sábado, 29 de agosto de 2020
miércoles, 26 de agosto de 2020
EL ORIGEN DE LA PALABRA "CUARENTENA"
La palabra cuarentena está formada
por el sufino -ena sobre la palabra cuarenta y esta del latín quadrantiga.
Quadrantiga, a su vez, es un
compuesto que significa "cuatro veces diez" compuesto de la raíz
quattuor que es de origen indoeuropeo (Kwetwer), y del elemento -ginta presente
en los numerales latinos de decenas (viginti, triginta, quadraginta,
quinquaginta,…)
Se refiere a un periodo
(generalmente de cuarenta días) en el que e aisla a personas, bichos o animales
por razones sanitarias.
Oímos hablar de este término desde
la antigüedad.
La importancia del tabú de la
impureza de las secreciones femeninas era tal que su ritmo marcó directamente
los tiempos de los israelitas, tanto en su relación con la semana de duración
estimada de las secreciones menstruales, las cuatro semanas o mes lunar que
marca el ciclo menstrual y el calendario judío o festividades de celebración
como el Adviento, o el número cuarenta que, contabilizado en días o en años,
marca los periodos bíblicos y católicos de retiro o aislamiento.
El más directo es la celebración de
la Fiesta de la Candelaria el dos de febrero o celebración de la Presentación
de Nuestro Señor en el Templo, cuarenta días después de la navidad, con la que
en muchos lugares cierra el ciclo de celebraciones navideñas. La Iglesia
Ortodoxa celebra también dentro de sus doce festividades oficiales anuales, el
nacimiento de María el 8 de septiembre y su presentación en el Templo el 21 de
noviembre, después de un puerperio de casi ochenta días por tratarse de un
nacimiento de niña.
Pero se relaciona también con las
seis semanas que van del domingo de Cuaresma o de Cuadragésima al Domingo de
Resurrección (o los cuarenta días, sin contar domingos, que van para la
liturgia católica del miércoles de ceniza al domingo de Resurrección o,
contando los domingos, para la liturgia ortodoxa, del lunes de cuaresma al
domingo de resurrección), y que rememora los cuarenta días de aislamiento de
Jesucristo en el desierto, o con las seis semanas que distan de la Pascua a la
festividad de la Ascensión. Así como con los referentes del Antiguo Testamento
de los cuarenta días que llovió durante el Diluvio Universal, o los cuarenta
días que pasó aislado Moisés en el Monte Sinaí antes de bajar con las tablas de
los Diez Mandamientos, o los cuarenta años que vivió Moisés como pastor en
Madián, o los cuarenta años del éxodo judío vagando por el desierto.
Esta tradicional asociación
religiosa del número cuarenta al concepto de aislamiento fue el único motivo
que llevó al gobierno de la ciudad de Venecia en 1348, en el primer brote de
Peste Negra que asoló Europa a determinar esta duración para el aislamiento
preventivo de los buques que llegaban a su puerto.
Desde entonces el término
"cuarentena" mantiene ese doble significado de manera independiente.
Por un lado como aislamiento preventivo de enfermedades infecciosas, con una
duración totalmente ajena a esos cuarenta días y relacionada con la duración
del periodo de incubación de la enfermedad en cuestión, y, por otro, manteniendo
la duración de cuarenta días o seis semanas pero, afortunadamente, sin las
connotaciones de impureza y necesidad de aislamiento, el periodo puerperal de
normalización y desaparición de los cambios fisiológicos producidos en el
cuerpo de la mujer desde su embarazo.
LA PARADOJA SORITES
Una poco conocida paradoja pero que
sin embargo resulta útil a la hora de tener en cuenta el uso del lenguaje y la
existencia de conceptos vagos. Creada por Eubulides de Mileto, esta paradoja
trabaja con la conceptualización del concepto montón.
Concretamente, se propone dilucidar
cuánta cantidad de arena se consideraría un montón. Obviamente un grano de
arena no parece un montón de arena. Tampoco dos, o tres. Si a cualquiera de
estas cantidades le añadimos un grano más (n+1), seguiremos sin tenerlo. Si
pensamos en miles, seguramente sí consideraremos estar ante un montón. Por otro
lado, si a este montón de arena le vamos quitando grano a grano (n-1) tampoco
podríamos decir que estamos dejando de tener un montón de arena.
La paradoja se encuentra en la
dificultad para hallar en qué punto podemos considerar que estamos ante el
concepto “montón” de algo: si tenemos en cuenta todas las consideraciones
anteriores un mismo conjunto de granos de arena podría tanto clasificarse como
montón como no hacerlo.
¿POR QUÉ SE PELEARON LOS HERMANOS ADOLF Y RUDOL DASSLER (LOS CREADORES DE "ADIDAS" Y "PUMA")?
Adidas y Puma: la historia de un
odio fraternal
Los hermanos Rudolf y Adolf Dassler
se pelearon y crearon ambas marcas. Su pelea dividió Herzogenaurach, "la
ciudad de los cuellos doblados". La nueva batalla se traslada a los
tribunales por una patente de zapatillas.
