jueves, 21 de abril de 2016

domingo, 17 de abril de 2016

"La comedia está servida" Capítulo 4: MOLIERE

Moliere

Sin ahondar en autores puntuales entre las distintas épocas, lo cierto es que hubo de pasar mucho tiempo, hasta que apareciese otro autor de comedias que revolucionara la escritura, como lo fue Jean-Baptiste Poquelin , más conocido por Moliere.
Considerado el padre de la Comédie Française, sigue siendo aún el autor más interpretado en todo el mundo.   Despiadado con la pedantería de los falsos sabios, la mentira de los médicos ignorantes, la pretenciosidad de los burgueses enriquecidos, (cuántas comedias podría escribir hoy en día, no?) Molière exalta la juventud, a la que quiere liberar de restricciones absurdas.
Sus obras, sin embargo, si es que pasaban el filtro de la censura, se representaban constantemente primero en París y luego en teatros del país entero, y a pesar de su mala reputación, llenaban los teatros.
La razón del éxito de las comedias de Moliére se debe a que además de ser obras cómicas cargadas de humor popular pero nunca demasiado grosero, y de las dotes mímicas del propio Molière  que actuaba en varias de ellas, todas contenían un fuerte componente de crítica social, dirigido sin piedad a alguno de los sectores que solían condenarlo.
Su gran mérito consistió en adaptar la commedia dell'arte a las formas convencionales del teatro francés (para lo que unificó música, danza y texto y privilegió casi siempre los recursos cómicos) y por supuesto también, en luchar contra las hipocresías de su tiempo mediante la ironía.
Su personalidad nada tenía que ver con la austeridad ni con el misticismo.  Su trabajo autoral (que incluía también el actoral) dejaba sin embargo pautas muy claras que él mismo supo explicar: “No sé si no es mejor trabajar en rectificar y suavizar las pasiones humanas que pretender eliminarlas por completo”, y su principal objetivo fue el de “hacer reír a la gente honrada”. Puede decirse, por lo tanto, que hizo suya la divisa que aparecía sobre los teatritos ambulantes italianos a partir de los años 1620 en Francia, con respecto a la comedia: Castigat ridendo mores, “Corrige las costumbres riendo”.
En 1673, durante la cuarta representación de su última obra  “El enfermo imaginario”, sintió unos violentos dolores y comenzó a escupir sangre copiosamente.  Abandonó la sala y fue trasladado de urgencia a su casa, para morir luego a las pocas horas de hemoptisis.
Por aquellos años, a los actores les estaba prohibido ser enterrados junto al resto de los mortales.  El rey debió intervenir entonces, para que la Iglesia le concediera el derecho a tierra santa, (es decir, un cementerio).
Sin embargo, y a pesar de ello, fue enterrado de noche y prácticamente sin ceremonia, en un lugar reservado a los infantes no bautizados.