viernes, 6 de marzo de 2015

miércoles, 4 de marzo de 2015

Cuento de humor: “El Ahijado del Padrino I, II y III”

“El Ahijado del Padrino I, II y III”
(Una mafia gasificada)

Corrían los años 20 y con desesperación para todos lados,  porque la ley seca los tenía secos a todos.  La prohibición de vender, comprar, importar, exportar, embotellar y fabricar alcohol era tan exigente que lo único que se podía hacer era beberlo, pero se hacía difícil porque no había quien lo produzca, lo importe, lo venda o lo esconda siquiera... y ahí fue dónde apareció el famoso mercado negro, llamado así porque era tan oscuro que nadie veía lo que compraba.
Allí mismo en ese mercado negro, tuvo su origen el famoso “estudio de mercado” que en esa época se hacía al tanteo.
 Los puestos de aquel lúgubre lugar, estaban exclusivamente atendido por oriundos del Bronx, en la absoluta oscuridad de la noche, y fue precisamente allí en donde a alguien se le encendió la lamparita y comenzó a fabricar y vender alcohol de contrabando.  Luego otro, al ver las ganancias que ésto reportaba, lo imitó y luego otro y otro, hasta que apareció El Capote, más conocido como “El ahijado”.
Su padrino era amigo de una familia con gran influencia en el mercado negro, ya que eran los que vendían las linternas.
La suya era una historia verdaderamente triste.  Apenas recién nacido, fue abandonado sin reparos ni miramientos, sin escrúpulos ni vergüenza,  y sin bolsa de residuos en un contenedor de basura.  Un ebrio vagabundo lo encontró apenas envuelto en un papel de diarios, lo desenvolvió y luego de tirarlo a la basura, se lo puso bajo el brazo y se fue con el diario a seguir su recorrido.  El llanto del bebé nuevamente en el contenedor llamó la atención de una gata que husmeaba por los alrededores y sus maullidos despertaron la curiosidad de otros gatos que también maullaron, y éstos sobre todo, despertaron a varios vecinos que estaban durmiendo y que se acercaron también al contenedor.
Todos miraban intrigados y se preguntaban indignados quien podría haber hecho semejante acto deshumanizado, vergonzante y despiadado, pero hasta que llegó el juez de turno, nadie lo sacaba de allí porque les daba asco tan maloliente, sucio y manchado de sangre como estaba.  Y quizás aquel hecho con el vagabundo, sería el estigma que marcaría su vida como criminal: siempre le gustó  aparecer en el diario.
Se podría decir que El Ahijado comenzó su carrera delictiva a los cinco años, cuando un tío borracho de su familia adoptiva, le quiso demostrar lo que era una familia de acogida.  En aquel preciso instante, le robó el biberón con leche a su hermano menor y se lo partió en la cabeza al tío, salpicándose también él con la leche caliente.  Mientras el tío todavía estaba inconsciente, el pequeño Ahijado dibujó una vaca en un papel y se lo pegó en la frente al yacente borracho.  Luego tomó el revólver de su padre y lo mató de un certero balazo.  Tiempo después reconocería que fue por aquello que había escuchado de que “el que se quema con leche, ve la vaca y dispara”.
Ya de adolescente se hizo conocido en el mundo del hampa, cuando tan sólo a base de extorsiones y amenazas, se hizo cargo de una vasta red,  que abarcaba casi veinte metros de largo, para pescar cornalitos.
A partir de allí vio crecer su negocio y se dio cuenta que la carrera criminal era lo mejor para él, ya que dejaba muchos beneficios más velozmente, muchas ganancias más repentinamente y muchos muertos más rápido también, -pero buéh, nada es perfecto- se decía a sí mismo tratando de justificarse.
Luego que cinco de sus secuaces fueron a asaltar la misma tintorería, en el mismo día, con lapsos de minutos, comprendió además que la delincuencia, -para ser efectiva y no cometer esos errores-, tenía que estar debidamente planeada y regularizada.
Precisamente aquel fue el comienzo del famoso “crimen organizado” que constaba de un detallado programa con su correspondiente organigrama de días, horarios y armamentos necesarios para los distintos atracos, incluyendo los días francos que les correspondían a cada delincuente, porcentajes por esfuerzo y puntualidad, cargas sociales, jubilación y salario familiar, además de un bono extra por cada testigo muerto.
