sábado, 8 de agosto de 2020

LA TREMENDA HISTORIA DE “EL PETISO OREJUDO”, UNO DE LOS MAYORES SICÓPATAS DE LA ARGENTINA


Una historia de asesinatos, que por culpa de las autoridades que lo liberaban, se siguió repitiendo.
(Algo que ya no ocurre en la actualidad, no?)

Cayetano Santos Godino (Buenos Aires; 31 de octubre de 1896 – penal de Ushuaia; 15 de noviembre de 1944), más conocido por su apodo El Petiso Orejudo o su seudónimo Leandro Ajalla, fue un joven asesino en serie, uno de los mayores sociópatas de la historia argentina, ya que a principios del siglo XX fue responsable de la muerte de cuatro niños, siete intentos de asesinato y el incendio de siete edificios.

Pocos asesinos comenzaron su carrera criminal siendo infantes; este chico cometió su primer homicidio cuando tenía 9 años.

De padres italianos, Cayetano nació en Buenos Aires Argentina (1896), en una casa pequeña, sin comida ni luz, un padre abusador y una madre sin mucho carácter, ya cansado de la negligencia y los abusos constantes, Godino decide abandonar la escuela a los 5 años y alejarse de sus despiadados progenitores para probar suerte en las calles.

A los 7 años, ya era todo un pillo sometido por la dureza del mundo, un ladrón y estafador de primera, es ahí cuando decide llevar a la realidad los ataques que llevaba años maquinando en su mente. Lleva a Miguel Depaoli, un bebé de casi dos años, a un sitio baldío para golpearlo en la cabeza con una vara metálica, un policía ve la escena y se lleva a ambos niños a la comisaría. Los dos fueron entregados a sus familias, los padres de Cayetano reaccionaron con la misma indiferencia de siempre y éste volvió a huir de casa.

No era muy inteligente y actuaba impulsivamente con niños al azar, por lo que sus primeros crímenes (que se cree que no fueron solo dos) no cumplieron en objetivo, a los 8 años deja caer una enorme piedra sobre la cabeza a Ana Neri, de 18 meses: es detenido otra vez y se escapa de la comisaría mientras la policía intentaba contactar a sus padres.

En el año 1906 Cayetano debutaría como homicida, con 9 años golpeó hasta la muerte a María Rosa Face, de tres años de edad.  Lo curioso del caso es que logró salir impune, pues las autoridades evidentemente ya había olvidado la similitud entre los altercados pasados y este homicidio, además de que ni siquiera la peculiar apariencia del Petiso los hizo recordar que hace apenas un año había estado ahí y de les había escapado.
Sin ambargo, su sed de sangre no acababa tan fácil con encarl¿celamientos o amenazas, ya que días después, fue sorprendido tratando de ahogar a un niño de dos años y más tarde, con un cigarro le quema los párpados y globos oculares a Julio Botte, de 22 meses.

Impune de todas su fechorías gracias a la incompetencia de las autoridades, son sus padres los que eventualmente empiezan a rogar a la policía para que lo ingresen a la cárcel debido al miedo constante a ser víctimas de su violencia y sadismo, es decir, a que regresara por venganza.
La policía se apiada de ellos y Santos es enviado a una correccional de la cual sale dos años después, más violento y peligroso que antes.

En 1912 recién salido de la correccional, Santos desata en una espiral de violencia, donde mezcla sus dos grandes “pasiones”: matar y la que descubriera en el correccional, el fuego.

Incendia una bodega y un total de 7 edificios. Enceguecido por su sed de sangre, asesina a Arturo Laurora, de 13 años; a Reyna Vaínicoff, de cinco años, y a Gesualdo Giordano, de 3 años. Trata de matar a otros infantes y apuñala hasta la muerte a una yegua embarazada.

El 4 de diciembre de 1912, Santos es finalmente detenido. Frente a la policía reconoce solo cuatro asesinatos y un sin número de intentos de asesinato.
Por su edad (16 años), el juez dictaminó que era culpable pero se apiadó y lo mandó a un centro médico para enfermos mentales. Grave error. En los primeros días en el hospital trató de matar a dos personas más: dos inválidos.
Fue enviado de inmediato a la Penitenciería Nacional. Pasó por varios centros carcelarios, donde soportó constantes abusos sexuales y acoso dada su imposibilidad de establecer vínculos con la gente y su apariencia caricaturesca.

En 1927, un grupo de médicos le efectuó una cirugía estética para achicarle las orejas, pues creían que ahí radicaba su incontrolable maldad. Obviamente, la operación no arrojó los estúpidos efectos esperados por los profesionales.

A los 17 años fue enviado a prisión y pasó ahí el resto de su vida, a los 48 falleció asesinado en la cárcel. Fue golpeado hasta la muerte por un denso grupo de reclusos, luego de que Santos asesinara a un gato que era la mascota de todos los reos.

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