Brasil albergó a entre 1.500 y 2.000
criminales de guerra, Chile recibió a entre 500 y 1000 y otras naciones con
cifras menores como Paraguay, Bolivia y Ecuador, que viajaron allí tras haber
arribado a Argentina.
Tras la caída del Tercer Reich,
miles de nazis huyeron a través de las “ratlines”.
Este nombre en inglés (líneas de
ratas), es el apodo que se le dio a las rutas clandestinas que usaron muchos
nazis para escapar de Europa después de la Segunda Guerra Mundial.
De hecho, muchos en español las
llaman "rutas de las ratas".
Pero aunque ese término podría
resultar apropiado para imaginar la huida de miles de fugitivos de la justicia,
entre ellos algunos de los mayores criminales de guerra de la historia, en
realidad ratline no tiene que ver con ratas, sino con barcos.
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En la jerga náutica, así se llama a
los pequeños trozos de cuerda colocados de forma horizontal que sirven como
peldaños de escalera, para poder subir por el mástil (en español se las conoce
como flechaste).
En el pasado, escalar el mástil
usando estas cuerdas era el último y desesperado recurso que tenía un marinero
para evitar ahogarse si su barco se hundía.
Por ese motivo, ratline se convirtió
en un sinónimo de "última vía de escape".
Para muchos jerarcas nazis que
buscaban huir de las manos Aliadas después de la caída de la Alemania de Adolf
Hitler, en 1945, esa "última vía de escape" se dio en la forma de un
viaje transatlántico por barco, por lo cual el origen náutico de la palabra
ratline resultó ser irónicamente adecuada.
Pero estas "rutas de las
ratas" no fueron escapes improvisados de fugitivos desesperados. Fueron
trayectos planificados y organizados por personas de poder, dedicadas a
proteger a prófugos no solo alemanes sino también croatas, eslovacos y
austríacos.
Y no hubieran tenido éxito sin la
colaboración, a veces involuntaria, de dos de las instituciones internacionales
más asociadas con la ayuda humanitaria: la Iglesia católica y la Cruz Roja.
Tres rutas, un destino
Las tres ratlines más utilizadas
eran vías que atravesaban distintos países europeos con un solo fin: llegar
hasta un puerto y allí escapar en barco.
La llamada "ruta nórdica"
pasaba por Dinamarca con destino a Suecia, donde se embarcaba.
La "ruta ibérica" era
coordinada por colaboradores nazis que vivían en España y utilizaba puertos
como los de Galicia, presuntamente con el visto bueno del general Franco.
Pero se cree que hasta el 90% de los
nazis que huyeron de Europa continental lo hicieron a través de Italia, el
principal aliado de Alemania durante la guerra.
Aunque algunos escaparon hacia Reino
Unido, Canadá, Estados Unidos, Australia y Medio Oriente, la gran mayoría huyó
a Sudamérica.
Y en ese continente hubo un país que
atrajo a más fugitivos nazis que ningún otro: Argentina.
El gobierno de Perón permitió el
ingreso de miles de prófugos nazis.
Documentos secretos nazis revelados
en 2012 por las autoridades alemanas indicaron que unos 9.000 militares y
colaboradores del Tercer Reich huyeron a América del Sur tras la guerra. De ellos, unos 5.000 se quedaron en
Argentina, el lugar al que el famoso "cazador de nazis" Simon
Wiesenthal llamaba el "Cabo de Última Esperanza" para los nacionalsocialistas.
Por qué Argentina
Muchos atribuyen la elección de
Argentina como país de destino a la abierta simpatía que mantenía Perón (quien
llegó a la presidencia en 1946), con el Tercer Reich.
Pero el periodista argentino Uki
Goñi, una de las personas que más investigó la llegada de criminales nazis a su
país, asegura que el vínculo entre Argentina y la Alemania de Hitler era
anterior a la llegada al poder de Perón.
Según Goñi, ya desde 1943 había un
acuerdo secreto entre lasSchutzstaffel, las fuerzas de seguridad alemanas, más
conocidas como SS, y el servicio secreto de la marina argentina.
El acuerdo consistía en que
Argentina le daba documentos de ese país a agentes secretos de las SS para que
se puedan mover libremente por Sudamérica, donde operaban una gran red de
espionaje.
A cambio, el país latinoamericano
recibía información confidencial sobre sus vecinos.
