jueves, 11 de junio de 2020

LA HISTORIA DE LOS CONSOLADORES!!!

Allá por el año 23000 a. C. ya existían los consoladores. Otros lo datan de 35.000 años, pero no quedó nadie para certificarlo. Sí, los más antiguos datan de esa época y fueron encontrados en la cueva de Hohle Fels, en Ulm, Alemania.
Según los científicos que los analizaron, estos consoladores fabricados en piedra, brea o madera servían para ayudar en las relaciones sexuales durante la Edad de Hielo. (Lógico, no?, Con el frío que hacía…)
En el Antiguo Egipto, la mismísima reina Cleopatra también tenía juguetes sexuales. Se dice que empleaba una especie de rollo de papiro lleno de abejas, que al zumbar le proporcionaban placer. (Dicen las malas lenguas, que una vez la vieron salir corriendo desesperada, porque se le había agujereado el papiro)
También cuenta un rumor que Julio Cesar le regaló un consolador de oro macizo.
La imagen más antigua que referencia inequívoca sobre el uso de lo que hoy se conoce como consolador es un un vaso griego del siglo VI a. C. en cuya decoración se ve una mujer inclinada haciendo una felación, mientras otro varón le introduce un consolador. En otro vaso griego del siglo V a. C., se ve una mujer utilizando un consolador. Posiblemente se trataba de olisboi, reproducciones fálicas, a menudo realistas, que se fabricaban en cuero, en piedra o madera talladas.
Todos conocemos de sobra los beneficios del aceite de oliva, pero lo que seguramente muchos desconozcan es que, además de para dar sabor en la cocina, también daba vida en la alcoba. Y es que el aceite de oliva fue uno de los primeros lubricantes de la historia, ya se empleaba entorno al 350 a. C. para evitar roces y situaciones dolorosas durante los jueguecitos sexuales.
En la obra de teatro 'Lisístrata', Aristófanes les llama 'consoladores de viudas' y en Roma tenían mucho protagonismo en la noche de bodas. La madre de la novia proporcionaba a la nueva pareja de todos los elementos esenciales para que el sexo se produjera satisfactoriamente y no hubiera ningún problema. Debajo del lecho conyugal se colocaba un bote de miel para dar energía al novio, menta que es un potente afrodisíaco y una imagen de madera del Dios Priapo, deidad de la fertilidad, siempre representado con un pene erecto.
En Oriente Medio también existía la figura del consolador, aunque variaba la forma de fabricarlo: estos juguetes sexuales estaban hechos en la antigüedad con heces de camello secas y recubiertas de resina.
Pero el consolador, además de juguete sexual, tuvo una función médica en la antigua Grecia también. Platón e Hipócrates ya hablaban de un fenómeno llamado histeria. Se referían al malestar producido en el útero, que era considerado un animal que vagaba libre por el cuerpo de las mujeres causando distintas enfermedades, y se curaba aplicando masajes en los genitales. Sin embargo, a veces, durante la Edad Media la histeria se consideraba cosa de brujas y se curaba en la hoguera. 
En el siglo XIX regresó con fuerza la afección de la histeria en las mujeres, y por aquella época se trataba con lo que se llamaba “masaje pélvico”, estimulando los genitales de aquellas que padecían este mal. Y estos masajes que realizaban médicos y matronas, en ocasiones llegaban a durar una hora hasta que la paciente alcanzaba el orgasmo o “paroxismo uterino”, por lo que si tomamos en cuenta que si tenían diez o quince pacientes por día, el cansancio muscular en manos y brazos llegaba a ser extenuante, y por  ello, en 1880, un médico británico llamado Joseph Mortimer Granville inventó una máquina eléctrica que conseguía, en tan solo 10 minutos que las pacientes llegaran al ansiado paroxismo. Se había inventado el primer consolador mecánico.  Así, este precursor de los vibradores proporcionaba orgasmos a las mujeres para que así recobraran la cordura (y la sonrisa).

La Italia del renacimiento no solo nos dejó grandes obras de arte, sino también las primeras sex shop. Las mujeres acudían a estos establecimientos para adquirir sus juguetes sexuales hechos de madera. Claro que, en muchos casos, la madera requería de grandes dosis de aceite de oliva como lubricante para facilitar el tema.

Y no solo eran las italianas quienes disfrutaban de estos singulares compañeros, el producto también se exportaba por algunos países europeos, como Inglaterra.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Hitler ordeno entregar muñecas hinchables para compensar la tensión que sentían las tropas nazis y así evitar que contratasen los servicios de prostitutas parisinas y contrajeran enfermedades (obviamente esas muñecas, eran rubias y de ojos celestes).







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