Hablar de rivalidad fraternal entre
Rudolf y Adolf 'Adi' Dassler es quedarse muy corto. Los hermanos que fundaron
la empresa que antecedió a Adidas fueron un caso único de odio que desencadenó
en su separación y la creación de Puma por parte de Rudolf y un grupo de
empleados leales. Ahora, una disputa por una patente ha revivido las viejas
rencillas que datan de los años 40 y con la II Guerra Mundial como detonante.
La historia se remonta al final de
la I Guerra Mundial. Los hermanos volvieron a su localidad natal de
Herzogenaurach, localidad bávara famosa por sus zapatos cercana a Nuremberg, y
lanzan su propia empresa de zapatos (su padre ya era zapatero) en los años 20
con el nombre de Hermanos Dassler, con la obsesión de hacer zapatillas para
correr.
La empresa prosperó, incluso con la
llegada al poder de Adolf Hitler (ambos hermanos se afiliaron al Partido Nazi),
llegando a su momento culmen en los JJOO de Berlín en 1936, cuando Jesse Owens
calzó sus zapatillas y ganó la medalla de oro en los 100 y 200 metros, salto de
longitud y los relevos.
Pero los problemas llegaron con la
II Guerra Mundial. Rudolf fue llamado a filas y tuvo que combatir en Polonia,
mientras su hermano Adi se ocupaba del negocio, que como tantos otros, se
transformó para ayudar en los esfuerzos de guerra de Alemania. De hecho, todo
el pueblo se dedicó a hacer desde componentes para misiles a ropa para el
ejército. El cometido de los Dassler fue más curioso: el Panzerschreck, la
versión nazi del bazooka estadounidense.
Precisamente en la ocupación
americana la clave fue la esposa de de Adi, Käthe, que convenció a las tropas
de que ellos solo querían hacer zapatillas de deporte. Pero Rudolf estaba
convencido de que había sido su propio hermano el que había conspirado para que
le enviaran a la guerra y le culpó del año que pasó en prisión tras ser
capturado por los estadounidenses, que la acusaron de pertenecer a las SS.
Rudolf estaba convencido de que Adi
le había delatado, lo que amargó en una guerra personal entre ambos, con
acusaciones cruzadas de pertenencia al partido nazi.
Los hermanos se mantuvieron 'unidos'
hasta 1948, compartiendo incluso el hogar con sus respectivas familias, pero la
situación era insostenible. Rudolf decidiría dejar la compañía ese año y formar
Ruda (acrónimo de Rudolf Dassler), que finalmente se llamaría Puma. Adi, por su
parte, relanzó la compañía como Adidas (acrónimo de Adi Dassler).
Rudolf no se fue muy lejos, de hecho
se quedó en el mismo pueblo de Herzogenaurach, pero al otro lado del río, y su
rivalidad se trasladó a todos los habitantes. Había que ser de Adidas o de
Puma, y cada equipo tenía sus bares e incluso clubs de fútbol separados. Si
eras de Adidas no te podías casar con alguien de Puma.
De hecho, se la consideraba la
"ciudad de los cuellos doblados" porque los vecinos miraban al suelo
para ver que zapatillas calzaba el otro antes de saludar. Una situación que
recordaba a la de Irlanda del Norte entre católicos y protestantes.
De hecho, las leyendas y mitos
alrededor del origen del odio fraternal surgieron como champiñones: unos
hablaban de que Adi se acostaba con la mujer de Rudolf, o de que Rudolf fuera
el verdadero padre del hijo de Adi. Otros decían que Adi había cazado a Rudolf
robando dinero de la caja.
La guerra, sin embargo, podría haber
sido también el catalizador de una competencia entre hermanos que les llevó a
revolucionar la industria del deporte, especialmente con el uso de estrellas
para promocionar sus marcas, algo que nadie hasta entonces había hecho (y lo
que probablemente hizo que Nike después les comiera tanto terreno tras hacerse
con Michael Jordan, entre otros).
El odio entre ambas empresas se
trasladó a sus hijos, y después de la muerte de ambos hermanos todavía había
rencillas. Todo hasta que en 2009, cuando ambas familias ya habían perdido el
control de las compañías, empleados de ambas compañías decidieron jugar un
partido de fútbol, "un apretón de manos histórico", como lo
denominaron Adidas y Puma.
Pero esa tregua parece que ha
finalizado, y el campo de batalla son los tribunales. La semana pasada, un juez
alemán rechazó la petición de Adidas de impedir a Puma comercializar su nueva
línea de zapatillas por utilizar una tecnología en sus suelas similar a las de
su línea "Boost".
Ambas compañías trabajan con el
gigante químico BASF en una nueva espuma de poliuretano que BASF asegura que es
tan elástica como la goma pero más ligera, lo que permite unas suelas idóneas
para las zapatillas de running, mullidas y que amortiguan los impactos.
BASF firmó un acuerdo en exclusiva
con Adidas en 2011, lo que forzó a Puma a buscarse las castañas en EEUU, donde
se unió a Huntsman Corp, quien desarrolló su propia tecnología. Adidas ha
demandado a Puma, aunque la propia Puma también lo ha hecho contra Adidas, acusándole
de apropiarse de su trabajo previo con BASF. Las hostilidades continúan 70 años
después.
LA HISTORIA DE LA “CUARENTENA”
(Si encuentra alguna similitud con
la actualidad, me avisa)
En la antigüedad, ante la
vulnerabilidad de la población y la ausencia de tratamientos efectivos, la
única forma de evitar el avance de una enfermedad era impedir el contacto recurriendo
a las cuarentenas. Este método que aún muestra su eficacia en la actualidad
comenzó a usarse con la llegada de la peste negra con el comercio del
Mediterráneo.
Las ciudades-estado comenzaron a
impedir el acceso de ciertos colectivos, como comerciantes, leprosos y judíos.
Romper este cordón sanitario conllevaba la pena de muerte, impuesta por los
guardias armados en los accesos a la ciudad y sus rutas de tránsito. Los sanos
y los enfermos se separaban inicialmente en los campamentos improvisados, aunque
los detalles particulares del aislamiento variaban de una ciudad a otra.
La cuarentena más antigua que se
conoce sucedió en el 532 d.C., cuando el emperador Justiniano decretó que la
gente de zonas contaminadas que quisieran entrar en la ciudad de Constantinopla
debían purificarse en localidades especiales y recibir un certificado de salud.
En el 1127 aparece el primer caso de
cuarentena de 40 días en Venecia
Cuando llegó sur de Italia en 1347,
no se permitió que atracaran barcos de zonas sospechosas.
El 20 de marzo de 1348, Venecia
cerró el puerto a todos los barcos sospechosos y aisló sistemáticamente a los
viajeros y barcos en el puerto durante 30 días, periodo llamado trentina.
En 1377, fue en el puerto de la
República de Ragusa (Dubrovnik) donde se realizó la que generalmente se
considera la primera cuarentena, en este caso, a los viajeros por tierra. El
aislamiento también se extendió a 40 días en Marsella (1383), Venecia (1403) y
Mayorca (1471). El desarrollo de estas medidas se exportó al resto de Europa en
el siglo XV y XVI.
Aunque la práctica comenzara en la
república recientemente independizada de Venecia, la palabra cuarentena
proviene del veneciano del siglo XVI quaranta giorni, "cuarenta
días". Se barajan distintas posibilidades que explican la elección de ese
periodo. Una es que se basase en las teorías de Hipócrates y los 40 días
permitiesen distinguir entre las formas agudas y crónica de la enfermedad.
También pudo relacionarse con la teoría pitagórica de números. Otra explicación
pudo ser bíblica, ya que Jesús vagó 40 días por el desierto.
Además, la razón del aislamiento no
es porque creyesen en la transmisión entre las propias personas, sino para
evitar la corrupción atmosférica causada tanto por el cuerpo como por el alma.
No obstante, Girolamo Fracastoro comenta en De contagione et contagiosis morbis
(1546) que los contagios podrían deberse a pequeñas semillas que una persona
pasa a otra, aunque pudo basarse en teorías ya populares por entonces.
Las cuarentenas no eran bien recibidas.
Los ricos solían irse de las ciudades, incluso cuando se creaba un impuesto
exclusivo para los que huían, y los pobres que no podían abandonarla amenazaban
con rebelarse. En general, los comerciantes y los trabajadores eran quienes más
se oponían a las cuarentenas. Para evitar los conflictos, se acordaba limitar
las restricciones, como fumigar la mercancía local, como la lana y el algodón,
en vez de destruirla. Los impuestos para obtener fondos para contener la
epidemia tampoco eran bien recibidos. La iglesia también jugó en contra, ya que
las autoridades debían evitar las procesiones y señalaban que la experiencia
era más práctica que la fe para combatir la propagación. También se llegó a
acusar de herejía las restricciones de asuntos eclesiásticos.
En el siglo XVI, los barcos obtenían
certificados de salud que declaraban que el último puerto visitado estaba libre
de la peste. Si además tenían el visado del cónsul del país de destino, podían
usar el puerto sin cuarentena.
Para el siglo XVIII, los periodos de
la cuarentena eran variables según el país, reteniendo a los viajeros mientras
disfrutaban de las restricciones burocráticas y donde la desinfección de las
cartas era usaba como recurso de espionaje político. No habría deseos de
estandarización de estos periodos hasta el siglo XIX en la Primera Conferencia
Sanitaria Internacional de París en 1851, aunque no fue hasta 1893 cuando se
llegó a un acuerdo entre Europa y los Estados Unidos.
Con todo, a pesar de no comprender
el mecanismo de propagación, la interrupción del bienes, barcos y equipaje, con
cientos de puntos de control, contuvo la enfermedad y la transmisión de la
tercera pandemia proveniente del imperio otomano.
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