Mientras la representación
transcurre en Canadá, el público está sentado en Estados Unidos!!!
Desde luego, la frontera entre ambos
países es la más larga del mundo, contando con 8.893 kilómetros, no obstante,
la parte más interesante entre ambas, es la Biblioteca Haskell, donde la
frontera pasa al medio de ella, siendo marcada por una línea divisora de color
negro, que establece límites legales muy definidos.
La entrada de esta biblioteca se
encuentra en Estados Unidos, mientras que la salida de emergencias le pertenece
a Canadá, también la biblioteca posee un teatro, en el cual su atractivo es que
está dividida entre ambos países, así mientras se presencia un espectáculo que
tiene su función en Canadá, el público se encuentra sentado en Estados Unidos.
La Haskell resulta ser una
biblioteca como ninguna otra.
Se ubica entre dos naciones, al
punto que se puede poner un pie en Estados Unidos y el otro en Canadá sin salir
del edificio.
La línea negra que corre a lo largo
del piso (una tira de cinta adhesiva) marca la frontera internacional: separa
las ciudades de Derby Line, en Vermont, EEUU de Stanstead, en Quebec, Canadá,
pero claro, sin controles fronterizos...
La puerta de entrada, los tableros
de anuncios de la comunidad y los libros para niños están en Estados Unidos; el
resto de la sala de la colección y la sala de lectura se encuentran en Canadá.
La cinta parece desgastada y no es
de extrañar: es la fuente de atención de la biblioteca en todo momento.
No pasa una hora, según Nancy
Rumery, directora de la institución, en que los visitantes no posen para una
foto con la línea.
Últimamente, Rummer ha notado algo
aún más extraño: algunos visitantes se paralizan antes de cruzar la raya negra,
como si hubieran sido detenidos por un campo de fuerza invisible.
Todo se debe, explica, a un rumor en
internet que afirma que es ilegal cruzar la línea.
Pero lo cierto es que la biblioteca
disfruta de su papel como zona de libre comercio para los humanos, un respiro
de una frontera que, si bien no es exactamente la zona desmilitarizada de las
dos Coreas, ya no es el sitio tranquilo que solía ser hasta hace unos años.
"Se supone que las líneas en un
mapa son algo que nos separan, que nos dividen. Pero eso es lo que hace que
Haskell sea un lugar tan espectacular. Sí, el límite pasa por el medio, pero
une a la gente", afirma el canadiense Hal Newman.
Él es el exdirector de la contigua
Haskell Opera House, que también se extiende a ambos lados de la frontera.
La ópera también está dividida por
la frontera entre los dos países.
Es otro lugar inconcebible: el
escenario está en Canadá, pero la mayoría de los asientos se encuentran en Estados
Unidos.
De hecho, la frontera atraviesa
algunos de esos asientos, lo que hace de Haskell "la única casa de ópera
del mundo en la que puedes tener una mejilla a ambos lados de la
frontera", añade Newman.
Pero ¿cómo fue esto posible?
En realidad, detrás de estas
extrañas construcciones no hay un accidente de cálculo fronterizo.
La familia Haskell construyó a
propósito la biblioteca y la ópera a lo largo de la frontera hace más de un
siglo para promover la interacción y la amistad transfronterizas.
Gestionar una empresa binacional es
"absolutamente complejo", explica Rumery, quien, aunque es
canadiense, usa "nosotros" cuando se refiere a a los nacionales de su
país y a los de estadounidenses.
Existen tasas de cambio
internacionales (la biblioteca acepta ambas monedas); hay dos conjuntos de
reglas de seguridad diferentes y salir a almorzar requiere cruzar una frontera
internacional.
Y Rumery debe negociar no solo con
los lectores que buscan la última novela de Stephen King, sino también con la
Real Policía Montada de Canadá y con agentes de la Seguridad Nacional de
Estados Unidos o de la Comisión Internacional de Límites.
La biblioteca es más que una
curiosidad geográfica: en esta era de tensión geopolítica y de nuevos muros, es
un recordatorio de que las fronteras son ficciones creadas por humanos y que
pueden ser tan reales y amenazantes como elijamos hacerlas.
El gran cambio en este soñoliento
cruce fronterizo se produjo después de los ataques del 11 de septiembre de
2001.
Las calles que atravesaban el cruce
entre los dos países estaban cerradas al tráfico. Unas macetas gigantes se
instalaron frente a la biblioteca para impedir el paso.
Hasta hace uno años, los residentes
de la zona podían cruzar la frontera sin grandes esfuerzos.
Actualmente, un vehículo del
Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos se encuentra fuera de la
entrada de la biblioteca las 24 horas del día.
Pero esto no impide que muchas
personas separadas por la frontera hagan arreglos para encontrarse en la
biblioteca y se abracen entre las copias de Philip Roth y Robertson Davies.
Entre los residentes persiste una
tensión de nostalgia fronteriza. En el pasado, podías cruzar el límite entre
los dos países sin esfuerzo.
Después del 11 de septiembre de 2001
se recrudecieron los controles migratorios entre los dos países.
En el pasado, los agentes de aduanas
sabían tu nombre y te saludaban con una sonrisa
"Solía tener tantos amigos
canadienses como estadounidenses", recuerda Buzzy Roy, el farmacéutico de
Brown's Drug Store en Derby Line, "no pensabas en ellos como canadienses o
estadounidenses. Eran solo amigos. En nuestras mentes, la frontera no
existía".
Hoy en día, las dos ciudades aún
comparten un sistema de agua; pero, aparte de buenos recuerdos, no hay mucho
más.
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