sábado, 25 de abril de 2015

Teatreando


Cuento de humor: “Johnny Boy al lejano oeste”

“Johnny Boy al lejano oeste”
(Una de vaqueros y remera)

Johnny estaba cansado de tanto cabalgar hacia el lejano oeste.  Partió del este con toda su ilusión,  pero no pensó que el oeste estuviese tan lejano, así que aquella ilusión de a poco se le fue cayendo del caballo.
En esa calurosa tarde en medio del desierto de Arizona, cuando el sol desplomaba su sofocante  furia desde lo alto, comenzó a comprender que ya no había marcha atrás.  Como si la palanca de cambios del caballo se hubiese atorado.
Aquella extensa e interminable cabalgata sería el inicio de una nueva vida, sería el principio de nuevas experiencias y sería el comienzo de sus dolorosas hemorroides.  Mucho recuerdan que generalmente esa enfermedad es producida por el estreñimiento, pero para Johnny, que estuvo nueve días  al galope sentado en aquella montura de cuero prensado -tan prensado que parecía una baldosa-, nadie lo podía contradecir.
Sin embargo no era el único inconveniente en aquella cabalgata.  En la parte delantera de la montura también se encontraba esa protuberancia llamada “el cuerno” que muchos vaqueros usaban para atar las cuerdas y sujetar el ganado desde el caballo.  Claro está, siempre y cuando el caballo no se detuviese de golpe y lo único que impide no caerse sea sólo ese cuerno, colocado estratégicamente... en el lugar menos indicado.  Es sin duda, uno de los mejores elementos para mantenerse en forma.  Seguramente gracias a eso uno no se cae del caballo, pero se la pasa haciendo flexiones tres días.
Johnny Boy, mas conocido por “Johnny el muchacho” o “el chico que nunca llega”, estaba harto de su vida en el cercano este.  Su relación con las chicas no funcionaba, porque según decían, como era amante de la no violencia, no usaba la pistola, y en aquella época eso se solía pagar caro.  También las deudas lo agobiaban.  Así que tomó las pocas pertenencias que tenía, subió a su caballo y se marchó.
Estuvo veintinueve largos y tediosos días subido a su caballo “Manchado”, llamado así justamente por haber estado tantos días sin bajarse de él.  Hasta que llegó a “Diver City” un pueblo perdido en el medio de Arizona -que fué encontrado un poco antes, gracias a la gente que iba aplaudiendo por la arena del desierto-.
Diver City debió su nombre a la variada cantidad de habitantes de todas las etnias, que supieron llegar hasta él y poblarlo.  El alguacil del pueblo, era el pelirrojo Jack Isieran,  a su vez el sherif del distrito y el marshall del condado y Johnny comprendió tiempo después porqué había obtenido tantos cargos, cuando lo vió duchándose en el estanque del pueblo.  Nadie podía ser tan temido y respetado, porque fue justamente él, Jack Isieran el que descubrió y bautizó al Gran Cañón del Colorado.
Nada mejor que dirigirse a él, para que lo orientase con algunos consejos sobre el pueblo y cómo encontrar empleo.
Jack lo miró y comprendió enseguida que se trataba de un forastero al advertir que traía sandalias, una sombrilla para resguardarse del sol y una gorra con visera que decia “yankees”.
-En primer lugar debes comprarte un buen par de botas- Le dijo Jack en tono grave, señalándole las sandalias -Así no vas a llegar a ningún lado.  Y en segundo lugar necesitas una pistola-
-Pero yo aborrezco las armas- Protestó Johnny un tanto alarmado
Jack lo tomó de la nuca como queriendo acercarlo hacia él.  Le apretó un tanto el cuello hasta que por el dolor, éste cayó de rodillas ante el Shérif y le dijo en tono de advertencia
-Sin una buena pistola, no eres nadie en este lejano oeste-
La enseñanza frente a sus ojos, era demasiado gráfica y elocuente como para obviarla.  Así que no tuvo más remedio que ir a comprarse una, pero antes de salir giró y le preguntó casi tímidamente
-¿Y qué hay con el trabajo?-
-Por ahora no tengo otra cosa que caza recompensas.-  Sentenció Jack
-¿Debo salir a buscar recompensas?- Volvió a preguntar Johnny sin experiencia en el tema y obviamente sin haber visto muchas películas.
-No.  Tu debes buscar a los delincuentes, los traes y cobras tu recompensa-
-Ahhh- dijo el muchacho -Entiendo... Como un perro cuando trae la ramita, no?-
-Algo así, pero un poco más peligroso- explicó el Marshall
-¿Y a quién tengo que traer?-
-Allí tienes unas hojas con las fotos de los forajidos que estamos buscando- Dijo Jack mientras le señalaba una pizarra empotrada en la pared, con unas cuantas fotografías de delincuentes.
-¿Y todos esos libros?-  Inquirió el muchacho observando una enorme biblioteca
-Esas son las fotos de los políticos corruptos.  Pero es un poco más difícil traerlos porque son dieciocho tomos.  Te recomiendo que empieces por los más conocidos... Este por ejemplo- Dijo mientras le ponía una de las fotos en la mano -Es Peter Mita, conocido por hacer sus robos con un trabajo de hormiga.  Ofrecen quinientos dólares de recompensa por su cabeza viva o muerta.
-¿Quién ofrece la recompensa? ¿La justicia?-
-Diez dólares.  El resto su ex-mujer, porque no bajó la tapa del inodoro el día que la abandonó-
Sin mediar más palabras porque Jack se metió en el baño, Johnny salió a la polvorienta calle, se subió al “manchado”, quien lo miró de reojo un tanto harto, y se pusieron en marcha.
Al poco tiempo de estar cruzando entre las montañas, advirtió en el cielo una serie de humeantes nubes que le hicieron sospechar varias opciones: se trataba de indios que hacían señales de humo, alguien estaba preparando un asado o ambas cosas, así que decidió desmontar y agazapado entre unos arbustos, espió hacia el valle.
Allí advirtió a la tribu de los Cheronkas, indios soberbios y altaneros liderados por el Gran jefe Flecha Bacano, y supuso que estarían realizando unos de sus tradicionales rituales de la lluvia, porque danzaban y cantaban “Singing In The Rain” mientras abrían sus paraguas.
Flecha Bacano fué elegido líder de la tribu debido a su gran ingenio, cuando inventó el famoso slogan de “siga la flecha”.  A raíz de ello lo seguían a todas partes y en todo momento y ni por un instante se separaban de él.  Esto era algo que le resultaba muy agradable, salvo cuando iba al baño o en los momentos en que quería tener intimidad con su india.  Que lo miraran no le molestaba tanto, pero le parecía una exageración los aplausos al final, en ambas circunstancias.
Johnny Boy entendió que debía aprovechar la oscuridad de la noche para rodear la montaña y seguir su camino sin ser descubierto, pero cuando se disponía a hacerlo, una joven y muy atractiva india lo vió.  Asustada comenzó a correr y él detrás de ella para que no lo delate con los de su tribu.  Pero ella era muy ágil y diestra en correr por el valle.  Johnny corrió más aprisa para cogerla, pero la india ya estaba acostumbrada a correr a causa de los indios y por el mismo motivo.
Su nombre era Kehaymucho, que en el idioma indio significaba “abundancia de alimentos”. No era oriunda de aquella tribu, sino que en realidad había sido raptada de muy pequeña, de una tribu Comanche y se la llevaron a vivir con ellos.  Por eso era conocida como la Comanche Kehaymucho.
Obviamente ella llegó primero y puso sobre aviso a toda la tribu, quienes inmediatamente se aprestaron para la guerra, menos Toro Sentado que estaba muy cansado luego de servir a treinta vacas, así que el pobre toro se quedó ahí en un rincón, terminando su cigarrillo.
Johnny se vió superado en número y en valor por los indios, así que no opuso resistencia.  Inmediatamente lo capturaron y lo llevaron a una de las tiendas.  Allí le quitaron la ropa y le midieron unos cuantos taparrabos, ya que en aquella tienda de ropa había de todos los tamaños -small, medium, large, extra large y Oh my goood!!- y le compraron uno a su medida (Mini small).
Ya en una carpa a modo de cárcel, atado de pies y manos y ataviado tan sólo con su taparrabito,  lo dejaron sentado en el suelo, mientras salían a la búsqueda de otro intruso que también había penetrado en sus tierras y dejaron a la Comanche Kehaymucho vigilándolo.
