lunes, 4 de enero de 2021

LA DOBLE INTENCIÓN ESTÁ EN LA MENTE DE CADA UNO!

Me preguntaron cierta vez si la jefa que tuve en alguna oportunidad, era una perra.  Desconozco qué clase de perros habrá conocido esa persona en su vida, pero los que yo tuve siempre fueron adorables.  Hacer tal comparación se me ocurre antojadiza y sin sustento, y no se condice con ninguna de las dos. 

Decididamente amo los perros.  En especial a las perras.  Según mi opinión, son el más claro y concreto ejemplo de amor incondicional y lealtad absoluta. Es simplemente mi verdad.  Tan respetable como la de aquellos que aman a otros animales.  

Por otra parte nunca entenderé porqué suelen mezclarse conceptos y adjetivos con animales, sobre todo cuando estos son utilizados con doble sentido de índole sexual -nada más lejos de mis beatos pensamientos como autor- y de lo que sería incapaz de hacer, a pesar de aquellos que aseguran sin tapujos, que soy un incapaz. 

La realidad demuestra que el reino animal ofrece una enorme cantidad de especímenes adorables.  Se entregan dóciles y sosegados a la ternura requerida, descontando a los humanos que también pertenecemos al mismo reino, cuya cuenta -si nos referimos a la cualidad de “adorables”-  se reduce considerablemente.  

Tal vez no sorprendería saber que entre tantos congéneres que nos rodean, hay muchos cuyas preferencias afectuosas -a lo largo de la historia y donde se erige como estandarte Calígula- se inclinan por los caballos, a los que brindan un enorme y constante cariño además de mucho esmero y atención.  Por supuesto también los hay amantes de las yeguas, a las que adoran montar asiduamente.  A tal punto llega aquella devoción por todo lo relacionado con lo ecuestre, que algunos hasta denominan así a sus mujeres.

Entre tantos otros, encontramos quienes se apasionan, prodigan y deshacen en ternura al acariciar  un conejo o una gran nutria y hacen de ello una verdadera manía, o esas personas cuya idolatría la depositan en las aves, a punto tal que sucumben al encantamiento de querer sostener el pájaro en sus manos, y si no logran asirlo como corresponde y éste se le escapa, optan por retenerlo y acogerlos con su jaula.  Dentro incluso de la misma rama de estos cariñosos apasionados, encontramos a los que específicamente están enamorados de la cotorra.  

Sin ser  menos que los anteriormente mencionados, les prodigan una increíble cantidad de atenciones y cuidados especiales, ejerciendo un auténtico celo en el trato, habida cuenta que las cotorras de por sí, son muy dadas con el ser humano, mostrando generalmente una actitud cariñosa y de apertura. No obstante, es fundamental ganar su confianza por lo que habrá que, generalmente y a pesar de algunas excepciones, pasar un tiempito con ella hasta lograr su total entrega. 

Lo maravilloso de las cotorras es que no solamente son bellísimas por donde se las mire, sino que además pueden llegar a ser tan fascinantemente cautivadoras como fuertes, capaces de arrastrar hasta un carro de bueyes si se lo proponen.

Los ejemplos sobre la dedicación afectiva a los animales son incontables. Se hallan aquellos a quienes les encantan los cerdos y cuantos más cerdos mejor, y a los que por el contrario, no les gusta la carne de chancho. 

Podemos encontrar además, aquellos que llegan a amar a sus cabras hasta límites insospechados -como en los inhóspitos y solitarios senderos del campo, donde las cosechas, una vez que acabaron dieron paso a la paja seca desparramada por el sembradío-; también a quienes viven rodeados de gatos, sin cuyas compañías se les haría imposible la existencia -sobre todo nocturna-, y hasta incluso grandes y desenfadados adoradores del ganso (tantos éstos últimos, que ni se imaginan y no son moco de pavo).


En fin, que cada uno entienda lo que quiera y elija lo que más le convenga, pero no caben dudas que para la gran mayoría, no hay nada como una buena perra!

H.D.M.

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