Sí, y la da el antropólogo Marvin
Harris en su libro "Vacas, cerdos, guerras y brujas" —aunque la
explicación en sí es de Michael Harner.
Harner descubrió que antes de los
famosos aquelarres las brujas —y brujos— se untaban con ciertos ungüentos
psicotrópicos hechos con hierbas —cicuta, hierba mora, beleño, belladona y/o
mandrágora—. Estos ungüentos, comprobó Harner, producen visiones, sensaciones
intensamente placenteras y la ilusión de volar, especialmente si se frotan en
partes sensibles del organismo, como, por ejemplo, los labios vaginales.
De allí que muchas brujas usaran el
palo de una escoba para administrarse el ungüento por vía vaginal. Todos hemos
usado una escoba como "caballito", por lo que no es extraño que se
usase como "corcel para viajar al aquelarre". Además, no hay que
olvidar la relación erótica-masturbatoria que algunas veces puede existir entre el cabalgar y las
mujeres.
O sea, es bastante plausible que las
brujas untaran el palo de una escoba con el ungüento y cabalgaran hacia el
aquelarre frotando sus vaginas contra la sustancia que las hacía
"volar".
En el caso de los brujos esta
explicación pareciera complicarse un poco más, pero también el ano y los
genitales masculinos son lo suficientemente sensibles como para absorber un
unguento que, en realidad, hace efecto untado en casi todo el cuerpo.
(No faltó el caso de algún brujo picarón, que que nunca más le encontraron el palo de escoba)
(No faltó el caso de algún brujo picarón, que que nunca más le encontraron el palo de escoba)
Como puede verse, un ejemplo más de
la relación del chamanismo con las drogas, en este caso sumando un implemento
doméstico y un costado masturbatorio al asunto.
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