A ella le llamó poderosamente la atención el vestuario que portaba Johnny (los pantalones y la remera, no el taparrabito), no tanto por la confección en sí, sino por su aroma.  Aparentemente tanta fricción con un cuerpo al galope, aún después de haber sido lavada, había impregnado su olor en la prenda y ella quedó prendada de aquel olor.  Tanto que casi pasó a ser una obsesión.  No hacía nada si primero no olía la fragancia de aquellos pantalones.
Cuando al otro día le llevó a Johnny agua para beber, quiso averiguar si el aroma de aquel vaquero pertenecía al vaquero o a la inversa.
Se le acercó para olfatearle también su taparrabito y así quitarse la duda, pero él temió lo peor.  A medida que la Comanche Kehaymucho (no era éste el caso) se le acercaba, el pánico se apoderaba del pobre Johnny, porque en su pueblo había escuchado infinidad de temibles historias sobre los indios reducidores de cabezas.  Pero no podía escapar ya que estaba atado, por lo que a Kehaymucho no le costó demasiado llegar hasta el taparrabito y comenzar a olerlo.  Se extasió por completo (la india... y también él) cuando advirtió que aquel aroma que la trastornaba, pertenecía al vaquero (Johnny) y no al vaquero (pantalón), y por un buen rato no pudo dejar de frotar su nariz sobre el taparrabito de Johnny, embelesada de placer.  El muchacho no la pasaba mal tampoco, pero estas historias nunca acaban bien.  Justo en ese momento entró a la tienda, el más díscolo de la tribu, Arco Vencido trayendo a otro prisionero recién capturado en el valle.  Al descubrir a la india en esa posición con el vaquero, la acusó de traidora, de desvelar sus secretos al enemigo y de ingrata por no haberlo invitado a la fiesta.
La maniataron también junto a Johnny y al nuevo prisionero, a la espera de lo que decidiese el Gran jefe.  Kehaymucho comenzó a desesperarse, tironeando de un lado a otro y tratando de inclinarse hacia un costado.  Johnny pensó que estaba intentando desatar sus ligaduras, pero en realidad lo que la comanche quería, era acercarse al nuevo prisionero para olerlo.
Recién allí, a Johnny le pareció ver en el nuevo prisionero, una cara conocida.  Era raro porque Johnny no conocía a nadie del lejano oeste, hasta que descubrió que se trataba ni más, ni menos, aunque sí por regla de tres simple, de Peter Mita el temible bandolero que abandonó a su mujer con la tapa del inodoro levantada.
-Mmmmgghhh Mguummmm Aghhhmmmm- Exclamó Peter como intentando decirles algo, pero tan sólo lograba emitir ininteligibles sonidos guturales, que ninguno  lograba comprender.  Johnny entonces le hizo señas a la Comanche para que le quite la mordaza.  Kehaymucho se le acercó a Johnny y con su boca, le quitó la mordaza a él.  Johnny le explicó entonces que al que le tenían que sacar la mordaza, era a Peter, porque les quería decir algo, pero la Comanche no hablaba su idioma, así que no lo entendió.  Johnny a punto de perder la paciencia y aún maniatado, se acercó hasta Peter que seguía tratando de comunicar algo, y con su boca intentó correrle la mordaza del bandolero para quitársela de la boca.  Peter le guiñó un ojo, pero Johnny aún con recelo, le quitó la mordaza y le dijo
-Ahora sí... ¿Que intentabas decirnos antes...?-
-Mmmmgghhh Mguummmm Aghhhmmmm- volvió a repetir Peter con los mismos ininteligibles sonidos guturales
-¿¿Qué??- Insistió Johnny
-Mmmmgghhh Mguummmm Aghhhmmmm- repitió nuevamente Peter
-¡Podés hablar normalmente.   Ya te saqué la mordaza!-  Exclamó Johhny comenzando a perder la paciencia
Recién cuando dijo por tercera vez lo de -Mmmmgghhh Mguummmm Aghhhmmmm- se dieron cuenta que Peter Mita era sordomudo.
Fue por ese motivo -por sus  fuertes ronquidos- que los indios lo descubrieron durmiendo entre unos árboles del bosque y aparentemente también, por alguna pesadilla, porque entre sueños exclamó muy claramente “Mmmmgghhh Mguummmm Aghhhmmmm”
Johnny no tuvo más remedio que ser él quien exhibiera un plan para salir de allí.
-Vamos a hacer así, nos pondremos de rodillas en el piso, uno detrás del otro y con los dientes soltaremos las cuerdas que atan las manos del que está adelante.  Si tienen alguna objeción, díganla ahora o callen para siempre...-  Esperó unos prudenciales tres segundos y al no obtener respuesta le hizo señas con la cabeza para colocarse en posición.
Uno arrodillado detrás y casi subido encima del otro, y con los dientes intentando quitar las cuerdas que los ataban.  La idea no era mala, salvo por dos inconvenientes: el primero era que al que estaba último (Peter) nadie le quitaba las cuerdas, y en segundo término, no contaban con la nueva entrada de Arco Vencido que les traía comida.
Al verlos, el díscolo indio los miró severo, sopesó la situación, pero en lugar de enfurecerse,  esbozó una sonrisa cómplice y se colocó en la misma posición delante de Johnny, como esperando que le venzan el arco una vez más.
Johnny aprovechó la situación y cuando sintió sus manos libres, le golpeó la cabeza a Arco Vencido con uno de los platos de madera y lo desmayó.
Salieron de allí en puntas de pié, aprovechando que ya el sol había caído sin lastimar a nadie, y se escabulleron entre los matorrales que rodeaban la tribu y buscaron a Hurtadillas (tal era el nombre del caballo de Peter)  y al Manchado, pero al no encontrarlos, no tuvieron más remedio que llevarse a la única yegua que se hallaba atada a un árbol.  La Comanche se negó a subir y escapar.  Intentaron convencerla que si se quedaba sería peor para ella, pero Kehaymucho no los entendía (Y mucho menos a Peter) y temerosa se puso a gritar. Johnny le dio un sopapo para acallarla, pero ella gritó mas fuerte, entonces Peter le dió una trompada en la quijada y la desmayó.   Subieron a la yegua (al animal) los tres, y con ella (la Comanche) en medio para que no se cayera, y se dieron a la fuga a todo galope.
Procuraron pasar por un estrecho corredizo natural que había entre dos montañas no muy altas de piedras, cuando la Comanche comenzó a despertar.  Al advertir por dónde estaban pasando, Kehaymucho empezó a gritar nuevamente señalando hacia arriba y Johnny la amenazó con darle  otro sopapo, justo cuando empezaron a sentir una densa y pestilente lluvia que caía sobre ellos.  Levantaron la vista y descubrieron que ese pasadizo era en realidad el lugar que los indios utilizaban desde lo alto, como baños públicos.
La india le dijo algo a Johnny como recriminándolo en su idioma y Peter tan sólo atinó a gritarle -Mmmmgghhh Mguummmm Aghhhmmmm- pero en forma de insulto, mientras alzaba su dedo medio.
Apurados y malolientes, salieron de allí al galope. Emprendieron un largo trayecto de nueve días, en donde comenzaron a cruzar nuevamente el desierto de regreso a Diver City.  Durante ese tiempo, Johnny comenzó a comprender lentamente algunas cosas de lo que Peter le decía.
Uno de esos días, le comentó -Mmmmgghhh Mguummmm Aghhhmmmm- que significaba -Regresaré con mi mujer a bajarle la tapa del inodoro, así retira la recompensa y al fin podré vivir en paz-
-¿O sea que volverás a vivir con ella?- insistió Johnny
-Mmmmgghhh Mguummmm Aghhhmmmm- contestó Peter, que significaba: -Bueno, casi en paz-
Cuando llegaron a Diver City, Peter se fue con su mujer, que lo esperaba un poco hinchada de tanto aguantar, ya que no usaba el baño porque la tapa aún estaba levantada.
Johnny no pudo, ni quiso desprenderse de la Comanche porque a pesar de no entenderle una palabra, a decir verdad, le fascinaba la devoción con que le olía el taparrabos.
Tiempo después empezaron a amasar una pequeña fortuna, cuando abrieron un negocio de vaqueros de vestir.  Johnny siempre sospechó que la Comanche Kehaymucho, tenía muy buen olfato para los negocios.

H.D.M.

jueves, 23 de abril de 2015