Los peligros del populismo, la
demagogia, la ignorancia y, en general, la avaricia, son señaladas por la
filosofía desde antes del año 400 a.C.
Sócrates (el llamado padre de la
filosofía) estaba a favor y al mismo tiempo en contra de muchos defectos de la
democracia.
No es ningún secreto que la
democracia, directa, indirecta, con o sin parlamento, tiene muchos, pero muchos
puntos débiles. Y los antiguos griegos, -es decir, sus creadores como sistema
político-, se dieron cuenta de ello, en especial los "fundadores" del
pensamiento occidental, Sócrates y Platón.
Como es bien sabido, Sócrates no
dejó ningún texto para la posteridad pues creía que la filosofía solamente
podía ser ejercida y mostrada a través del diálogo, por lo que todo lo que se
conoce de él es a través de sus discípulos, principalmente Platón.
Platón a través de la boca de
Sócrates escribió los diálogos, que si bien en un primer momento remitían a una
reproducción de lo que dijo su maestro, con el tiempo, evidentemente, se
convirtieron en exposiciones de su propia filosofía. Sin embargo, un tema
constante a través de todos los diálogos siempre fue un radical escepticismo
frente al sistema de gobierno imperante en Atenas, la ciudad estado en la que
ambos vivieron.
Sócrates fue el pensador que jamás
escribió una línea, uno de los padres de la filosofía, o sea, del amor al
conocimiento. Él que se decía el más sabio por reconocer que nada sabía en
realidad, impartía su doctrina entre los jóvenes de la ciudad y, como ya
resulta obvio, para algunos atenienses hacía años que se había convertido en un
problema.
Le acusaron de impiedad, de
corromper a los jóvenes y de ir contra las leyes.
En «Apología de Sócrates», su
discípulo Platón, al que le debemos que le diera voz en sus escritos, recrea el
juicio, del que fue testigo. El filósofo se defendía de extraña manera
aludiendo a su condición de hombre más sabio que el resto –según el oráculo de
Delfos -consultado por Querefon-, la respuesta fue que no había otro más sabio
que él–. ¿Soberbia? En absoluto: «Razonaba conmigo mismo y me decía: yo soy más
sabio que este hombre. Puede muy bien suceder que ni él ni yo sepamos nada de
lo que es bello y de lo que es bueno; pero hay esta diferencia: que él cree
saberlo aunque no sepa nada y yo, no sabiendo nada, creo no saber. Me parece,
pues, que en esto yo -aunque poco más-, era más sabio porque no creía saber lo
que no sabía». De ésta y otras acusaciones se defendió en vano el hombre que
nada tenía, salvo algunos discípulos fieles.-fue soldado y senador, pero abandonó
sus negocios personales por dedicarse al bien de la ciudad, lo que le valió no
pocas discusiones con su mujer-. Una de las anécdotas más recogidas en los
siglos posteriores fue que después de una fuerte discusión, Jantipa le vació un
recipiente con orina en la cabeza de Sócrates; sin perder la calma, Sócrates
comentó que “los truenos acaban en lluvia.”
Analizando un poco se puede llegar a
la conclusión que Sócrates nunca se opuso a la democracia sino a su
degeneración demagógica, encarnada en aquellos aristócratas inescrupulosos que,
habiendo sido sus discípulos, torcieron el sentido de su enseñanza para buscar
el éxito usando al pueblo como instrumento de su ambición (¿Les suena
conocido?)
Sócrates decía, que “solo aquellos
que habían pensado y analizado de forma crítica y objetiva el proceso
electoral, que contaran con las capacidades intelectuales de estudiar a la
sociedad y a los candidatos, son quienes podían ejercer el derecho al voto”.
Si esto no se cumple, pasaría lo que
se conoce como “demagogia”, que es una estrategia política que utiliza los
miedos y las necesidades del público para manipularlos y obtener sus votos para
llegar al mandato, aun sin tener las capacidades para ello. (Les suena más conocido
todavía, no?)
Dicho por sus propias palabras
(según Platón y Aristóteles):
-“Si tuvieras que emprender un viaje
en barco por el medio del océano, ¿Quién te gustaría que eligiera al líder del
barco? ¿Todos los de la tripulación y los pasajeros, o únicamente los más
educados sobre navegación e inteligentes?”
