Si hay algo que se puede decir que es
verdaderamente rico, es nuestro idioma castellano... además del pastel de papas,
pero lo referente a lo culinario lo vamos a dejar para otro momento porque esa
palabra suena un tanto desagradable (¿A quién se le ocurre poner la palabra
“culinario” a algo que es para comer?
La enorme y casi incontable cantidad de
palabras que posee nuestro idioma, no solamente aparentemente no nos sirve de
mucho, ya que por un lado utilizamos alrededor de trescientas palabras por día
(generalmente siempre las mismas, aunque hay algunas esposas que pueden llegar a
usar catorce mil quinientas, con tan sólo cinco segundos en medio para tomar
aire), sino que también, como si no fuesen suficientes, sentimos la necesidad
de inventar otras tantas para identificar lo ya existente, pero que no nos
gusta cómo suena, nos da vergüenza o no tenemos la menor idea de cómo se llama
ese “cosito” que se pone en el “coso” de la cosa grande, con rosca arriba y que
sirve para todo tipo de cosas. Muchas
veces los ferreteros tienen que exprimir su cerebro al máximo para identificar
qué cuernos estamos buscando, y cuando no usamos el “coso” le inventamos un
término que de a poco se va generalizando, hasta formar parte de la jerga
popular. Es así entonces que nos
encontramos comprando un “pendorchito” que se coloca en el “chukchik” y que
tiene como un “pirincho” sobresalido.
Sin embargo no existe un listado tan largo y
extenso como el que se utiliza para denominar partes del cuerpo, y en especial
los que tienen que ver con el sexo.
No sé si a nuestras abuelas y/o madres, les
daba vergüenza, temor, o simplemente lo hacían por desconocimiento, pero lo
cierto es que utilizaban términos absolutamente inventados para referirse a los
órganos genitales de los niños. Era así
que en lugar de llamar al pene y a la vagina por su nombre, usaban los términos
de “cuchufla”, “cuchufleta”, “Papona”, “tatucha”, “pitito”, “chichilo”, etc,
etc, etc.
Seguramente cada uno debe estar
reproduciendo su propia lista, ya que depende de su lugar y entorno, los
modismos van cambiando. Pero ninguno tan
amplio como cuando ya de grandes, intentamos referirnos a esos mismos órganos
genitales. No solamente sería
interminable la lista sino que además resultaría un tanto soez e inútil
reproducirla ya que todos la conocen y la utilizan a diario. Eso sí, casi nadie, salvo los científicos o
médicos las llaman vagina o pene y tan sólo en su vida profesional.
Como si esto fuera poco, tuvimos encima el infortunio
que aparecieron los aburridos que nunca faltan y que intentan destruir nuestro
exquisito idioma con nuevas estupideces semánticas como el “todes” “amigues”,
etc.
Más allá de las palabrejas que inventamos y
utilizamos diariamente, tienen también un lugar de privilegio en nuestro
vocabulario cotidiano, las onomatopeyas.
Las muy conocidas onomatopeyas, no son más
que la imitación que hacemos de los sonidos reales por medio del lenguaje, y
que nos sirve para ser mucho más explícitos a la hora de expresarnos. Es así que al llegar a casa luego de un agotador
día de trabajo, y nuestra mujer nos pregunta -¿Cómo nos fué?- la respuesta de un -Uffff!- es
suficientemente ejemplificadora. O
cuando para reflejar una torpeza de nuestra parte, si se nos han caído cuarenta
platos de porcelana al piso, tan solo decimos -Upsss!- O para detallar un golpe decimos “Ñácate”,
“Zás” o “Paf”.
El resultado final es que a pesar de tener
uno de los idiomas más ricos del mundo en cuanto a vocablos se refiere, cada
día utilizamos más palabrejas, onomatopeyas e interjecciones que las van
reemplazando (sin mencionar las estupideces semánticas anteriormente
mencionadas).
Tal vez ello se deba a un deseo inconsciente
de querer volver a nuestros orígenes indígenas, cuando de pronto nos escuchamos
a nosotros mismos en una conversación diciendo:
-Y buéh!-
-Chuik!-
-Uhhhh!-
-Eh?-
-Click!-
-Mmmm!-
-Glup!-
-Ahá!-
-Nop!-
-Fáaaaa!-
-Seeee!!-
-Tá!!-
-Buáh!-
-Ufffff!!!!-
-Bip!!!-
-Guauu!!-
-Bla-bla-bla!!-
-Eehhhh!
-Chin-chin!!-
-Chucu-chucu!!-
-Jáaa!-
-Naaaaa!!!!-
-Qué te puedo decir... No es como para “Haaaaaá”, pero “heeeeeeé”!!
H.D.M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario