Por quinta vez consecutiva, me han
bloqueado en los grupos de facebook, que simplemente tratan sobre temas
teatrales, de los cuales dos de los mismos, yo mismo he creado. No
he publicado más que el agradecimiento a quienes se han acercado a los mismos y
el anuncio sobre mi Blog. Pero parece
que cualquier cosa que publique será pasible de censura, porque es deducible
que ya no importa el tema, sino la persona a censurar.
Siempre he admirado a Moliere y por varios
motivos. En el 2022 se cumplirán 400
años de su natalicio. A él también lo han censurado salvajemente aquellos
mismos a quienes criticaba con sus obras.
Más allá de la calidad indiscutible de sus
comedias, una de los hechos que me han llamado siempre la atención, es que las
representaba, -incluso él mismo como actor también-, en el mismo palacio real y
con temáticas que herían egos y dejaban en evidencia a personajes de la corte,
eclesiásticos, burgueses y médicos que asistían a la representación,
mancomunados bajo el manto que los cubría a todos sin excepción: la hipocresía.
Según la Real Academia Española, hipócrita
es aquel que actúa con hipocresía, es decir, que finge sentimientos o
cualidades que, en realidad, contradicen lo que verdaderamente siente o piensa.
El concepto de hipocresía proviene de un
vocablo griego que hace referencia a la función de desempeñar un papel, de
actuar. Es, en definitiva, un fingimiento de sentimientos, ideas y cualidades
-generalmente positivos- pero que en realidad son contrarios a los que se
experimentan en la intimidad del ser.
Moliere fue –y no solo a través de sus
comedias- terriblemente despiadado con la pedantería de los falsos sabios, la
mentira de los médicos ignorantes y la pretenciosidad de los burgueses
enriquecidos. Por eso fue tan perseguido.
Incluso a su muerte, no tenía permitido por
la iglesia ser enterrado en un lugar santo (llamado cementerio) justamente por
ser actor, quienes -decían los eclesiásticos-, estaban poseídos por el demonio.
Tuvo que interceder el Rey para lograrlo, aunque con algunas condiciones. Fue enterrado en un rincón apartado, donde se
sepultaban los niños no bautizados.
Hasta tanto llegaba el odio.
Pero lo que nunca pudieron enterrar, fue su
lucha y sobre todo sus sarcasmos y verdades que cruzaron fronteras de lugar y tiempo hasta
llegar a nuestros días:
“La
hipocresía es el colmo de todas las maldades”.
“Médicos. Hombres de suerte. Sus éxitos
brillan al sol... y sus errores los cubre la tierra”. (Aplicable sin duda
alguna también a los gobernantes)
Será que la hipocresía se ha adueñado de la
totalidad de los políticos (aparentemente condición “sine qua non” para
desempeñarse como tal), muchos periodistas, gente influyente, medios
comunicacionales, etc., y hasta de mucha gente del llano, que intenta vanamente
justificar y/o apoyar a esos mismos gobernantes corruptos, que los han arrojado
a la indigencia intelectual, anulándoles su capacidad de independencia de
pensamiento, a cambió de determinadas dádivas personales o promesas
inalcanzables, aplicando de forma magistral los preceptos de la propaganda
nazi.
Moliere también exaltó siempre la juventud,
a la que quiso liberar de restricciones absurdas. Muy alejado de la devoción o
del ascetismo, su papel de moralista termina en el mismo lugar en el que él lo
definió:
“No sé si no es mejor trabajar en
rectificar y suavizar las pasiones humanas que pretender eliminarlas por
completo”, y su principal objetivo fue el de
“hacer reír a la gente honrada”.
Puede decirse, por lo tanto, que hizo suya
la divisa que aparecía sobre los teatritos ambulantes italianos a partir de los
años 1620 en Francia, con respecto a la comedia: Castigat ridendo mores:
“Corrige las costumbres riendo”.
Tal vez será por eso que me identifico
tanto con él. Yo también planteo en mis comedias la hipocresía como “el colmo
de todas las maldades”.
Como diría Vittorio en “Lotería”: “muy
lejos de mis beatos pensamientos” el equipararme o hacer alguna comparación con
el padre de la Comédie Française. Pero lo cierto es que aunque nuestros
trabajos se diferencian por tiempo y espacio entre otras cosas, también se
puede decir que se unen en el acerbo popular (sí, acerbo con “b”, que significa
despiadado, incisivo, duro, implacable, intransigente), las cuales -también en
mis comedias-, desenmascaran la enorme hipocresía que impera en todos los
niveles de la sociedad, a través de sus más variados personajes: políticos,
curas, alcohólicos, machistas, moralistas, mujeriegos, infieles, discriminadores
de homosexuales, etc. Y estoy hablando de TODAS mis obras, sin excepción
(incluyendo las que algunos consideran “sólo para reír”, pero que si escarban
un poquito, tal vez algo los sorprenda. Como quien dice: “El que busca,
encuentra”).
Sí, se podría afirmar que he aprendido
mucho de Moliere y en gran medida –sin proponérmelo- he tratado de emularlo en
muchas de sus luchas.
No creo que logre lo que el gran maestro
tampoco pudo: disminuir la hipocresía a ínfimos niveles, pero de todas formas
continuaré su lucha, por más que quieran hacerme callar con la censura
despiadada que impera actualmente en las redes sociales (sobre todo la de facebook)
que casi cotidianamente me bloquea a través de sus “soldados de la vigilancia
cibernética”, tal vez, para que no hable tanto.
Felices de ellos que no me sigue tanta
gente… aunque para mí no tiene mucha importancia el número, sino la calidad de
esa gente, pero nunca se sabe. Tal vez
algún día seamos muchos –con esa misma calidad- los que creamos en la verdadera
libertad de pensamiento y expresión, y la censura, -que nos han querido imponer-,
quedará en los anales de la historia… y en la de ellos, porque allí es donde se
la van a tener que meter.
H.D.M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario