para cantar y la prueba clara se encuentra en los vidrios que se rompen cada vez que canto en la ducha. 
Otros (también es mi caso), no poseen en absoluto talento para dibujar o pintar (Mi casita con el árbol y el sendero fue lo máximo que logré y eso fué a los 28 años) 
Muchas otras pruebas irrefutables de este precepto, las podemos encontrar en cualquier deporte, (Messi, Maradona, Pelé, Di Stéfano, Cruiff, etc) son tan sólo algunos de los talentosos del fútbol, por mencionar un deporte, y más allá de la opinión de cada uno al respecto, no caben dudas que futbolísticamente fueron o son talentosos en la materia, comparados con muchos otros que deberían buscar y recriminar a quién les mintió diciendo que podían jugar al fútbol.
Lo cierto que queda demostrado que no todo el mundo ha nacido para lo mismo (al talento, me refiero) y a partir de allí se vuelve al origen de la pregunta: ¿Cómo hago para escribir comedias o humor? 
Jamás le diría a alguien que tiene que hacer para escribir, si cree que su talento está allí. Lo máximo que me animaría es a decir lo que yo hago, que no siempre es lo correcto, lo convencional, lo que amerita o lo que corresponde. Simplemente es lo que yo hago.
En primer lugar confío mucho en mi propia intuición. Más de una vez me ha fallado, pero fueron muchas mas las veces que me respondió con éxito. Pero aquella intuición debe estar fundamentada en un detalle tan pequeño como irrefutable: No escribo lo que me parece técnicamente gracioso, sino lo que me hace reír a mí. 
A partir de allí se produce un hecho casi mágico -tan mágico como el teatro mismo-, y es que aquella frase, escena, personaje u obra en general que me ha hecho reír mientras la imaginaba y escribía, obtendrá el mismo resultado con el público en el momento de la representación. Así que sepan (aquellos que alguna vez han representado un texto mío) que esas carcajadas que escuchan del público, son el simple eco de las mismas carcajadas que me inundaron en el momento de la escritura. Un claro ejemplo de ello, es cuando escribía "Mi mujer es el plomero", y se me ocurrió que "Daniela" debía aparecer con uno de sus viejos vestidos. Durante diez minutos tuve que parar de escribir debido a mis carcajadas. Alguno de mi familia, hasta llamaron a un siquiatra de urgencia, pero lo cierto es que aquel momento de la obra es uno de lo puntos álgidos de la comedia en cuanto a carcajadas se refiere.
Por supuesto (como en todas las cosas) esto no es efectivo al cien por ciento, ya que depende muchas veces de como esté dicha la frase, resuelta la escena, el ritmo o la obra en general, supeditado inexorablemente a los actores y la dirección, pero en la gran mayoría de los casos el resultado sorprendentemente es el esperado.
Otro factor muy importante pero que acarrea sumo riesgo, es el ritmo de la obra. Convengamos que no siempre lo original es bueno y lo bueno no siempre es original, pero cualquiera de estas alternativas estará sometido al ritmo escénico que se imprima al texto. Es obvio que éste debe poseerlo, para que vuelva a pertenecer su resultado a los responsables del espectáculo. 
He visto infinidad de casos de textos teatralmente pobres, o de escasas pretensiones, hecha magistralmente por distintos elencos, como asimismo he presenciado el magnicidio de textos de Shakespeare, Moliere y muchos otros genios de la literatura teatral, transformando una obra exquisita, en un bodrio interminable. 
Que quede claro que no me considero dentro de ninguno de los dos casos extremos mencionados, pero bien vale la aclaración, para volver al tema que nos ocupa.
Otro punto importante que debo resaltar de mi experiencia, es que nada sale del primer intento. Según los grandes eruditos que han escrito sobre el tema, es fundamental trabajar cada escena, cada idea, cada frase, cada personaje, tantas veces como sea necesario para obtener los mejores resultados.
Y sobre este punto en particular me voy a detener un instante, ya que en mi caso (siempre lo aclaro) las veces que reescribí varias veces una escena o una frase determinada, no sólo perdió la frescura esencial de la primera idea, sino que terminaba resultándome una verdadera porquería.
En mi caso (vuelvo a aclararlo) las correcciones, reescrituras, etc que les hice a mis obras, no tienen que ver con los momentos desopilantes o graciosos, sino que pertenecían a la estructura denominada “aclaratoria” de algún elemento o personaje de la historia. Así que a aquellos que me tilden de poco “académico” en cuanto a literatura se refiere, les comento que al menos es mi forma y que en lo particular, a mí me ayudó.
No en vano he dejado este punto para el final, ya que creo que es el más importante. 
Nunca me olvido de la frase de Aristóteles : “El humor está en la sorpresa”. Cuanto más se sorprenda al público, cuanto más inesperada sea la entrada de algún personaje en escena, o cuanto más ingeniosa sea una frase inesperada, mayor será la carcajada del público. 
Estoy convencido que cada uno tiene sus formas. Cada cual conoce sus resortes creativos si ha tenido la oportunidad de experimentarlos, y ninguna técnica, por más aceptada, reconocida o enaltecida como reputada biblia de la literatura, puede servir más que la esencia creativa que proviene del interior del artista. 
Seguramente, después de estas confesiones (por llamarlas de alguna manera simpática), aparecerán innumerable cantidad de intelectualoides fracasados, eruditos de bares y un sinfín de “opinólogos de cualquier tema” que denostarán mi obra en muchos aspectos, pero les quiero contar, que mientras el público se ría a carcajadas con mis textos, mientras haya tan sólo una persona que logre disfrutar del momento de la representación, y mientras exista la posibilidad de hacer felices a unos pocos a través de la sonrisa, mi cometido habrá sido cumplido con creces. 
Como decía el inmortal poeta: “Y con eso... con eso tengo bastante”.

H.D.M.

domingo, 15 de febrero de 2015

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Un poco de humor

La famosa escena en donde la protagonista, cruza un puente mientras continúa en su búsqueda de algo que pueda llenar su vacío