Sin embargo ello no le alcanzaba para lograr una verdadera familia que hiciese historia.  Así que convocó juntitos, muy juntitos, a un padre con su esposa, cuatro hijos y hasta un tío solterón, que le iban a servir como cortina de humo.
Su padrino llegó a ser con el tiempo un auténtico padre de la familia mafiosa, en cambio “El Ahijado”  en muy poco tiempo se convirtió en un verdadero hijo de aquella familia, al cual muy pocos pudieron olvidar por haber sido tan, pero tan hijo.
Uno de sus principales inconvenientes, eran los problemas estomacales e intestinales que lo aquejaban cada vez más seguido, por su deplorable dieta a base de hamburguesas y salchichas, y sobre todo muchas gaseosas.  De allí que varios propusieron cambiarle el sobrenombre de El Ahijado” por el de “Mina de Metano”  ya que según comentaban, era en sí mismo un depósito de gases peligrosos.  Tampoco era de dar muchas vueltas, porque decía que lo meareaban y le producían más gases aún.  Habrá sido por eso que de chico, cuando subía a las calesitas, siempre agarraba la sortija porque era el único que quedaba.
El resto de la jefatura de la banda la completaba su principal secuaz y lugarteniente, un hampón  singular, conocido por sus muchos apodos.  Entre sus amigos era identificado como “El Caratajeada”, apelativo que surgía de una profunda cicatriz que surcaba su mejilla izquierda.  Como era muy petiso y regordete, algunos enemigos le decían “Don Chichón”.  Sus mujeres lo llamaban “papito”, su madre lo llamaba a los gritos, y algunos acreedores lo llamaban por teléfono.
Si algo caracterizaba al Caratajeada desde su más tierna infancia era su incurable adicción a las apuestas, y precisamente a una de ellas se debió la  herida que se produjo cuando de muy joven, perdió una de aquellas apuestas, en la que aseguró que podría afeitarse con su navaja andando a caballo.  Afortunadamente dos días después lograron detenerle la hemorragia.
Sin embargo, y a pesar del peligro que corrió su vida, aquel desdichado hecho no lo detuvo ni lo inquietó en lo más mínimo, por lo que continuó afeitándose sobre el caballo.
Su primo, obviamente también perteneciente a la familia, lo acompañaba en sus fechorías y apuestas pero a diferencia del Caratajeada,  como buen amante de las apuestas y el juego, era también amante de todos los placeres terrenales, y en especial de las mujeres.  Tanto que su fama corrió como reguero de pólvora y fue apodado “El Sastre” ya que era conocida su preferencia de  estar con muchas mujeres a la vez, pero al igual que con sus caros trajes y camisas importadas de Italia, prefería que  tuviesen siempre un fino acabado a mano. -Sobre gustos no hay nada escrito- repetían siempre él, y un Gran León Rosado de otro cuento.  Sin embargo y pese a todos ellos, El Ahijado sentía que la banda aún no estaba completa, así que no tuvo más remedio que contratar también un bajista y un teclado.
Por aquellos sangrientos y crueles años, en Chicago, Baltimore y Utah la guerra entre las bandas mafiosas se había declarado implacable y feroz.  Las batallas se sucedían en Detroit, Memphis y Seatle, los asesinatos estaban a la orden del día en Wichita y New Orleans, mientras que la Paz  como siempre, seguía en Bolivia.
El Sastre era oriundo de Chicago, Caratajeada había nacido en Baltimore y El Ahijado era un hijo de Utah.  Juntos un día decidieron entonces robar un banco ya que se dieron cuenta que tan sólo así lograrían entrar al imperio del hampa y llevarse el mundo por delante.  Descubrieron que entrando en ese submundo, sus vidas cambiarían radicalmente y que tan sólo con entrar, lograrían tener la vida que se merecían.
Una tarde, luego de ser descubiertos robando ese banco -ya que cometieron el error de poner como “campana” al mudo de la familia-, finalmente y tanto como lo habían deseado, lograron entrar... pero a la cárcel.
Tiempo atrás El Ahijado supo enamorarse de Helen Chufe, sobre la que si bien se quejaba, a pesar de todo él siempre le llevaba la corriente, pero finalmente ella terminaba poniéndole los pelos de punta. Sin embargo se trataba de una preciosa y delicada joven, cuyo padre también era de Utah, pero cuya madre era originaria de Connecticut, por lo que ella no era tan hija de Utah como El Ahijado.
Su amiga Ana Tomía, una profesora de educación física en la universidad de Atlanta, en Villa Crespo, era quien servía de contacto entre ellos en la cárcel y Helen que había quedado como encargada de manejar los hilos... en la fábrica textil, donde en sus fondos, funcionaba la guarida de los hampones.  
