1) El Día de la
Madre
Este día festivo no tiene un origen comercial. Desde la antigua Grecia,
ya existían celebraciones que homenajeaban a Rea (madre de Zeus, y considerada
matriarca de todos los dioses) pero, con el pasar del tiempo, esta fiesta
ancestral se perdió. El Día de las
Madres, tal como lo conocemos hoy, surgió a principios de Siglo XX en
Estados Unidos como un homenaje a las mujeres que habían perdido a sus hijos en
la guerra civil.
El 12 de mayo de 1907, dos años después de la muerte de su
madre, Ana María quiso conmemorar el fallecimiento y organizó un día de la
madre para hacerlo. A partir de entonces encabezó una activa campaña que fue
extendiéndose a todo el territorio de los Estados Unidos. Finalmente, siete
años después logró que el presidente Woodrow Wilson recogiera la iniciativa y
la promoviera él mismo hasta volver la conmemoración un día de fiesta para las
madres en lo general. Así fue gestado el día internacional de la madre que
después fue encontrando eco en otros países que lo adoptaron hasta tenerse la
celebración conocida en la actualidad.
Hacia 1920, Ana María Jarvis se percató de la comercialización
generalizada de la idea de su madre y manifestó su desacuerdo con las
motivaciones que fueron dándose para la conmemoración. Esto la hizo luchar en
contra de este proceso que consideraba ilegítimo, hasta el punto de que en
alguna ocasión fue arrestada por perturbar la paz debido a sus manifestaciones
ruidosas.2 Ella y su hermana Ellsinore, usaron su herencia y los recursos de
que disponían, para hacer campaña en contra de las celebraciones comerciales
del día de la madre. Se quejaba amargamente del simbolismo negativo que
representaba el enviar tarjetas pre-impresas para celebrar a las madres en su
día. Decía:
“Una tarjeta impresa no significa más que se es demasiado indolente para
escribirle de puño y letra a la mujer que ha hecho por uno más que nadie en el
mundo”
Anna Jarvis.
Ana María Jarvis nunca se casó y no tuvo descendencia.
2) La herradura de
la suerte
Existen registros de que la herradura ya era considerada un amuleto
poderoso desde la Grecia antigua. Primero, porque era hecho de hierro, elemento
que según los griegos los protegía contra el mal. Además, su forma recordaba la
luna creciente, símbolo de la fertilidad y la prosperidad. Los romanos,
herederos de gran parte de las tradiciones griegas, también adoptaron esa
superstición y la extendieron por su imperio.
Los cristianos europeos, a su
vez, adjudicaron su origen a San Dunstan de Canterbury (924-988), monje y
arzobispo ingles conocido como un gran estudioso de la metalúrgica, habiéndose
especializado en técnicas de fabricación de campanas. Según la leyenda, Dunstan
le habría colocado herraduras al propio Diablo y solamente se las sacó después
que el demonio le prometiera que jamás se volvería a acercar a ese objeto.
Según la tradición, la herradura de la buena suerte debe ser colocada arriba de
la puerta, con las puntas hacia arriba, de lo contrario la suerte se irá. Pero
en algunos países, se cree que la herradura debe estar puesta hacia abajo, para
que la suerte se expanda por toda la casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario