martes, 4 de agosto de 2020

A SÓCRATES LO MATÓ EL POPULISMO Y LA IGNORANCIA


Los peligros del populismo, la demagogia, la ignorancia y, en general, la avaricia, son señaladas por la filosofía desde antes del año 400 a.C.
Sócrates (el llamado padre de la filosofía) estaba a favor y al mismo tiempo en contra de muchos defectos de la democracia. 
No es ningún secreto que la democracia, directa, indirecta, con o sin parlamento, tiene muchos, pero muchos puntos débiles. Y los antiguos griegos, -es decir, sus creadores como sistema político-, se dieron cuenta de ello, en especial los "fundadores" del pensamiento occidental, Sócrates y Platón.

Como es bien sabido, Sócrates no dejó ningún texto para la posteridad pues creía que la filosofía solamente podía ser ejercida y mostrada a través del diálogo, por lo que todo lo que se conoce de él es a través de sus discípulos, principalmente Platón.
Platón a través de la boca de Sócrates escribió los diálogos, que si bien en un primer momento remitían a una reproducción de lo que dijo su maestro, con el tiempo, evidentemente, se convirtieron en exposiciones de su propia filosofía. Sin embargo, un tema constante a través de todos los diálogos siempre fue un radical escepticismo frente al sistema de gobierno imperante en Atenas, la ciudad estado en la que ambos vivieron.

Sócrates fue el pensador que jamás escribió una línea, uno de los padres de la filosofía, o sea, del amor al conocimiento. Él que se decía el más sabio por reconocer que nada sabía en realidad, impartía su doctrina entre los jóvenes de la ciudad y, como ya resulta obvio, para algunos atenienses hacía años que se había convertido en un problema.

Le acusaron de impiedad, de corromper a los jóvenes y de ir contra las leyes.
En «Apología de Sócrates», su discípulo Platón, al que le debemos que le diera voz en sus escritos, recrea el juicio, del que fue testigo. El filósofo se defendía de extraña manera aludiendo a su condición de hombre más sabio que el resto –según el oráculo de Delfos -consultado por Querefon-, la respuesta fue que no había otro más sabio que él–. ¿Soberbia? En absoluto: «Razonaba conmigo mismo y me decía: yo soy más sabio que este hombre. Puede muy bien suceder que ni él ni yo sepamos nada de lo que es bello y de lo que es bueno; pero hay esta diferencia: que él cree saberlo aunque no sepa nada y yo, no sabiendo nada, creo no saber. Me parece, pues, que en esto yo -aunque poco más-, era más sabio porque no creía saber lo que no sabía». De ésta y otras acusaciones se defendió en vano el hombre que nada tenía, salvo algunos discípulos fieles.-fue soldado y senador, pero abandonó sus negocios personales por dedicarse al bien de la ciudad, lo que le valió no pocas discusiones con su mujer-. Una de las anécdotas más recogidas en los siglos posteriores fue que después de una fuerte discusión, Jantipa le vació un recipiente con orina en la cabeza de Sócrates; sin perder la calma, Sócrates comentó que “los truenos acaban en lluvia.”

Analizando un poco se puede llegar a la conclusión que Sócrates nunca se opuso a la democracia sino a su degeneración demagógica, encarnada en aquellos aristócratas inescrupulosos que, habiendo sido sus discípulos, torcieron el sentido de su enseñanza para buscar el éxito usando al pueblo como instrumento de su ambición (¿Les suena conocido?)
Sócrates decía, que “solo aquellos que habían pensado y analizado de forma crítica y objetiva el proceso electoral, que contaran con las capacidades intelectuales de estudiar a la sociedad y a los candidatos, son quienes podían ejercer el derecho al voto”.

Si esto no se cumple, pasaría lo que se conoce como “demagogia”, que es una estrategia política que utiliza los miedos y las necesidades del público para manipularlos y obtener sus votos para llegar al mandato, aun sin tener las capacidades para ello. (Les suena más conocido todavía, no?)

Dicho por sus propias palabras (según Platón y Aristóteles):
-“Si tuvieras que emprender un viaje en barco por el medio del océano, ¿Quién te gustaría que eligiera al líder del barco? ¿Todos los de la tripulación y los pasajeros, o únicamente los más educados sobre navegación e inteligentes?”
-Los más preparados para tomar la decisión, obviamente. Los que han sido educados.-
-“Entonces, ¿Por qué seguimos pensando que todos tienen la potestad de elegir los líderes de un país?”

