Después del gran incendio que
devastó Roma el año 64 d.C., el emperador Nerón decidió construirse una
suntuosa villa entre las colinas del Palatino y el Esquilino.
Dicha villa,
conocida como Domus Aurea por la hoja de oro que recubría las paredes, fue
vaciada de todos sus materiales preciosos después de la muerte del emperador y
sus terrenos fueron reutilizados para otros fines. En un intento de ganarse al
pueblo de Roma, el emperador Vespasiano hizo vaciar el lago de la villa para
construir el gran anfiteatro que hoy conocemos como el Coliseo.
Este no era, sin embargo, su nombre
original: oficialmente se llama Anfiteatro Flavio en honor a la familia de
Vespasiano, los Flavios. El nombre de Coliseo deriva de una gigantesca estatua
de bronce que decoraba los jardines de Nerón, conocida como el Coloso del Sol,
que se conservó cuando esta pasó a ser un espacio público. El emperador Adriano
la hizo mover desde la Domus Aurea hasta el anfiteatro, un traslado para el que
se necesitaron 24 elefantes.
UNA ENORME ESTATUA DE 37 METROS
La estatua originalmente
representaba al propio Nerón y fue construida en los últimos años de vida del
emperador, al mismo tiempo que la Domus Aurea. Según Plinio el Viejo, medía
unos 37 metros y se alzaba sobre un pedestal de mármol, llegando
aproximadamente a un 75% de la altura del propio anfiteatro. Posteriormente su
rostro fue modificado y se le añadió una corona para asimilarlo a Sol, la
personificación del astro rey: de ahí su nombre, ya que recordaba al Coloso de
Rodas, una de las siete maravillas del mundo antiguo.
La estatua fue destruida
probablemente en algún momento entre el final del Imperio Romano de Occidente y
la invasión lombarda del siglo VI, bien a causa de los saqueos o para
reutilizar el bronce del que estaba construida, aunque su mención en algunas
fuentes puede sugerir que todavía sobrevivió por un tiempo más: el monje Beda
el Venerable, que vivió entre los siglos VII y VIII, escribió “mientras el
Coloso resista, Roma resistirá, cuando el Coloso caiga, Roma caerá, cuando Roma
caiga, el mundo también lo hará”. Para el año mil es seguro que había
desaparecido, pero su recuerdo perduraba y dio nombre al anfiteatro junto al
que una vez se alzaba.
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