En un libro que publicó en 2002,
donde describe en detalle la "fuga nazi a la Argentina", Goñi señala
que después de que Alemania perdió la guerra, los argentinos mantuvieron el
acuerdo de cooperación y siguieron dándoles documentación falsa a agentes
nazis, solo que entonces ya era con la intención de rescatarlos.
El libro de Goñi se titula "La
auténtica Odessa", en referencia al acrónimo con el que se conoció al
principal grupo que habría planificado las ratlines: la Organisation der
ehemaligen SS-Angehörigen u organización de exmiembros de las SS.
Esta organización saltó a la fama
gracias a una obra de ficción basada en algunos hechos reales: la novela de
suspenso The Odessa File ("El expediente Odessa) de Frederick Forsyth,
publicada en 1972.
En ese thriller, Odessa aparece como
una organización nazi internacional establecida antes de la derrota de Alemania
con el propósito de proteger a los exmiembros de las SS después de la guerra.
El libro plantea que, tras lograr
ese fin, los exnazis agrupados en Odessa planeaban eliminar el Estado de
Israel.
Hoy en día, muchos historiadores
cuestionan la existencia de una red de la magnitud y el poder que supuestamente
tuvo Odessa.
"La 'ruta de las ratas' no fue
un plan estructurado, sino que consistió de muchos componentes
individuales", le dijo a la cadena alemana Deutsche Welle (DW) el
historiador Daniel Stahl, del Departamento de Historia Moderna y Contemporánea
de la Universidad Friedrich Schiller.
Bill Niven, profesor de Historia
Contemporánea Alemana en la Universidad Nottingham Trent (Inglaterra),
coincide: "No hay evidencia convincente de que tal organización (Odessa)
existiera", escribió en marzo pasado en el sitio BBC History Extra.
"Probablemente había grupos
nazis más pequeños, en gran medida independientes, que operaban para asegurar
el escape (de criminales de guerra)", explicó.
Otto Skorzeny, famoso por haber
rescatado a Benito Mussolini tras su arresto en Italia, organizó una de las
ratlines.
"Uno de estos grupos, según se
dice, fue 'La araña', que involucró a líder de la unidad de asalto de las SS
Otto Skorzeny, famoso por rescatar al dictador italiano Benito Mussolini del
encarcelamiento en la región Gran Sasso, en el sur de Italia, en 1943"
Niven resaltó que no fueron solo
nazis los que coordinaron las ratlines, sino también las fuerzas de
inteligencia de Estados Unidos y Reino Unido, que ayudaron a escapar a sus
informantes nazis, y a decenas de científicos alemanes, para que colaboraran
con ellos en su lucha contra el comunismo.
"La ruta vaticana"
Fue este temor a una invasión
soviética de Europa y a que se impusiera el comunismo tras la Segunda Guerra
Mundial lo que habría llevado a lo que muchos consideran el aspecto más
escandaloso detrás de las ratlines:el papel fundamental que jugó la Iglesia
católica en el escape de los fugitivos nazis a Sudamérica.
La llamada "ruta
vaticana", vía Roma y Génova, fue la más utilizada por los nazis que
huyeron del continente europeo.
También se la conoce como "la
ruta de los monasterios", ya que la huida, a través de los Alpes a Italia,
incluía paradas en monasterios en Tirol del Sur, Merano y Bolzano.
Algunos de los prófugos permanecieron
en estos lugares por años, muchas veces alojados al lado de las víctimas de sus
delitos, en particular judíos en viaje hacia la región de Palestina.
Para llegar hasta Sudamérica, los
fugitivos debían pasar primero por Roma, donde recibían documentos de identidad
falsos de la Comisión de Refugiados del Vaticano o, en algunos casos,
directamente de manos de altos cleros de la Iglesia católica.
El paso final era el pasaporte que
recibían del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que les permitía viajar
utilizando su nueva identidad.
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Los pasaportes de la Cruz Roja, con
nombres falsos, usados por Josef Mengele, Klaus Barbie y Adolf Eichmann.
Abrumados por los millones de
refugiados que dejó la guerra, la Cruz Roja dependía de las referencias del
Vaticano a la hora de entregar sus pasaportes y el organismo ha reconocido que
no logró evitar que algunos criminales de guerra se aprovecharan del caos para
huir sin ser detectados.
