Fue ideado por Julio César y
construido por Augusto en el año 13 o 11 a.C. Fue el primer teatro de la
capital permanente y de piedra, pues hasta entonces habían sido provisionales y
de madera, y fue dedicado a Marco Claudio Marcelo, sobrino de Augusto, en un
acto de piedad, ya que este príncipe murió prematuramente en el 23 a. C.
Era uno de los tres grandes teatros
permanentes de la antigua Roma y tenía una capacidad para casi 20.000
espectadores, midiendo 32,60 metros de altura, dispuestos en tres pisos, el
tercero de los cuales se realizó en forma de ático ciego con pilastras
corintias.
Su estilo sobrio fue modelo para la
construcción del Coliseo, utilizando el mismo tipo de piedra, Travertino de la
cantera de Tívoli.
Los dos primeros pisos eran de orden
dórico y jónico respectivamente, dotando el edificio de cuarenta y una arcadas.
El teatro fue terminado el 13 a. C.
y formalmente inaugurado el año 12 a. C.
Construido en la zona de Circo
Flaminio, la elección del lugar junto al Pórtico de Octavia y el templo de
Apolo Sosiano, viene determinada por este último edificio, al dedicársele a
Apolo las representaciones teatrales.
El teatro Marcelo constituye una de
las grandes obras arquitectónicas del principado. Junto al teatro de Balbo el
Joven (que se ubicaba muy próximo a él) y el teatro de Pompeyo evidencian la
clara apuesta de Augusto por la cultura griega.
Aunque en determinadas ocasiones,
Augusto ofrecía al público espectáculos más acordes con la mentalidad romana
(como las luchas de fieras y gladiadores, la representación de batallas o las
naumaquias), su principal objetivo era fomentar por encima de todos ellos el
teatro, en un afán de intentar superar a los griegos y convertir a Roma en la
capital cultural del imperio. Asimismo, lo concibió como el lugar idóneo de
encuentro con el pueblo, es decir, aquel en el que los poetas leales a Augusto
cantaban las gestas del elegido por los dioses para inaugurar una nueva era.
Por otra parte, el teatro se convirtió en el púlpito donde el pueblo a través
de aplausos o protestas aprobaba la gestión de un Príncipe muy dispuesto, tanto
a aceptar los unos como a escuchar las otras. Así quedaba patente que el primer
ciudadano accedía gustoso a dialogar con un pueblo, que precisamente por este
motivo lo adoraba y respetaba.
Resultó dañado en el Gran incendio
de Roma del año 64, así como durante las luchas entre Vespasiano y Vitelio.
Finalmente abandonado a principios del siglo IV y rápidamente fue utilizado
como cantera, pues ya en el mismo siglo IV sus bloques se utilizaron para
reparar el puente Cestio.
En el año 1150 fue transformado en
fortaleza, lo que le evitó futuras destrucciones. En el siglo XIII, el edificio
fue ocupado por la noble familia Savelli; en el XVIII pasó a ser propiedad de
los Orsini. El hermoso palacio renacentista que ocupa el tercer piso de la
fachada externa de la cavea es obra del arquitecto Baldassarre Peruzzi. Más tarde pasaría a convertirse en casas
humildes. Estos cambios han hecho que se pierda el interior del teatro.
De los tres teatros existentes en la
época de Augusto (Pompeyo, Balbo y Marcelo) es el único que conserva parte de
él hoy en día.
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