En el sur de Italia y parte de
Argentina es popular un baile frenético de origen napolitano llamado la
tarantella. Este está ligado al tarantismo, un fenómeno por el que alguien
mordido por una tarántula (Lycosa tarantula) desarrolla un comportamiento
histérico que termina en un baile. Lo curioso es que la tarántula es
inofensiva, pero desde, al menos, la edad media, se aplica el baile como
tratamiento contra la picadura del arácnido.
Se creía que esta
"enfermedad", típica de días calurosos, provocaba vómitos, temblores,
risa, llantos, palidez y un dolor inminente que precedía al fallecimiento.
Movidos por el miedo a una muerte inminente y para combatir la pereza, síntoma
característico de esta supuesta patología, muchos eran llevados a la iglesia de
la Galatina a bailar. Durante las fiestas de San Pedro y San Pablo el 29 de
junio, era un lugar típico para estos arrebatos de baile, con grupos en trance
y gritando movidos por acordes musicales concretos que luego llegaron a formar
parte de la tarantella.
El erudito y escritor italiano
Francesco Cancellieri hizo un exhaustivo, aunque no del todo riguroso, tratado
donde plasmaba las observaciones literarias, semi-científicas y populares,
tanto antiguas como contemporáneas. En él habla de un doctor en Nápoles, que en
agosto de 1693, ante seis testigos y un notario, se dejó morder por dos
tarántulas sin sufrir ningún síntoma. Dado que era una enfermedad se daba predominantemente
en los Abruzos, Apulia y Calabria, atribuyó el origen de la enfermedad tanto a
la araña como a la población local.
Athanasius Kircher (1643) y Giorgio
Baglivi (1696) describieron todo tipo de comportamientos extravagantes de los
afectados, desde colgarse boca abajo de un árbol como una araña a tirarse a los
pozos. El tarantado, como llamaban a los enfermos, imitaba los movimientos de
la araña, considerándose una "posesión identificatoria" en la que el
animal habitaba temporalmente el cuerpo del afectado.
Sin embargo, el tarantismo traspasó
fronteras y llegó a España. En un caso sucedido en 1787 en el Hospital General
de Madrid, un joven de 14 años ingresó convulso y delirante en junio, no salió
hasta septiembre, cuando, tras aplicarle sangrías, enemas, dietas y alcanfor
sin éxito, probaron con música, consiguiendo que se moviese regularmente
durante semanas. El efecto de la música y el baile perduró al menos un mes,
mezclando, como solía pasar, placer con tristeza durante este. Este caso se popularizó
por todo el país al venderse un fascículo con la historia y una descripción de
la tarántula.
Según explicaba en 1787, Francisco
Xavier Cid, académico de la Real Academia Médica Matritense, para la curación,
la sangre debía moverse al mismo ritmo que el veneno de la tarántula. Además se
aseguró que tanto el tarantado como la tarántula bailaban al mismo son,
afectados por los mismos estímulos.
Una diferencia entre el tarantismo
español y el italiano fue la implicación de la religión. La iglesia en España
era escéptica con el tarantismo, En los pueblos, cuando alguien era picado,
todos lo veían como una oportunidad de fiesta excepto los curas y beatas. No
obstante, la iglesia iglesia tampoco condenaba el hecho. Probablemente esto
propició que fuera común que todos los veranos hubiera una nueva víctima del
arácnido. Este suceso rompía la monotonía de la vida campesina y permitía
olvidarse de las preocupaciones.
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