martes, 16 de agosto de 2016

Cuento para sonreír

LA GATA PELUDA
(En Caras y en Pelotas)

Muchos actores, autores, directores, pintores, artistas de todas las ramas y gente dedicada a los acondicionadores de aire (es decir, todos lo que aman “helarte”) y que a pesar de los distintos devenires que la vida artística les ha impuesto, suelen tener una extensa carrera, llena de vicisitudes, fracasos, contratiempos, logros y éxitos varios.
Muchos le han dedicado casi toda su vida, y aunque a otros los han corrido, se puede afirmar que todos sin excepción, eligieron aquella misma carrera.
Si bien la mía no era tan extensa, bien se podría decir que no era corta tampoco.
Rebatiendo aquel viejo paradigma que asegura que hay dos clases de actores: los talentosos y los “caras bonitas”, puedo afirmar sin temor a equivocarme, que existe una tercera categoría, tal vez mucho más vapuleada pero tanto o más significativa e influyente y que tiene que ver con aquella misma carrera en el medio: Los que la tienen larga y muy rica en experiencias.
Una hermosa y muy seductora periodista, a cuyos oídos había llegado un comentario halagüeño sobre el largo de la mía y lo rica que había resultado, me invitó a su casa para hacerme un reportaje en una cálida tarde primaveral.
No existía ningún artista del medio que no supiese de ella o que no haya admirado su belleza, tanto que, desde que corté la conversación telefónica hasta que llegue a su casa, tardé tan sólo ocho minutos (y eso porque los semáforos no estaban sincronizados).
Ella colaboraba con la revista Caras de Buenos Aires, Argentina (uno de cuyos gerentes era su marido) y con otra revista brasilera, que llevaba el mismo nombre de la ciudad donde se editaba: Pelotas (y cuyo dueño era justamente su tío materno).
Tras aquella breve llamada telefónica, gentil y desinteresadamente me invitó a acercarme hasta su casa, con el objeto de hacerme un reportaje para publicarlas en las revistas anteriormente mencionadas.
Todo duró dos horas. Justo en el preciso momento en que estábamos entregándonos a desentrañar una infinidad de interrogantes, para conocer a fondo lo concerniente a la otra persona y sacar afuera lo mejor de cada uno, ella me indujo a dedicarnos a nuestro cometido y comenzó a preguntar y a ahondar en el mencionado reportaje.
Al principio todo era muy cordial y hasta un tanto monótono. Hecho éste que no dejaba de resultar normal y hasta previsible, tomando en cuenta que era la primera vez que nos veíamos y que tan solo sabíamos uno del otro por referencias.
Pero de a poco nos fuimos relajando y logramos romper ese hielo inicial, despojándonos de preconceptos que nos ataban a los formalismos, abandonando los iniciales pudores que las palabras imponían y entregándonos por completo a la absoluta, placentera y muy profunda investigación del otro.
Se podría decir que fue un verdadero ida y vuelta sin pausas, casi frenético de preguntas y respuestas que de a poco fueron desnudando innumerables aptitudes, virtudes y defectos de ambos, en un charla pletórica de gratas sorpresas, para dedicarnos finalmente a acabar el reportaje extenuados, pero con la satisfacción del deber cumplido, cuando de pronto, y ante el lógico estupor del momento, escuchamos el auto de su marido, al que estaba estacionando en el garaje del costado de la casa.
Aquello no tendría nada de raro, sino fuese por el hecho que ella hacía estos reportajes a escondidas de su marido, ya que a raíz de que gozaban de una excelente posición económica, él odiaba verla trabajar, por un lado y por otro prefería tenerla siempre en casa ya que para colmo de males sufría de terribles celos. Ella, tratando de lograr su natural avidez por el conocimiento y siempre a hurtadillas, luego editaba sus entrevistas en ambas revistas, bajo el seudónimo de “La gata peluda”.
En fin, en aquel terrible, tenso e inesperado momento, ella trató de explicarme toda aquella situación, pero la sorpresiva velocidad de su marido para abrir la puerta fue superior y nos descubrió allí.
Por eso nunca apareció mi reportaje, ni mi foto salió jamás en la revista Caras.
Tan solo salí en Pelotas.
H.D.M.