-Los más preparados para tomar la
decisión, obviamente. Los que han sido educados.-
-“Entonces, ¿Por qué seguimos
pensando que todos tienen la potestad de elegir los líderes de un país?”
Algunos –de poca capacidad analítica
o siguiendo preceptos partidistas e intereses personales- declaman que esto es
autoritarismo, fascismo, gorilismo, sectarismo y muchos “ismos” más, tratando
de (como de costumbre) agredir y desprestigiar a quien piensa distinto para
descalificarlo y escapando a todo intercambio de ideas para no dejar en
evidencia su verdadera falta de argumentos, ya que, -según dicen- ello se contrapone
a la voluntad popular.
Tienen razón, pero tan sólo en
cierta medida, ya que lo que Sócrates en definitiva planteaba era que todo el pueblo
debía ser “culturalizado” para poder votar luego a sus dirigentes. Pero claro
está, que hay algunos gobernantes a los que dicha “culturalización” no les
conviene.
“Si ves un hambriento no le des un
pescado. Enséñale a pescar” Pero la
realidad es que a muchos de esos mismos gobernantes les conviene dar el pescado
para que así sigan dependiendo de esa dádiva y no enseñarles a pescar, ya que de
lo contrario, no dependerán más de ellos para comer (el famoso “clientelismo
político”).
-“Imaginen una elección, -también
decía Sócrates- en la que un candidato sea muy similar a un doctor -en metodología
y trato- y el otro sea igual de carismático, simpático y elocuente que un vendedor
de dulces, entonces el vendedor de dulces, hará creer al público que el doctor
es malo porque sus prácticas -que si bien son por la salud- son dolorosas. ¿El doctor se podrá defender? No, es por esto
que ganará el vendedor de dulces, manipulando las necesidades y los miedos del
pueblo.”
(Cualquier parecido con la
actualidad no me parece mera coincidencia)
En resumidas cuentas: Sócrates creía
que la democracia debía estar sujeta a algunas características fundamentales
para que pudiera ser efectiva. La preparación académica y la inteligencia de
los votantes, resultaba ser la característica fundamental de toda votación,
para que el futuro de una nación, estuviera en manos únicamente de aquellos que
tuvieran el raciocinio suficiente como para elegir “objetivamente y no
subjetivamente”. Por sapiencia y conocimiento, y no por dádivas, regalos o
intereses personales.
No creía en absoluto en las
dictaduras, sino únicamente en que “los votantes debían ser capacitados
intelectualmente para votar.”
Fue acusado en el 399 a. C. de
introducir nuevos dioses y corromper la moral de la juventud, alejándola de los
principios de la democracia. Por el contrario, Sócrates se manifestó devoto de
los dioses, y no pretendía introducir nuevas deidades.
Aunque la causa de fondo para llevar
a un juicio a Sócrates -según Jenofonte-, fue que este abrió sus puertas como
discípulo a Critias, quien integró el cuerpo político-militar espartano
denominado los Treinta Tiranos, quienes se hicieron con el poder en Atenas tras
la guerra del Peloponeso, y sometieron a la ciudad a una terrible matanza y
vaciamiento económico (por el lapso de un año). Posiblemente, esto también haya
sido imperdonable.
Fue entonces juzgado (según el alegato
de los acusadores) por “corromper a la juventud con sus enseñanzas” (sobre todo
las referentes a la democracia), y en una decisión muy “democrática”, por voto
de la mayoría, fue condenado a muerte (muy ajustada por cierto. Por una
diferencia de 6 votos.
De 556 votos, por la absolución de
la condena a muerte votaron 275; y por la condena votaron 281. ... El resultado
fue por mayoría de votos la condena a muerte de Sócrates.
Pudiendo huir, optó por defenderse
con su arma única y específica: la razón y la deliberación.
Prefirió padecer la injusticia a
cometerla.
"Jamás había intentado socavar
la democracia, en realidad, había tratado de darle la fe que le faltaba".
Esa fe no era otra que la búsqueda desinteresada de la verdad y el permanente
ejercicio de la crítica, no como potestad de un líder iluminado u omnisciente
ni de un demagogo sagaz, sino de la ciudad entera.
Finalmente Sócrates ingirió cicuta y
murió a los pocos minutos, defendiendo y aceptando su muerte por decisión de la
democracia, a la que tanto criticó hasta exhalar su último suspiro. Se podría
decir, que a pesar de tener razón, a Sócrates lo mató el populismo y la ignorancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario