“Subirse al carro del triunfo”
Concepto con el que suele castigarse la
actitud de aquellos que pretenden arrogarse parte de un éxito que no les
corresponde.
El triunfo (triumphus) era una ceremonia
civil y un rito religioso de la antigua Roma, que se llevaba a cabo para
celebrar y consagrar públicamente el éxito de un comandante militar que había
conducido a las fuerzas romanas a una victoria al servicio del Estado u,
original y tradicionalmente, a uno que había culminado con éxito una campaña
militar en el extranjero.
El día de su triunfo el general lucía una
corona de laurel y la toga picta triunfal, púrpura y bordada en oro, que lo
identificaba como casi monarca o incluso divino. Desfilaba montado en un carro
tirado por cuatro caballos por las calles de Roma con su ejército sin armas,
los prisioneros y su botín de guerra. En el templo de Júpiter, en la colina
Capitolina, ofrecía al dios un sacrificio y las pruebas de su victoria. La “mos
maiorum” (que se traduce como "la costumbre de los ancestros")
republicana requería que, a pesar de estos extraordinarios honores, el general
se comportara con digna humildad, como un ciudadano mortal que triunfó en
nombre del Senado, el pueblo y los dioses de Roma. Inevitablemente, el triunfo
brindaba extraordinarias oportunidades para la promoción personal, además de
sus aspectos religiosos y militares, pero como podemos ver, incluso hasta el
día de hoy en cualquier mitin político, siempre hay gente que intenta figurar a
su lado como partícipe de ese triunfo que en realidad no le pertenece.
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