Durante ocho meses planearon meticulosamente el escape de la cárcel hasta el más mínimo detalle, diagramando minuciosa y escrupulosamente con la mayor prolijidad posible, casi rondando la perfección, cada uno de los pormenores y movimientos a llevar a cabo durante la aventura, para no encontrarse con ningún imprevisto, sobre el que no hayan sido previamente alertados .
Tan sólo no pudieron prever que tres días antes de lo planeado, finalmente el abogado que llevaba la causa, logró dejarlos en libertad bajo fianza.  
Nadie sabe qué paso, pero misteriosamente los setenta y dos testigos de aquel robo, habían muerto en accidentes de motos, incluyendo una viejita de noventa y cinco años, y salvo uno que murió de un balazo en la nuca...  por no querer subir a la moto.
En la cárcel estaban bajo presión. Luego salieron bajo fianza, durante un tiempo se mantuvieron bajo libertad condicional y mas tarde contrataron a tres enanos como guardaespaldas, por lo que quedaba claro que siempre mantuvieron un perfil bajo.
Una vez afuera, en el patio de su guarida, llegaron a la conclusión que para ser reconocidos en el submundo, primero debían pasar los molinetes del metro y luego realizar algún atraco que los haga famosos y respetados entre los mismos mafiosos.  Analizaron planos, mapas y todo tipo de documentación al respecto y decidieron entonces llevar a cabo el Gran Golpe del Siglo: robarían todas las obras de arte del Vaticano.
Cuando alguien les aclaró que la Santa Sede se encontraba en Italia, desistieron de su intento y pensaron en algo más cercano, para no tener problemas con los mafiosos italianos, que según habían escuchado, eran unos camorreros.
El Ahijado, colmado de entusiasmo,  tomó la decisión entonces que robarían la Reserva Federal. Todos quedaron atónitos.  No sólo era el un golpe magistral del que el mundo entero hablaría, sino que además se harían tan ricos que dominarían el país.
Los hampones estupefactos y boquiabiertos no podían creer lo que estaban escuchando.  Los gases intestinales habían vuelto a afectar a El Ahijado y todos intentaban respirar por la boca.
El Ahijado, ajeno a todo ello y orgulloso por su idea, se recostó en su cómodo sillón, colocó sus piés sobre el escritorio y sonrió satisfecho mientras bebía su enésima gaseosa del día, cruel causante de sus flatulentos males.
-No va a salir nada bueno de todo ésto-  recriminaba Caratajeada.
-¿Tienes miedo a un simple robo?- le contestó arrogante El Ahijado.
-Me refería a la bebida.  Te produce gases-  rectificó su lugarteniente.
-No hay problemas- Dijo displicente el jefe -Ultimamente no tienen olor-
La disconformidad con la decisión del jefe era notoria y absoluta. No tuvieron más remedio que levantar el teléfono que se había caído al piso, y llamaron al médico para que venga a curarle la sinusitis
Mientras éste llegaba, resolvieron la situación utilizando broches y comenzaron a recabar datos y estadísticas sobre todo lo referente al robo, cuantos lingotes de oro se encontraban en la Reserva Federal, las medidas de seguridad, cantidad de guardias y horarios de relevos, las cajas fuertes, las bóvedas, nichos y tumbas de los que lo habían intentado antes, etc., etc.
Mientra El Ahijado no cejaba en sus cometidos -de llevar a cabo el gran robo y de beber gaseosas-, luego de varios días y noches de sostenido esfuerzo por no respirar hondo, lograron planear todo cuanto debían hacer para lograr sus propósitos.  Primero, la entrada al edificio, en segundo lugar los camiones para transportar el oro, luego reducir a los guardias de seguridad al diez por ciento y por último pero no menos importante, obligar al jefe a dejar aquella peligrosa bebida.
Sin duda lo más difícil fue convencerlo de esto último por el bien de la empresa, por la supervivencia de los hombres y por el medio ambiente del que, por su culpa, ya sólo quedaba un cuarto.
El jefe finalmente aceptó la sugerencia y dejó las botellas, pero en el asiento de atrás del auto, y se pusieron en marcha hacia su objetivo.  Volvieron a repasar una vez más todos los elementos que necesitaban para su cometido:  ametralladoras, cargadores, revólveres, dinamita, taladros, sogas y un corcho de champagne por si hacía falta llevar a cabo el plan “C” .
Cuanto más se acercaba El Ahijado a su objetivo, más se excitaba y cuando más se excitaba más gaseosas tomaba. Y cuando más gaseosas tomaba, más se excitaba y así sucesivamente.
En el momento en que detuvieron su marcha en una estación de servicio para cargar nafta, Caratajeada y El Sastre se miraron cómplices y tomando el corcho, se dispusieron a llevar a cabo el plan “C”.
Como no tenía cambio chico para pagar la nafta, El Ahijado prefirió matar al empleado y subiéndose a la parte trasera del auto, ordenó ponerse en marcha.  Caratajeada y El Sastre también se sentaron en los asientos traseros, uno a cada costado del jefe.
Viajar en esos asientos no era cómodo en absoluto, ya que los amortiguadores de aquellos vehículos dejaban bastante que desear y con cada bache que la rueda golpeaba el brinco era superior.  Pero de todas formas el jefe lo prefería, porque allí estaban sus amadas bebidas.
Al ver que El Ahijado bebía cada vez más, fue cuando llevaron a cabo el Plan “C” (“C” de corcho).  En uno de los saltos producido por aquellos baches, El Sastre le golpeó la nuca al jefe con la culata de su revólver y éste se desmayó.  De inmediato Caratajeada le bajó un poco los pantalones y mientras el Sastre le sujetaba las piernas,  entró en acción el corcho, y hasta el fondo.  Le volvieron a subir los pantalones y cuando El Ahijado reaccionó, le explicaron que por el bache se había golpeado la cabeza con el techo, por lo que el jefe nada sospechó.  De todas formas decidió cambiarse al asiento delantero, porque argumentaba que aquellos incómodos traseros le hacían doler el ídem.
Al cabo de unos veinte minutos llegaron a destino.  Sigilosamente, en la oscuridad de la noche, bajaron de los autos, entraron al edificio contiguo y subieron hasta la azotea.  Desde allí observaron a los guardias que custodiaban ese sector.  Sabían que a cada hora se producía un cambio de guardias y ese era el preciso instante para llegar al lugar.  Esperaron pacientemente ese momento y luego desde allí, arrojaron sogas hasta la terraza del edificio de la Reserva Federal, a modo de lazo.  Una vez sujetos a unos parantes, los tensaron y comenzaron a pasar de un techo al otro, colgados de uno en uno.
Todos lo hacían con una gran destreza, salvo El Ahijado que notaba una cierta pesadez estomacal por tanta gaseosa bebida que fermentaba lentamente en su interior, y el plan “C” que también tenía en el mismo lugar.
Lo de pasar de una azotea a otra, lo hicieron tan silenciosamente, que luego no les costó mucho matar a los tres guardias que custodiaban el lugar, porque estaban en liquidación.
Comenzaron a bajar corriendo por las escaleras a gran velocidad, pero el jefe se iba quedando rezagado a causa de una notable hinchazón que ya le abarcaba todo el abdomen.
Habían acabado con todos los guardias de los pisos superiores, cuando llegaron al piso de las bóvedas principales donde se encontraba resguardado el tan preciado oro.  Allí no tuvieron más remedio que esperar la tardía y lenta llegada de El Ahijado que venía pesadamente bajando las escaleras.
Cuando lo vieron se dieron cuenta que algo no andaba bien.  La impresionante inflamación ya se había extendido por todo el cuerpo y el color enrojecido de su cara, donde los ojos casi le saltaban de sus órbitas, dejaban en evidencia la caótica situación.
Advirtieron que sus manos estaban tan hinchadas que no se le notaban los nudillos y su cuello había pasado a formar parte de su pecho.  Varios integrantes de la banda se acercaron temerosos para pedirle que no diera un paso más y no se moviera, pero los botones de su chaleco salieron abruptamente disparados, matando a dos de ellos.  El desprendimiento del resto de los botones de su chaleco, la camisa y los de la bragueta fueron casi una ráfaga de metralleta, disparando en todas direcciones.
Nadie pudo explicar a ciencia cierta qué fue lo que pasó aquella noche.   Tan sólo en las crónicas policiales, se hizo referencia a la explosión que se escuchó hasta quinientos metros a la redonda del edificio de la Reserva Federal.
Según decía el artículo publicado en el matutino del día siguiente, todo se debió a un escape de gas.
Lo que nadie pudo explicar, fue el corcho que encontraron incrustado en la frente del Caratajeada.

