Desde mediados del siglo pasado
hasta la actualidad, nos han inculcado que el color rosa debe ser asociado con
las mujeres y el celeste con los varones.
Si bien muchos de esos clichés -afortunadamente- están siendo
abandonados,todavía hay mucha gente que así lo piensan, y para muestra -dice el
refrán- “basta con un botón”.
Si usted toma a un bebé varón de
algunos meses de edad, lo viste de rosa y lo coloca dentro de un cochecito
también de color rosa… quien lo observe luego por la calle, ¿Qué pensará? ¿Qué
allí lleva un varón? No. Definitivamente
pensarán que se trata de una beba, ya que nos han condicionado a pensar así,
asociando el rosa con las nenas y el celeste con los varones.
Resultaría realmente imposible
detallar cuántas cosas cotidianamente no han inculcado, en un sinfín de
temas.
Nos han dicho, por ejemplo, que el
amor duele. Falso. El amor es regocijo, placer y entrega, y eso nunca puede
doler. Si duele, no era precisamente
amor. Podría ser pertenencia, obsesión y/o encuadrarse dentro de otras
características, pero no en el amor verdadero.
Díganle a una madre que el amor duele. El amor de una madre por su hijo,
es la emoción más pura y eterna que existe.
Puede sentir zozobra, miedo y hasta angustia por los devenires de la
suerte que pueda estar corriendo, pero recién sentirá dolor si le arrebatan la
vida.
Pero además del tema del amor, cuántas
otras cosas nos han inculcado, casi sin saberlo, en muchos casos en materia
económica, de política, etc, ya que no alcanzaría la memoria de la computadora
para detallarlas.
Lo cierto es que siempre, en cada
tema, hemos sido condicionados a pensar de una manera específica, respondiendo
a intereses que -casi siempre- desconocemos.
Volviendo al tema de la asociación
de colores con los sexos, vale la pena aclarar que esto no siempre fue así.
Antiguamente, desde antes del siglo
XVI hasta el XIX, los chicos eran vestidos con una especia de miniaturas de los
ropajes que utilizaban los adultos, muchas veces usaban fajas hasta los cinco
años, y luego a partir de esa edad más o menos, comenzaban a vestirse con unos
vestidos largos hasta el piso, parecidos a las túnicas que usaban los mayores.
Recién a fines del siglo XIX,
Federico Fröebel, -un filósofo y pedagogo alemán, creador de la educación
preescolar, llamado "el pedagogo del Romanticismo"-, fue quien en
1840 acuñó el término “Kindergarten” o “jardín de infantes” para este sistema
de enseñanza fundado en el juego y en el Instituto de actividad que él había
fundado en 1837 en Bad Blankenburg, para los párvulos o niños pequeños.
La gran visión de Friedrich Fröebel
fue reconocer la importancia de la actividad del niño en sus procesos
cognitivos de aprendizaje. Introdujo el concepto de "trabajo libre"
(Freiarbeit) en la pedagogía y estableció el "juego" como la forma
típica que la vida tiene en la infancia, por lo que también vale la pena educar
en el juego y mediante el juego; los niños hacen jugando cosas que nunca harían
de forma impuesta y autoritaria. Las actividades en su jardín de infancia
incluían cantar, bailar, jardinería, y sobre todo, jugar.
Entre tantas innovaciones en el
mundo de la enseñanza infantil, también propuso que los niños no deberían
vestirse como los adultos, sino sentirse realmente libres, sin los complicados
e imprácticos pantalones a botones. Fue
por ello que a partir de entonces comenzó a ponerse de moda el uso de vestidos,
tanto para las nenas como para los varones.
Claro ejemplo de esto, se advierte
en ésta foto de 1884.
Difícil será adivinar de quién se
trata, si no lo conoce.
No solo desconcierta el color blanco,
sino también el vestido, que por aquel entonces eran muy comunes, tanto para
mujeres como para varones, y por supuesto también el peinado.
El personaje en cuestión contaba en
el momento de la foto, con dos años y medio de edad.
Si no logró adivinarlo, se los
cuento… No se trata de una nena, sino de un varón y que cuando llegó a adulto
se convirtió, nada menos que en el trigésimo segundo presidente de los Estados
Unidos - Franklin Delano Roosevelt-
Usted se preguntará, entonces…¿A
partir de cuándo comenzó esta historia del rosa y el celeste?
Hasta la segunda guerra mundial,
generalmente la utilización de los colores era totalmente a la inversa, el
color rosa para los varones y el celeste para las mujeres, porque se asociaba
este color a la pureza, la amabilidad, la delicadeza y por el contrario, el
rosa, era asignado a los varones ya que pertenecía a la gama de los rojos que
connotaban energía, pasión, fortaleza.
Esto no es tan casual como muchos
pueden llegar a creer, ya que a través de la historia, el color celeste y el
azul se han asociado al cielo y su pureza, y por ende a la mujer.
