lunes, 25 de enero de 2021

PROHIBIDO REÍRSE!!!

Desde la antigua Grecia (por razones filosóficas), pasando por la Iglesia (vaya a saber por qué razones) y hasta los estamentos de poder político (por obvias razones), la censura ha sido ejercida no sólo en el teatro (como ya hemos visto en la nota anterior) sino que ha intentado clavar sus ponzoñosos aguijones también en una de las más gratas expresiones humanas: la risa.  

Siempre sostuve (y lo seguiré haciendo) que  “un momento de carcajadas es un instante de felicidad y para quienes hacemos comedias, que sean felices, ya no es un deseo, es un deber!”

Antes de seguir, convengamos como primera medida que existen muy diferentes tipos de risa. 

Por ejemplo, entre la ocasionada por cosquillas hasta la risa causada por una buena broma, hay una gran diferencia. Existe también la risa sádica, que se burla del enemigo abatido o simplemente del individuo en desgracia y la risa burlona, la cual generalmente oculta envidias y complejos sentimientos. 

Pero existe también la risa que expresa simplemente la alegría de vivir.

Las personas con tendencia a reír son más vitales que las que no ríen. La prueba contundente pude verificarse con la actitud del público a la salida de un teatro, donde han visto una comedia muy graciosa.  Por eso aseguro que “una buena comedia no va a solucionar ninguno de sus problemas, pero les va a cambiar el humor para enfrentarlos nuevamente”

En este escrito me propuse reflexionar únicamente sobre la risa que es producto de

esa capacidad de reír, del sentido del humor ante una situación indolora e inofensiva, incluso ante una situación dolorosa para el propio individuo, pero a la vez irremediable, como lo puede ser una enfermedad. De hecho escribí una comedia con esas características (a pesar de la aprensión de alguna gente cercana que me recomendaba no hacerlo por lo cruel de la enfermedad en sí). El resultado fue “El virus de la carcajada” que luego de su estreno ha cosechado más que elogiosas críticas, por ser justamente un canto a la esperanza a través de la risa.

Resulta interesante reflexionar y revalorar este tipo de risa porque ella demuestra una cierta facultad para vivir la vida en el marco de lo que un maravilloso filósofo cosmopolita del siglo XVII -Baruj Spinoza- llamó la “laetitia”.  

Los afectos humanos básicos según Spinoza son tres: el deseo (cupiditas), el apetito (appetitus); y mancomunados en la tercera, la alegría (laetitia) y la tristeza (tristitia). A partir de estos tres afectos, se derivan el resto de los afectos humanos.

Si hacemos un recorrido a través de la historia de la filosofía, lograremos advertir que ella no ofrece un panorama muy agradable para la comprensión de la risa. Hasta antes de Baruj Spinoza, la risa fue vista con un desprecio inaudito. 

En el “Filebo” (un diálogo que trata sobre el rol del placer y la inteligencia en la vida conducida por el bien), Platón concluye que la risa es un vicio, en el cual se ve mermado el dominio de la psique sobre el cuerpo.  

En “La República” (el compendio de las ideas que conforman su filosofía), condena la risa violenta, esto es, la carcajada, por ser algo inconveniente, obsceno y perturbador. 

Aristóteles por su parte, dijo “La risa siempre es buena, es incluso un ejercicio corporal valioso para la salud. Lo que es cuestionable es lo que la produce. Es decir, lo malo no es reírse, es la vulgaridad que produce la risa”. 

Huelga decir que los padres de la Iglesia tampoco la valoraron en gran medida. Quizá baste con recordar al evangelista Lucas al asegurar que “quienes ríen ahora, llorarán después”. (Lucas, 6, 25) 

Para el cristianismo mejor no reír, ya que ésta no es una religión que considere la risa como un valor positivo para la vida: la vida es -al menos para esa religión ya institucionalizada-, un valle de lágrimas.

Siguiendo este mismo planteo, podemos mostrar durante la edad Media, las primeras “Reglas Monásticas del Siglo V”, cuyas referencias a la risa se encuentran en el capítulo dedicado al silencio.  En las Taciturnitas se lee: “La forma más terrible y obscena de romper el silencio es la risa, si el silencio es virtud existencial y fundamental de la vida monástica, la risa es una gravísima violación” 

Para San Benito, a partir del Siglo VI, la risa es contrapuesta a la humildad, ya que abandona el ámbito del silencio y es ubicada como algo contrario a la humildad y caridad cristiana. 

En el Siglo VI, en la Regula Magistri, en el capítulo en donde se hace referencia al cuerpo humano, se menciona a la risa de la siguiente manera: “Cuando la risa está por estallar hay que prevenir, sea como sea, que se exprese. O sea que, entre todas las formas malignas de expresión, la risa es la peor.” 

Baruj Spinoza dijimos, fue el primer filósofo en pensar algo verdaderamente positivo sobre la risa. Para este filósofo son dos los afectos fundamentales

de los cuales se derivan el resto de las emociones: la alegría y la tristeza. El

único camino posible hacia el perfeccionamiento, tanto del cuerpo como del espíritu, es el camino de la alegría: cualquier afecto derivado de la alegría, es positivo, mientras que ningún afecto derivado de la tristeza puede conducir a la perfección ni al bien.

De manera que para Spinoza la risa es un bien deseable y resulta benéfica para

el cuerpo y el espíritu.

Pero no todo termina allí.  Lamentablemente y hasta casi rayando la locura, el ámbito de la política también se ha sumado a éstas iniciativas de reprimir la risa a lo largo de la historia. 

Incluso hace muy poco, una funcionaria de un ministerio de salud, recomendó -para evitar el contagio del corona virus- “no cantar, gritar ni reír” (me rectifico: no está casi rayando la locura.  Es una locura total!)

La risa subvierte, devela, abre el cuerpo, permite mostrar la interioridad, por eso en la mayoría de las culturas las mujeres tienden a taparse más la boca al reírse que los varones; en todos los tiempos la risa fue de alguna manera prohibida, controlada, limitada, educada.  Hoy en día no me caben dudas que además de ser el mejor fertilizante para el trabajo creativo de los teatreros de comedias, las carcajadas son  también la mejor forma de producir endorfinas, serotoninas y dopaminas, las hormonas de la felicidad. 


En fin. Hagan lo que hagan, digan lo que digan y prohíban cuanto quieran, que nosotros seguiremos riendo y en lo posible con sonoras carcajadas.

Eso sí, cuando se encuentre en una butaca retorciéndose de carcajadas por una muy buena comedia, asegúrese de tener al lado una rodilla amiga donde aferrarse, porque el humor, cuando es compartido es más placentero!

H.D.M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario