Chasqui es una palabra derivada del
quechua que significa correo o persona de relevo. Estos jóvenes corredores eran
considerados los mensajeros personales del Inca, y se desplazaban rápidamente
por la red de caminos del Imperio para entregar mensajes o cualquier tipo de
artículo.
En palabras del Inca Garcilaso de la
Vega, escritor, historiador y cronista peruano: "Chasqui llamaban a los
correos que había puestos por los caminos para llevar con brevedad los mandatos
del rey, y traer las nuevas y avisos que por sus reinos y provincias, lejos o
cerca, hubiese de importancia. Los llamaron chasqui, que quiere decir trocar, o
dar y tomar, que es lo mismo, porque trocaban, daban y tomaban de uno en otro,
los recaudos que llevaban. No les llamaron cacha, que quiere decir mensajeros,
porque este nombre lo daban al embajador o mensajero propio que personalmente
iba del un príncipe a otro, o del señor al súbito".
UN VASTO IMPERIO
El Imperio inca, también conocido
como Tahuantinsuyo, controlaba un vasto territorio, perfectamente organizado,
que abarcaba desde Colombia hasta Chile, extendiéndose un total de 40.000
kilómetros. Había dos caminos principales que unían el Imperio: uno que
discurría por la sierra, que iba desde el sur de Colombia pasando por la
capital, Cuzco, hasta Chile y Argentina, y el otro serpenteaba por la costa del
Pacífico que llegaba al sur del continente y subía hasta Cuzco por Arequipa.
Los caminos eran esenciales para el
tráfico de personas, el transporte de alimentos y para los viajes del ejército, y asimismo eran fundamentales como
vía de comunicación e información. Los incas aprovecharon los caminos
construidos por culturas anteriores y los adaptaron para crear el complejo y
sofisticado sistema que hoy conocemos.
Los caminos, denominados Qhapac Ñan,
conectaban los cuatro suyus o regiones imperiales. Las calzadas unían a la
población de estas áreas, y a medida que el Imperio se iba expandiendo, las
rutas trajeron consigo seguridad, productos y servicios a sus habitantes,
quienes, a su vez, pagaban al Inca con su propio trabajo. Esta reciprocidad se
conoce como ayni. El acto de pagar al Imperio también se ejercía a través de un
impuesto basado en el trabajo: la mit’a, mediante la cual las personas estaban
obligadas a construir caminos, edificios, realizar labores textiles y alfarería
y cultivar la tierra. A cambio de estos servicios al Estado, la población tenía
acceso a una gran variedad de productos, alimentos y materias primas.
CAMINOS CENTENARIOS
Los obreros incas adosaban piedras a
los caminos con una técnica muy resistente llamada "pirca", lo que
hizo que estas vías perduraran a través de los siglos y hayan llegado hasta
nuestros días.
Se construyeron muros de contención
para evitar que éstos fueran bloqueados por posibles avalanchas y también se
incorporaron sistemas de drenaje. En las calzadas que discurrían por zonas
desérticas, se construyeron canales al borde de los caminos para que los
viajeros pudieran beber, y se sembraron árboles frutales para que pudieran
comer y cobijarse del ardiente sol.
En las zonas costeras junto al
desierto, donde el viento cubría con arena los caminos, se colocaron postes de
señalización para evitar que éstos desaparecieran.
En las calzadas que discurrían por
zonas desérticas, se construyeron canales al borde de los caminos para que los
viajeros pudieran beber.
Las calzadas eran de uso
exclusivamente oficial y eran recorridas a diario por un colectivo muy
particular: los chasquis, unos corredores, normalmente hombres jóvenes y en
buena forma física, escogidos especialmente para esta ocupación, que corrían
distancias cortas siendo los encargados de entregar mensajes oficiales y a
veces pequeños paquetes a lo largo de todo el Imperio. Había dos maneras de
llevar un mensaje. Una era a través de los llamados quipus, que consistían en
una serie de cuerdas de colores anudadas donde se registraban distintos datos
oficiales que se querían comunicar: muertes, nacimientos, etcétera. Las cuerdas
eran de diferentes colores y se trenzaban con varias clases de nudos que
indicaban cantidades. Investigaciones recientes apuntan a que el color y la
colocación de los nudos podría haber significado frases además de cifras.
La
otra forma de comunicación era de viva voz. Calzados con unas ojotas
(sandalias), cada chasqui llevaba consigo una trompeta de concha llamada
pututu, que hacía sonar para alertar al siguiente corredor de que se estaba
acercando. Los chasquis se entrenaban también para tener una excelente memoria.
El mensaje se memorizaba repitiéndolo varias veces en voz alta mientras dos
chasquis, el que transmitía el mensaje y el que lo memorizaba, corrían juntos
un tramo hasta que el segundo lograba memorizarlo. Estos corredores tenían la
obligación de guardar el secreto, ya que la infracción por obstaculizar a otro
chasqui, violar el secreto del mensaje o dar una noticia falsa era la muerte.
LOS ESPAÑOLES, IMPRESIONADOS
Los corredores eran seleccionados a
través de la mit’a y comenzaban a entrenar a muy temprana edad bajo estrictas
condiciones. Su trabajo era considerado tan importante que estaban exentos de
realizar otras mit’a, tales como cultivar la tierra o la minería. Un corredor
viajaba entre 10 y 15 kilómetros hasta que llegaba a un tambo, un pequeño
albergue donde otro chasqui le estaba esperando para relevarle y correr hasta
la siguiente posta. Se han llegado a contar más de mil de estos
establecimientos. Los tambo se abastecían de los productos agrícolas que cada
chasqui estaba obligado a traer de su región de origen. Con esto, cada chasqui
pagaba su alojamiento y contribuía a mantener las despensas del tambo con una
buena provisión de alimentos. A veces los chasqui cargaban mercancías especiales
para la realeza inca, como pescado fresco o mullu, una variedad de ostra
espinosa, en una mochila de mimbre llamada cuévano.
Un corredor viajaba entre 10 y 15 km
hasta que llegaba a un tambo, un albergue donde otro chasqui le estaba
esperando para relevarle y correr hasta la siguiente posta.
Con este sistema de comunicación,
vital para el mantenimiento del Imperio, 25 corredores podían cubrir 240
kilómetros en un día y podían viajar la distancia entre Quito y Cuzco,
alrededor de 2.000 kilómetros, en una semana. Los españoles quedaron tan
impresionados con la eficiencia de este sistema, que los chasquis permanecieron
activos durante el Virreinato del Perú. Pedro Cieza de León, cronista español,
escribió: "Los incas inventaron un sistema de postas que era lo mejor que
se pudiera pensar o imaginar… Las noticias no podrían haber sido transmitidas a
través de una mayor velocidad que con los caballos más veloces".
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