sábado, 30 de abril de 2016

Funciones de teatro "A beneficio"

Pocas cosas tan loables como hacer beneficencia.  Ayudar a pintar una escuela, o refaccionar una capilla, a construir una salita de primeros auxilios, a los inundados, etc., etc.
Cada vez que –por citar un ejemplo- la “TIA” (Teatro Independiente de Arteaga) me plantea la posibilidad de hacer alguna función a beneficio, no lo dudo en absoluto y les doy mi total y desinteresada autorización. Este grupo que desde hace más de 5 años hacen mis comedias, siempre me consulta –uno de los pocos que lo hacen- previamente.
Muchísimas son las agrupaciones teatrales que apoyadas por las comunidades, municipios, distintos estamentos gubernamentales, entidades y todo tipo de instituciones que se proponen hacer una obra de teatro a beneficio de algo, es indudablemente loable.  Salvo por una condición: LA HIPOCRESÍA que muchas veces las envuelve.
Se pide la colaboración del público para que aporte con la compra de su boleto, para adquirir la pintura y así pintar la escuelita, pero no se le pide a la empresa de pintura que done el material. Porque si así sería, no haría falta recaudar los fondos.  Se cobra entrada en el teatro para comprar los materiales para refaccionar la capilla, pero tampoco se le solicita a la empresa que los entregue gratuitamente y así podríamos citar innumerables casos (con sus excepciones, que las hay, de empresas que sí han colaborado, no una, sino muchas veces).
Pero entonces dónde reside la HIPOCRESÍA mencionada?  En que cada uno de los que llevan a cabo esa función a beneficio, obtiene finalmente un mínimo reconocimiento (Entre los que menos reciben está el aplauso en caso de los actores) o del rédito político, en caso de los estamentos oficiales, municipalidades, secretarías de cultura, etc. del que sabrán beneficiarse también, promocionando en su momento el haber llevado a cabo semejante esfuerzo “a beneficio” y así conseguir más votos.
Si los políticos, secretarios de cultura, intendentes, gobernadores, etc. quieren realmente hacer algo a beneficio, “desinteresadamente”, entonces que no figuren que lo están haciendo.  Que vayan a buscar todo lo que se necesita y lo donen, pero desde el más absoluto silencio.  Eso es beneficencia.  Porque de lo contrario están usufructuando un rédito que no les corresponde más que por ser “intermediarios”.
El único que no solo no recibe ningún reconocimiento ni rédito, sino que es el único que pierde (con muchos argumentos que aseveran esta afirmación), es el autor de la obra.
A nadie se le ocurriría ir a una carpintería, tomar unos cientos de listones de madera y llevárselos para restaurar la escuelita.  No.  De ninguna manera.  Porque eso sería robar.  Primero –y como corresponde- se consultaría al propietario de la carpintería si estaría dispuesto a donar los materiales, no?
Con los autores teatrales no pasa lo mismo.  Y la pregunta es: ¿Por qué? ¿Por qué no se respeta su trabajo como se respeta el de un carpintero, un pintor, un médico, un abogado, etc.  ¿Por qué no todos respetan a un autor, como lo hace la agrupación TIA?
Toman sus obras, hacen los beneficios que quieren, reciben sus réditos, (algunos políticos, otros de simple reconocimiento verbal, no faltan los que reciben “algún dinerillo por el esfuerzo”, y tampoco escasean los que anuncian un espectáculo “a beneficio de…” y resulta que apenas se dona un porcentaje mínimo de lo recaudado, porque hay que pagar la sala, la promoción, etc. quienes no participaron de la “beneficencia”) y al autor “si te he visto, no me acuerdo”. Doblemente doloroso, ya que además han utilizado su obra, su creación, sin la menor consulta previa (como si se hubiesen llevado los listones de madera, sin permiso.  Exactamente igual).
Basta de hipocresía.  El que quiere hacer “beneficencia” que la haga con su bolsillo, no con el de los demás.   Y si se proponen hacerlo “realmente a beneficio” al menos, tengan la deferencia de preguntarle al autor si está dispuesto a participar desde su posición.
Estoy convencido que la gran mayoría de los autores participaremos, como lo hemos hecho siempre. Siempre estamos dispuestos a colaborar con el corazón, cuando las cosas tienen también el mismo objetivo, sin hipocresías.  Desde el silencio y la humildad.  Hasta que descubrimos que un puñado de incapaces, de personas y hasta de políticos sin escrúpulos se lleva el rédito del esfuerzo ajeno.
Ese día tienen en nosotros otro enemigo.  Porque una cosa es ser buenos, y otra que nos tomen por “buenudos”.
Tal vez llegue el día en que habrá más respeto y consideración por el trabajo de los demás.
Y quizás, si realmente llega ese día, significará que tampoco harán más falta las “beneficencias”.
H.D.M.



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