ETIMOLOGÍA DE FRASES MUY NUESTRAS
“De sangre azul”
Siempre se creyó que esta frase
correspondía al hecho que a partir del siglo VIII d.C. y durante casi 5 siglos,
los moros gobernaron grandes territorios de la Europa meridional incluyendo
España, en donde los españoles de tez clara y moros de tez oscura se mezclaron
dando origen a españoles de tez morena.
No obstante, ciertos aristócratas
españoles no se asociaron con los moros sino que se les permitió vivir sin ser
molestados en las montañas de Castilla donde evitaron exponerse al sol para
conservar su tez blanca y mantenerse a parte de los invasores extranjeros.
Como consecuencia su piel se tornó
muy pálida en donde las venas se traslucían de un color azul intenso. Por eso
se les llamaba a los castellanos de clase alta como los de sangre azul. Cuando
los ingleses se enteraron de ello, decidieron aplicar el mismo término a su
propia aristocracia.
Pero en realidad esa referencia a la
sangre real y el color con el que se traslucen las venas no deja de ser un mito
provocado por un error de traducción o - mejor dicho-, una interpretación
errónea de unos antiguos textos del historiador romano Cornelio Tácito (vivió
entre los siglos I y II d.C.) realizadas por humanistas españoles a inicios del
siglo XVII.
Resulta que, tal y como explicó hace
ya varias décadas, el célebre lingüista de origen rumano, Eugen Coșeriu, los
mencionados humanistas cometieron un error a la hora de interpretar unos textos
del historiador latino en los que cuando se refería a emperadores y reyes de su
época lo hacía utilizando la expresión ‘caelesti sanguine (ortam)’ (‘nacido de
sangre celestial’), debido a que se aludía a la procedencia divina y celestial
(del cielo) de aquellos descendientes y del mismo linaje que Cayo Octavio
Turino, más conocido como ‘Augusto’ (primer emperador romano y a quien se le
‘divinizó’).
Fue precisamente ese término
‘calaesti’ (celestial) el que llevó a confusión en el siglo XVII y se
transformó de la noche a la mañana en ‘celeste’ (azul claro, cuya denominación
proviene precisamente de eso: el color del cielo). No tardó en difundirse, ya
en castellano, el término ‘sangre celeste’ en lugar de ‘sangre celestial’, por
lo que con los años esa referencia al celeste pasó a ser denominada azul y, de
ahí, al término ‘sangre azul’.
El uso popular de esta nueva
locución, ayudada de interpretaciones confusas de la misma y que iban variando
con el tiempo debido a la transmisión oral de una generación a otra es lo que
hizo que hoy en día esté tan extendida la errónea explicación de la sangre azul
de los miembros de las familias reales y el color de sus venas por no haber
tomado el sol, en lugar de aludir a la procedencia divina y celestial que,
originalmente, explicó Cornelio Tácito en su obra ‘Ab Excessu divi Augusti
Historiarum Libri’ (Libros de historias desde la muerte del divino Augusto), la
cual comprendía en una treintena de libros la historia generacional desde
Augusto (siglo I a.C.) hasta Tito Flavio Domiciano (siglo I d.C.).
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