Algunos –de poca capacidad analítica o siguiendo preceptos partidistas e intereses personales- declaman que esto es autoritarismo, fascismo, gorilismo, sectarismo y muchos “ismos” más, tratando de (como de costumbre) agredir y desprestigiar a quien piensa distinto para descalificarlo y escapando a todo intercambio de ideas para no dejar en evidencia su verdadera falta de argumentos, ya que, -según dicen- ello se contrapone a la voluntad popular.
Tienen razón, pero tan sólo en cierta medida, ya que lo que Sócrates en definitiva planteaba era que todo el pueblo debía ser “culturalizado” para poder votar luego a sus dirigentes. Pero claro está, que hay algunos gobernantes a los que dicha “culturalización” no les conviene.
“Si ves un hambriento no le des un pescado.  Enséñale a pescar” Pero la realidad es que a muchos de esos mismos gobernantes les conviene dar el pescado para que así sigan dependiendo de esa dádiva y no enseñarles a pescar, ya que de lo contrario, no dependerán más de ellos para comer (el famoso “clientelismo político”).

-“Imaginen una elección, -también decía Sócrates- en la que un candidato sea muy similar a un doctor -en metodología y trato- y el otro sea igual de carismático, simpático y elocuente que un vendedor de dulces, entonces el vendedor de dulces, hará creer al público que el doctor es malo porque sus prácticas -que si bien son por la salud-  son dolorosas.  ¿El doctor se podrá defender? No, es por esto que ganará el vendedor de dulces, manipulando las necesidades y los miedos del pueblo.”
(Cualquier parecido con la actualidad no me parece mera coincidencia)

En resumidas cuentas: Sócrates creía que la democracia debía estar sujeta a algunas características fundamentales para que pudiera ser efectiva. La preparación académica y la inteligencia de los votantes, resultaba ser la característica fundamental de toda votación, para que el futuro de una nación, estuviera en manos únicamente de aquellos que tuvieran el raciocinio suficiente como para elegir “objetivamente y no subjetivamente”. Por sapiencia y conocimiento, y no por dádivas, regalos o intereses personales.

No creía en absoluto en las dictaduras, sino únicamente en que “los votantes debían ser capacitados intelectualmente para votar.”

Fue acusado en el 399 a. C. de introducir nuevos dioses y corromper la moral de la juventud, alejándola de los principios de la democracia. Por el contrario, Sócrates se manifestó devoto de los dioses, y no pretendía introducir nuevas deidades.

Aunque la causa de fondo para llevar a un juicio a Sócrates -según Jenofonte-, fue que este abrió sus puertas como discípulo a Critias, quien integró el cuerpo político-militar espartano denominado los Treinta Tiranos, quienes se hicieron con el poder en Atenas tras la guerra del Peloponeso, y sometieron a la ciudad a una terrible matanza y vaciamiento económico (por el lapso de un año). Posiblemente, esto también haya sido imperdonable.
Fue entonces juzgado (según el alegato de los acusadores) por “corromper a la juventud con sus enseñanzas” (sobre todo las referentes a la democracia), y en una decisión muy “democrática”, por voto de la mayoría, fue condenado a muerte (muy ajustada por cierto. Por una diferencia de 6 votos.
De 556 votos, por la absolución de la condena a muerte votaron 275; y por la condena votaron 281. ... El resultado fue por mayoría de votos la condena a muerte de Sócrates.
Pudiendo huir, optó por defenderse con su arma única y específica: la razón y la deliberación.
Prefirió padecer la injusticia a cometerla.
"Jamás había intentado socavar la democracia, en realidad, había tratado de darle la fe que le faltaba". Esa fe no era otra que la búsqueda desinteresada de la verdad y el permanente ejercicio de la crítica, no como potestad de un líder iluminado u omnisciente ni de un demagogo sagaz, sino de la ciudad entera.
Finalmente Sócrates ingirió cicuta y murió a los pocos minutos, defendiendo y aceptando su muerte por decisión de la democracia, a la que tanto criticó hasta exhalar su último suspiro. Se podría decir, que a pesar de tener razón, a Sócrates lo mató el populismo y la ignorancia.


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