viernes, 31 de julio de 2020

¿SABÍA QUE HAY UNA FRONTERA QUE PASA POR EL MEDIO DE UN TEATRO?


Mientras la representación transcurre en Canadá, el público está sentado en Estados Unidos!!!

Desde luego, la frontera entre ambos países es la más larga del mundo, contando con 8.893 kilómetros, no obstante, la parte más interesante entre ambas, es la Biblioteca Haskell, donde la frontera pasa al medio de ella, siendo marcada por una línea divisora de color negro, que establece límites legales muy definidos.



La entrada de esta biblioteca se encuentra en Estados Unidos, mientras que la salida de emergencias le pertenece a Canadá, también la biblioteca posee un teatro, en el cual su atractivo es que está dividida entre ambos países, así mientras se presencia un espectáculo que tiene su función en Canadá, el público se encuentra sentado en Estados Unidos.
La Haskell resulta ser una biblioteca como ninguna otra.
Se ubica entre dos naciones, al punto que se puede poner un pie en Estados Unidos y el otro en Canadá sin salir del edificio.
La línea negra que corre a lo largo del piso (una tira de cinta adhesiva) marca la frontera internacional: separa las ciudades de Derby Line, en Vermont, EEUU de Stanstead, en Quebec, Canadá, pero claro, sin controles fronterizos...
La puerta de entrada, los tableros de anuncios de la comunidad y los libros para niños están en Estados Unidos; el resto de la sala de la colección y la sala de lectura se encuentran en Canadá.
La cinta parece desgastada y no es de extrañar: es la fuente de atención de la biblioteca en todo momento.
No pasa una hora, según Nancy Rumery, directora de la institución, en que los visitantes no posen para una foto con la línea.
Últimamente, Rummer ha notado algo aún más extraño: algunos visitantes se paralizan antes de cruzar la raya negra, como si hubieran sido detenidos por un campo de fuerza invisible.
Todo se debe, explica, a un rumor en internet que afirma que es ilegal cruzar la línea.

Pero lo cierto es que la biblioteca disfruta de su papel como zona de libre comercio para los humanos, un respiro de una frontera que, si bien no es exactamente la zona desmilitarizada de las dos Coreas, ya no es el sitio tranquilo que solía ser hasta hace unos años.
"Se supone que las líneas en un mapa son algo que nos separan, que nos dividen. Pero eso es lo que hace que Haskell sea un lugar tan espectacular. Sí, el límite pasa por el medio, pero une a la gente", afirma el canadiense Hal Newman.

Él es el exdirector de la contigua Haskell Opera House, que también se extiende a ambos lados de la frontera.
La ópera también está dividida por la frontera entre los dos países.
Es otro lugar inconcebible: el escenario está en Canadá, pero la mayoría de los asientos se encuentran en Estados Unidos.

De hecho, la frontera atraviesa algunos de esos asientos, lo que hace de Haskell "la única casa de ópera del mundo en la que puedes tener una mejilla a ambos lados de la frontera", añade Newman.

Pero ¿cómo fue esto posible?
En realidad, detrás de estas extrañas construcciones no hay un accidente de cálculo fronterizo.

La familia Haskell construyó a propósito la biblioteca y la ópera a lo largo de la frontera hace más de un siglo para promover la interacción y la amistad transfronterizas.
Gestionar una empresa binacional es "absolutamente complejo", explica Rumery, quien, aunque es canadiense, usa "nosotros" cuando se refiere a a los nacionales de su país y a los de estadounidenses.

Existen tasas de cambio internacionales (la biblioteca acepta ambas monedas); hay dos conjuntos de reglas de seguridad diferentes y salir a almorzar requiere cruzar una frontera internacional.

Y Rumery debe negociar no solo con los lectores que buscan la última novela de Stephen King, sino también con la Real Policía Montada de Canadá y con agentes de la Seguridad Nacional de Estados Unidos o de la Comisión Internacional de Límites.

La biblioteca es más que una curiosidad geográfica: en esta era de tensión geopolítica y de nuevos muros, es un recordatorio de que las fronteras son ficciones creadas por humanos y que pueden ser tan reales y amenazantes como elijamos hacerlas.

El gran cambio en este soñoliento cruce fronterizo se produjo después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.

Las calles que atravesaban el cruce entre los dos países estaban cerradas al tráfico. Unas macetas gigantes se instalaron frente a la biblioteca para impedir el paso.

Hasta hace uno años, los residentes de la zona podían cruzar la frontera sin grandes esfuerzos.
Actualmente, un vehículo del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos se encuentra fuera de la entrada de la biblioteca las 24 horas del día.

Pero esto no impide que muchas personas separadas por la frontera hagan arreglos para encontrarse en la biblioteca y se abracen entre las copias de Philip Roth y Robertson Davies.

Entre los residentes persiste una tensión de nostalgia fronteriza. En el pasado, podías cruzar el límite entre los dos países sin esfuerzo.

Después del 11 de septiembre de 2001 se recrudecieron los controles migratorios entre los dos países.
En el pasado, los agentes de aduanas sabían tu nombre y te saludaban con una sonrisa

"Solía tener tantos amigos canadienses como estadounidenses", recuerda Buzzy Roy, el farmacéutico de Brown's Drug Store en Derby Line, "no pensabas en ellos como canadienses o estadounidenses. Eran solo amigos. En nuestras mentes, la frontera no existía".

Hoy en día, las dos ciudades aún comparten un sistema de agua; pero, aparte de buenos recuerdos, no hay mucho más.


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