H.D.M.

martes, 3 de marzo de 2015

"Ojalá" en Arribeños, Bs As, Argentina

"ACTUAR PARA VIVIR, teatro independiente presenta: OJALÁ. Sábado 14 y Domingo 15 de marzo, 21:30 hs. 

SINOPSIS.
"Ojalá" es una obra que aborda situaciones de la vida cotidiana.

Invita, en primer lugar, a reflejarnos a nosotros mismos como en un espejo; y en segundo lugar incita a reflexionar, y en lo que nos corresponda, cambiar nuestra conducta con el simple objetivo de mejorar nuestra propia calidad de vida y de las personas que nos rodean.
Sus personajes nos hablan de los distintos precios que se pagan por los errores cometidos a lo largo de la vida. Ellos mismos son los encargados de hablar de esos errores cometidos y de una sociedad que los juzga.
En un comentario que hace el autor, cita la frase de George B. Shaw: "Algunos hombres ven las cosas que existen y se preguntan ¿por qué? Yo sueño cosas que nunca existieron y me pregunto ¿por qué no?"
Esta cita nos lleva a reflexionar que lo que el autor se propone con esta obra es que tomemos conciencia de que, el cambiar el estado de estas cosas, depende de que cada uno de nosotros aporte su granito de arena.

AUTOR: Hugo Daniel Marcos.
ACTÚAN: Maria Castro y Damián Rearte.
DIRECCIÓN: Maria Castro.
COLABORACIÓN: Eliana Castro.

Por entradas contactarse con Maria Castro (Vivero Nato), Damián Rearte, Fm Craters, con cualquiera de los integrantes del grupo o por este medio.

domingo, 1 de marzo de 2015

Novedades: Los imperfectos en CABA, Argentina

"LOS IMPERFECTOS" en CABA, Argentina
(Click en el título para ver el video)



Noticias: "Un mal día" en Rosario, Santa Fe, Argentina

"Un mal día" vuelve a Rosario, Santa Fe, Argentina

"Atención!!! Volvemos los días sábados de marzo, a las 21,15 hs- Sala Nicasio Oroño- calle San Lorenzo 1055.- No se la pierdan, si quieren reirse sin parar. . ."