Ignoro si ya lo habrán notado, pero
vale la pena mencionar que la enorme mayoría de las imágenes, cuadros,
pinturas, grabados, estatuas etc, que existen sobre la Virgen María, son casi
siempre con una túnica azul o celeste.
Estas son sólo algunos ejemplos de
los tantos que hay, y se hace bastante difícil encontrar alguna que no lleva el
color celeste asociado con ella, de una forma o de otra.
Cuando comienza la segunda guerra
mundial, era costumbre en Alemania, -tal cual se hacía de hacía mucho tiempo
atrás- el uso del color rosa para los varones y el celeste para las mujeres.
Pero todo cambió a partir de los
nefastos y atroces campos de concentración.
Las primeras víctimas de la
persecución en la Alemania nazi fueron, entre otros, los detractores políticos,
especialmente comunistas, socialdemócratas y sindicalistas. Los testigos de
Jehová se negaban a formar parte del ejército nacional o jurar obediencia a
Adolf Hitler, y por eso también fueron perseguidos. Los nazis hostigaron a los
hombres homosexuales alemanes, cuya orientación sexual consideraban un
obstáculo para la expansión de la población alemana. A los homosexuales
“habituales” los encarcelaban en prisiones; a muchos de ellos los remitieron a
campos de concentración después de que completaran su condena.
La ideología racial de los nazis
denigraba principalmente a los judíos, pero también difundía odio hacia los
romaníes (gitanos) y los negros. Los nazis veían a los judíos como enemigos
raciales y los sometían a arresto arbitrario, reclusión y asesinato. A los
romaníes también los individualizaban y los perseguían debido a sus
antecedentes raciales. Los nazis consideraban inferiores a los polacos y otros
eslavos, y los elegían para subyugarlos, obligarlos a realizar trabajos
forzados y a veces matarlos. Los prisioneros judíos recibían el peor de los
tratos en los campos de concentración nazis.
Pero.., ¿Qué tiene que ver esto con
el tema de los colores y el sexo?
El ejército nazi, conjuntamente con
la “SS”, crearon un sistema de identificación en los campos de concentración a
través de triángulos de colores, para que
-sobre todo- la “SS” lograse identificarlos inmediatamente.
Después de 1939 y con ciertas
variaciones en cada campo, se identificaron fácilmente las categorías de
prisioneros con un sistema de marcas que combinaba un triángulo de color
invertido con letras.
A partir de 1938, se adjudicó a los
judíos de los campos, una estrella amarilla que se les cosía a sus uniformes de
prisión (una distorsión del símbolo de la estrella de David judía).
A los criminales se los marcaba con
triángulos invertidos de color verde, a los prisioneros políticos con rojo, a
los “asociales” (incluidos romaníes, rebeldes, vagabundos y otros grupos) con
negro o, en el caso de los romaníes en algunos campos, marrón. A los testigos de Jehová, con unos de color
púrpura. La categoría “asocial” era, quizás, la más variada, e incluía a las
prostitutas, los vagabundos, los asesinos, los ladrones, las lesbianas y
aquellos que violaban las leyes que prohibían las relaciones sexuales entre
arios y judíos. Si bien el triángulo marrón era utilizado en ciertas
circunstancias para los gitanos, estos eran obligados con más frecuencia a
utilizar el triángulo negro que los incluía en la categoría de “asociales”.
A los prisioneros no alemanes se los
identificaba con la primera letra del nombre de su país natal en alemán, la
cual se cosía en su distintivo. Los dos triángulos que formaban el distintivo
de la estrella judía eran amarillos, a menos que se incluyera al prisionero
judío en alguna de las otras categorías de prisioneros. A los prisioneros
políticos judíos, por ejemplo, se los identificaba con un triángulo amarillo
debajo de un triángulo rojo.
Los nazis exigían a los judíos que
usaran la estrella de David amarilla no solo en los campos, sino también en
todos los territorios de Europa que ellos ocupaban, y finalmente, a los
homosexuales se los identificaba con triángulos rosas.
Cuando en la sociedad alemana se
empezó a comentar la tipología que hacía el partido nazi sobre los colores,
comenzaron a cambiar la moda, vistiendo a sus niños de azul (para asociarlos
con algunos uniformes del ejército) y a las nenas de rosa, ya que por los
homosexuales, era asociado a la “femineidad”, y luego los siguieron todos los
países que se encontraban bajo la ocupación alemana, temerosos que sus hijos
–por vestir de rosa- sean acusados por la SS de homosexuales.
A partir de allí -y mal que nos pese
su origen- se siguió asociando el celeste para los varones y el rosa para las
mujeres, pero a Dios gracias, cada vez menos.
Aunque lamentablemente, la
persecución y discriminación de homosexuales, judíos y negros se sigue
manteniendo.
Parece que todavía nos falta mucho
por aprender como sociedad.
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