En nuestro
idioma conservamos vestigios culturales antiguos que en ocasiones chocan con
nuestros usos actuales. Por ejemplo, la voz antigua br (bre/ber), que designaba
a la luna, persiste todavía hoy en la denominación de nuestros meses.
Así, a la
octava luna del año la seguimos denominando octava-ber (octu-bre), a la novena
luna, novena-ber (noviem-bre), y diciem-bre a la décima luna/ber -igual que en
inglés, por cierto: octo-ber, novem-ber, decem-ber. Es por ello también que
febrero [fe-bre(ro)] nos recuerda con su nombre que era éste el último mes del
año lunar -y es por ser antiguamente el último mes del año lunar que aún hoy
seguimos ajustando en febrero los días de años bisiestos.
Y no por
casualidad conservamos también en castellano una sutil dulcificación del nombre
original dado a la primera luna del año. Aunque el nombre "marzo" del
antiguo primer mes lunar no tenga que ver con la luna y sí con Marte, sí
nombramos en cambio a la estación del año que se inicia en marzo como la
prima-ber, la primera luna: la prima-ver(a).
Con
respecto a los numerales once, doce, trece, catorce y quince (también
"sece", dieciséis), ocurre algo parecido; se trata de un vestigio
cultural de cuando en vez de denominar los números como decenas+unidades
("diez-y-uno") lo hacíamos al revés ("undiez").
Y es que
hace tiempo, en vez de diez decíamos "deze" en hispano. Y al combinar
dos números, "deze" queda en "-ze". Así es que undiez,
undeze, se decía unze, y de ahí once. Y dosdiez, dosdeze, lo decíamos dosze, y
de ahí doce.
un-ze ->
once ("undiez")
dos-ze
-> doce ("dosdiez")
tres-ze
-> trece ("tresdiez")
catro-ze
-> catorce ("cuatrodiez")
cinco-ze
-> quince ("cincodiez")
seis-ze
-> sece ("seisdiez")
* El
francés, y también el alemán entre muchos otros, conserva este orden inverso en
su forma de nombrar los números (unidad+decena). Por ejemplo, 13
("tres-diez"):
FR trei-ze
(ES tre-ce)
DL dre-zehn
(EN thir-teen)
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