Entre quienes pudieron escaparse a
Sudamérica con pasaportes de la Cruz Roja -con nombres falsos-, estuvieron
algunos de los máximos jerarcas nazis como Josef Mengele, Klaus Barbie, Franz
Stangl, Walter Rauff y Adolf Eichmann.
Algunos, como Mengele, que falleció
en Brasil, y Rauff, que murió en Chile, lograron evadir la justicia toda su
vida. Pero otros fueron detenidos y extraditados años más tarde.
El caso más famoso fue el del
llamado "arquitecto del Holocausto", Eichmann, quien fue capturado en
Buenos Aires en 1960 por la agencia de inteligencia israelí, el Mossad, y
trasladado a Jerusalén, donde fue juzgado, condenado y ejecutado.
Complicidad
Los historiadores aún hoy siguen
debatiendo sobre si la complicidad de la Iglesia católica con los nazis fue
institucional o si se trató de casos aislados dentro del Vaticano.
En su libro Ratlines, publicado
1991, los autores Mark Aarons y John Loftus sostienen que el primer sacerdote
que se dedicó a planificar ratlines para los nazis fue el obispo austríaco
Alois Hudal.
Hudal residía en Roma, donde era
rector de un colegio austríaco-alemán, y en 1937 había escrito un libro,
"Los fundamentos del nacional-socialismo", en el que elogiaba a
Hitler.
Algunos incluso lo han acusado de
ser un informante de la inteligencia alemana.
La ratline que organizó el obispo
austríaco desde la sede del Vaticano fue la que permitió la fuga de varios de
los prófugos de más alto perfil del nazismo, incluyendo a Eichmann, Mengele y
Eduard Roschmann, el llamado "carnicero de Riga".
Muchos fugitivos nazis obtuvieron su
documentación falsa con ayuda del Vaticano, aunque aún se investiga cuánto
sabía la Iglesia católica.
Franz Stangl, quien había sido
comandante del campo de exterminio de Treblinka, le contó a la periodista Gitta
Sereny, tras su captura, que Hudal no solo le entregó papeles falsos sino que
también le consiguió alojamiento en Roma mientras esperaba sus documentos.
Otro sacerdote que se hizo famoso
por organizar ratlines desde Roma fue el bosnio-croata Krunoslav Draganovic,
quien ayudó a escapar a los cabecillas de la organización nacionalista croata
Ustacha, aliada del nazismo.
El fundador del movimiento, Ante
Pavelić, fue uno de los muchos prófugos que terminaron en Argentina.
En su libro, Uki Goñi detaca el rol
que tuvo el cardenal argentino Antonio Caggiano en la llegada de nazis a ese
país.
Cuenta que por orden del gobierno de
Perón, Caggiano se reunió en 1946 en el Vaticano con su par francés Eugène
Tisserant a quien le informó que Argentina estaría dispuesta a recibir a los
franceses que colaboraron con el nazismo.
Así, dice Goñi, fue que comenzó el
contrabando de criminales de guerra al país sudamericano.
Pío XII
Más allá de la participación de
algunos miembros de la Iglesia, lo que se preguntan muchos es cuánto sabía el
Papa Pío XII sobre las ratlines.
El Pontífice, quien asumió meses
antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, ha sido acusado de hacer la
vista gorda ante el asesinato sistemático de judíos, por su silencio durante el
Holocausto.
Documentos desclasificados este año
por el Vaticano podrían revelar cuánto sabía Pío XII sobre las ratlines.
Si bien en 1998 el Vaticano se
disculpó públicamente por su inacción durante el régimen nazi, hasta ahora
siempre ha defendido el papel de Pío XII.
Pero el verdadero veredicto sobre la
responsabilidad del Papa podría llegar pronto.
En marzo pasado, el actual líder de
la Iglesia, el papa Francisco, de origen argentino, autorizó que se abran todos
los archivos del mandato de Pío XII.
Uno de los que revisará los cientos
de miles de documentos será el historiador eclesiástico alemán Hubert Wolf.
Wolf le dijo a la cadena DW que,
aunque podría tardar años, finalmente se sabrá si Pío XII "dio
instrucciones directas" de ayudar a escapar a los prófugos nazis con el
fin de "combatir el peligro comunista".
O si "el Papa no sabía de la
ayuda concreta y algunas personas de su entorno se aprovecharon de eso".
(Veronica Smink)
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