miércoles, 29 de julio de 2020

¿SABÍA USTED QUE SHAKESPEARE JAMÁS ESCRIBIÓ UN MONÓLOGO?


 Así es. Aunque les parezca extraño, Shakespeare nunca escribió ningún monólogo en sus obras. 
Todos fueron "soliloquios", que aunque parezca una cuestión meramente semántica, para los teatreros esa sutil diferencia, adquiere una relevancia suprema.
En casi todas mis comedias y en varios momentos en algunas de ellas, he utilizado al escribirlas, los llamados “apartes”, “monólogos” o “soliloquios” y por varios motivos. En primer lugar porque aunque haya algunos autores que menosprecian en el teatro moderno estas formas dramáticas, estoy convencido que no solo son convenientes e importantes -si bien no siempre, sí lo son en determinadas oportunidades-, sino que además, si pretendemos de alguna forma plasmar en escena lo que ocurre en nuestra habitual actividad, las reacciones o lo que simplemente hace la gente en su vida real, no podemos bajo ningún concepto desterrar los apartes, monólogos o soliloquios, ya que solemos utilizarlos constantemente –muchas veces sin tomar conciencia de ello- en nuestro quehacer diario (en lo que me incluyo plenamente).
Cada vez que nos encontramos solos con nuestros pensamientos, cada vez que logramos apartarnos de la realidad que nos rodea y nos incomoda, molesta, enoja o simplemente algo o alguien nos hace felices, solemos hablar con nosotros mismos en voz alta y eso no es más que lo que he intentado en mis comedias, trasladar al escenario.
Como dije alguna vez en una nota periodística: "Los personajes reales, creíbles y cotidianos, son universales."
Vale la pena aclarar que cada uno de estos ítems (apartes, monólogos y soliloquios) tienen su importancia y una característica particular.
El aparte, es una variante del monólogo. Se trata de una intervención verbal de uno o varios personajes cuya peculiaridad es la de apartarse del juego dramático que se está desarrollando. En él, el personaje habla consigo mismo, pero parece que se dirige hacia el espectador. Se supone que su objetivo es exponer los secretos íntimos del personaje, pero también puede expresar superficialidades de sí mismo o de otros personajes, como asimismo puede hacerlo con otro personaje alejándose del resto. 
Es generalmente un comentario o explicación sobre la acción. 
El aparte puede estar o no marcado en el texto, ya que por ejemplo, en el teatro clásico no se marcaban, sino que se suponían. 
El teatro realista de los siglos XIX y XX optó en gran medida por prescindir de este tipo de recursos, pero otros distintos autores (como es mi caso) no han dudado en utilizarlo. 

Existen dos tipos muy claros de apartes: el aparte monológico y el aparte polilógico. El primero es el que se emparenta con el soliloquio y el monólogo, ya que lo realiza un solo personaje, haciendo una aclaración, pensando en voz alta, reflexionando, etc. pero siempre como si estuviera hablando consigo mismo, muy brevemente y sin ser escuchado más que por el público. Y el polilógico obviamente es el que llevan a cabo dos o más personajes, dejando en evidencia también para el público que el resto de los personajes no los escuchan y por lo general, ambos de corta duración. La forma en que se debe decir un aparte es exclusiva decisión del director, compatibilizada con las posibilidades del actor en cuestión y puede decirlo hacia el público, hablar mientras realiza una acción, etc.

El monólogo por su parte, es un recurso utilizado en todos los géneros literarios y puede encontrarse tanto en poesía, cuento, periodismo, ensayo, teatro, como en las novelas. 
En la escena unipersonal es el género dramático en el que un personaje reflexiona en voz alta expresando sus pensamientos, ideas y emociones al público, relata hechos y/o consecuencias, interactúa con ellos,saca conclusiones en voz alta, etc. 
Sirve para caracterizar a los personajes y por tanto (y aquí viene lo importante), posee un gran valor psicológico, al ser una herramienta de introspección.
Como dijimos antes, los monólogos surgen a cada instante en nuestra vida.
En nuestras caminatas, en la soledad del baño, en el dormitorio y en cuanto viaje realicemos, dialogamos con nosotros mismos para poder dilucidar los misterios que nos ofrece el día a día, planear estrategias, discusiones, las posibles respuestas que recibiremos, etc. e iremos reaccionando y hablando en voz alta en consecuencia como si estuviésemos vivenciando ese preciso momento. Más allá de los muy mentados monólogos de famosos personajes, teatralmente suele ser utilizado en diversas formas de estudio, de exámenes, de promoción personal y hasta de espectáculo propiamente dicho.
El soliloquio en cambio, aunque posee características similares, se diferencia del monólogo en aspectos fundamentales. 
Varias son las tendencias teóricas y académicas al respecto, Si bien muchos los igualan sosteniendo que son sinónimos, yo estoy convencido que esto no es así y doy una referencia al respecto que me mueve a aseverarlo.
Hasta la irrupción de Anton Chejov en la escena dramática a fines del siglo XIX y principios del XX, no se planteaban líneas de pensamientos de los personajes de la obra, ni subtextos o intencionalidades en lo que decían, sin que estuviera explícitamente escrito.
Todo era aclarado, explicado y hasta relatado de forma contundente y clara al público, por cada personaje en cuestión. Hasta tal punto esto ocurría, que en esos mismos textos no existían las pausas, como las conocemos actualmente, ya que no había lugar a la previa reflexión, y cuya eclosión debemos también a Chejov. 
Los personajes entonces decían cómo se sentían, qué hacían y sobre todo relataban y explicaban qué era lo que iban a hacer de aquí en más, sin dar ningún lugar a equívocos ni presunciones. Todo era dicho en esos "soliloquios". No se dejaba nada librado a la imaginación del espectador. El personaje "debía" explicar todo.  
Es así que los famosos mal llamados “monólogos” de Ricardo III o del mismo Hamlet, como muchos otros desde la antigüedad en las grandes tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, hasta finales del 1800, no son más que “soliloquios” en donde de forma unipersonal, cada uno de los personajes en cuestión aclaraban sus movimientos, su forma de pensar y sus futuras acciones, como una necesidad vital de expresarle al público lo que ocurrió, ocurre u ocurrirá de allí en más. 
Si bien esto parecería un monólogo, éste último está embebido de un sinnúmero de supuestas intencionalidades o subtextos emocionales que hasta la aparición de Chejov nunca existieron, y que recién cuando Constantín Stanislavsky abordó los textos del gran dramaturgo ruso, comenzaron a descubrirse e indagarse.
Por lo tanto, bien se puede afirmar que la aparición del monólogo, tal y cual lo conocemos hoy en día, también se lo debemos (entre muchas otras cosas) al inmortal Chejov.
Hoy en día, muchos realizan esos soliloquios de Shakespeare, como si fueran monólogos, con pausas, intencionalidades de distintas líneas de pensamientos, etc., y ello corre por cuenta exclusiva del director. Pero no fue así como las escribió el gran dramaturgo inglés.
Así como en el arte nadie puede ser cuestionado por su subjetividad, tampoco está demás conocer determinadas cosas, para que cuando subamos a un escenario, los actores sepamos exactamente qué, cómo, por qué y cuándo diremos cada parlamento.

H.D.M.

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