Así es.
Aunque les parezca extraño, Shakespeare nunca escribió ningún monólogo en sus
obras.
Todos fueron "soliloquios", que aunque parezca una cuestión
meramente semántica, para los teatreros esa sutil diferencia, adquiere una
relevancia suprema.
En casi
todas mis comedias y en varios momentos en algunas de ellas, he utilizado al
escribirlas, los llamados “apartes”, “monólogos” o “soliloquios” y por varios
motivos. En primer lugar porque aunque haya algunos autores que menosprecian en
el teatro moderno estas formas dramáticas, estoy convencido que no solo son
convenientes e importantes -si bien no siempre, sí lo son en determinadas
oportunidades-, sino que además, si pretendemos de alguna forma plasmar en
escena lo que ocurre en nuestra habitual actividad, las reacciones o lo que
simplemente hace la gente en su vida real, no podemos bajo ningún concepto
desterrar los apartes, monólogos o soliloquios, ya que solemos utilizarlos
constantemente –muchas veces sin tomar conciencia de ello- en nuestro quehacer
diario (en lo que me incluyo plenamente).
Cada vez
que nos encontramos solos con nuestros pensamientos, cada vez que logramos
apartarnos de la realidad que nos rodea y nos incomoda, molesta, enoja o
simplemente algo o alguien nos hace felices, solemos hablar con nosotros mismos
en voz alta y eso no es más que lo que he intentado en mis comedias, trasladar
al escenario.
Como dije
alguna vez en una nota periodística: "Los personajes reales, creíbles y
cotidianos, son universales."
Vale la
pena aclarar que cada uno de estos ítems (apartes, monólogos y soliloquios)
tienen su importancia y una característica particular.
El aparte,
es una variante del monólogo. Se trata de una intervención verbal de uno o
varios personajes cuya peculiaridad es la de apartarse del juego dramático que
se está desarrollando. En él, el personaje habla consigo mismo, pero parece que
se dirige hacia el espectador. Se supone que su objetivo es exponer los
secretos íntimos del personaje, pero también puede expresar superficialidades
de sí mismo o de otros personajes, como asimismo puede hacerlo con otro
personaje alejándose del resto.
Es generalmente un comentario o explicación
sobre la acción.
El aparte puede estar o no marcado en el texto, ya que por
ejemplo, en el teatro clásico no se marcaban, sino que se suponían.
El teatro
realista de los siglos XIX y XX optó en gran medida por prescindir de este tipo
de recursos, pero otros distintos autores (como es mi caso) no han dudado en
utilizarlo.
Existen dos tipos muy claros de apartes: el aparte monológico y el
aparte polilógico. El primero es el que se emparenta con el soliloquio y el
monólogo, ya que lo realiza un solo personaje, haciendo una aclaración,
pensando en voz alta, reflexionando, etc. pero siempre como si estuviera
hablando consigo mismo, muy brevemente y sin ser escuchado más que por el
público. Y el polilógico obviamente es el que llevan a cabo dos o más
personajes, dejando en evidencia también para el público que el resto de los
personajes no los escuchan y por lo general, ambos de corta duración. La forma
en que se debe decir un aparte es exclusiva decisión del director,
compatibilizada con las posibilidades del actor en cuestión y puede decirlo
hacia el público, hablar mientras realiza una acción, etc.
El monólogo
por su parte, es un recurso utilizado en todos los géneros literarios y puede
encontrarse tanto en poesía, cuento, periodismo, ensayo, teatro, como en las
novelas.
En la escena unipersonal es el género dramático en el que un personaje
reflexiona en voz alta expresando sus pensamientos, ideas y emociones al
público, relata hechos y/o consecuencias, interactúa con ellos,saca conclusiones
en voz alta, etc.
Sirve para caracterizar a los personajes y por tanto (y aquí
viene lo importante), posee un gran valor psicológico, al ser una herramienta
de introspección.
Como
dijimos antes, los monólogos surgen a cada instante en nuestra vida.
En nuestras
caminatas, en la soledad del baño, en el dormitorio y en cuanto viaje
realicemos, dialogamos con nosotros mismos para poder dilucidar los misterios
que nos ofrece el día a día, planear estrategias, discusiones, las posibles
respuestas que recibiremos, etc. e iremos reaccionando y hablando en voz alta
en consecuencia como si estuviésemos vivenciando ese preciso momento. Más allá
de los muy mentados monólogos de famosos personajes, teatralmente suele ser
utilizado en diversas formas de estudio, de exámenes, de promoción personal y
hasta de espectáculo propiamente dicho.
El
soliloquio en cambio, aunque posee características similares, se diferencia del
monólogo en aspectos fundamentales.
Varias son las tendencias teóricas y
académicas al respecto, Si bien muchos los igualan sosteniendo que son
sinónimos, yo estoy convencido que esto no es así y doy una referencia al
respecto que me mueve a aseverarlo.
Hasta la
irrupción de Anton Chejov en la escena dramática a fines del siglo XIX y
principios del XX, no se planteaban líneas de pensamientos de los personajes de
la obra, ni subtextos o intencionalidades en lo que decían, sin que estuviera
explícitamente escrito.
Todo era
aclarado, explicado y hasta relatado de forma contundente y clara al público,
por cada personaje en cuestión. Hasta tal punto esto ocurría, que en esos
mismos textos no existían las pausas, como las conocemos actualmente, ya que no
había lugar a la previa reflexión, y cuya eclosión debemos también a Chejov.
Los personajes entonces decían cómo se sentían, qué hacían y sobre todo
relataban y explicaban qué era lo que iban a hacer de aquí en más, sin dar
ningún lugar a equívocos ni presunciones. Todo era dicho en esos
"soliloquios". No se dejaba nada librado a la imaginación del
espectador. El personaje "debía" explicar todo.
Es así que los
famosos mal llamados “monólogos” de Ricardo III o del mismo Hamlet, como muchos
otros desde la antigüedad en las grandes tragedias de Esquilo, Sófocles y
Eurípides, hasta finales del 1800, no son más que “soliloquios” en donde de
forma unipersonal, cada uno de los personajes en cuestión aclaraban sus
movimientos, su forma de pensar y sus futuras acciones, como una necesidad
vital de expresarle al público lo que ocurrió, ocurre u ocurrirá de allí en
más.
Si bien esto parecería un monólogo, éste último está embebido de un
sinnúmero de supuestas intencionalidades o subtextos emocionales que hasta la
aparición de Chejov nunca existieron, y que recién cuando Constantín
Stanislavsky abordó los textos del gran dramaturgo ruso, comenzaron a descubrirse e indagarse.
Por lo
tanto, bien se puede afirmar que la aparición del monólogo, tal y cual lo
conocemos hoy en día, también se lo debemos (entre muchas otras cosas) al inmortal Chejov.
Hoy en día,
muchos realizan esos soliloquios de Shakespeare, como si fueran monólogos, con
pausas, intencionalidades de distintas líneas de pensamientos, etc., y ello
corre por cuenta exclusiva del director. Pero no fue así como las escribió el
gran dramaturgo inglés.
Así como en
el arte nadie puede ser cuestionado por su subjetividad, tampoco está demás
conocer determinadas cosas, para que cuando subamos a un escenario, los actores
sepamos exactamente qué, cómo, por qué y cuándo diremos cada parlamento.
H.D.M.
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