Prólogo
Debido
a que son tantos los ensayos, tratados, investigaciones, teorías, métodos y
formas que han sido expuestas y publicadas por otros tantísimos autores, en
relación al teatro en sí, a la actuación y todo lo relacionado con el arte
dramático, me percaté que en forma
inversamente proporcional es lo que se encuentra publicado sobre las
comedias y más específicamente sobre las
de enredos, que no alcanzan un porcentaje que logre acercársele mínimamente a
cualquier otro género.
Importante
es destacar que si bien es cierto que hay unos cuantos libros que tratan el
tema y que resultan ser muy interesantes y esclarecedores al respecto, siempre
es positivo intentar contribuir con otro
pequeño granito de arena y explicar de manera lo más escueta y sintéticamente
posible, cómo ha transcurrido mi experiencia en la materia, con el ánimo que al
menos, le resulte interesante a quienes de una u otra manera han tenido
acercamiento a mis textos.
Lo
que uno sabe o lo que pudo haber aprendido a través de la experiencia obtenida
por tantos fracasos y algún que otro éxito
a lo largo de varios años en esta carrera, de nada sirve si no se tiene en
quien volcarlos a modo de simples
sugerencias, con el objeto de evitar que se reiteren inútiles errores o al
menos, que se tomen conciencia a qué se debieron y cuáles fueron sus
consecuencias.
El
éxito no es más que el frágil momento que transcurre desde los aplausos hasta
el silencio total de la soledad. Al
contrario del fracaso que se erige indiscutible y a toda hora como el gran
maestro del arte.
Nunca
está de más equivocarse, porque justamente allí se encuentra una de las bases
del aprendizaje y de nada serviría impedirlo, pero contando la propia
experiencia, se puede contribuir a que se sepa en qué consistió la
equivocación, mostrando alunas técnicas que pueden ayudar a esclarecerlo y por
otra parte, colaborar a que esas equivocaciones no sean tan perjudiciales para
la carrera de quienes se internan en este maravilloso mundo de las comedias.
Lo
aclaro ahora y lo repetiré en varias ocasiones, no me considero idóneo para
decirle a nadie lo que debe o tiene que hacer al momento de enfrentarse con el
desafío de poner una comedia sobre el escenario, por un lado porque creo que lo
máximo que se puede hacer por un artista, es mostrarle algunas técnicas y
procedimientos que han resultado útiles a otros determinados artistas y los
porqué de cada uno de ellos, pero de ninguna manera condicionarlos o exigirles
que las sigan al pie de la letra, porque el arte en sí mismo es caótico y
absolutamente libertino para la creación.
Todo
aquel que se interne en el disoluto, licencioso y anárquico torbellino del arte, debe tener muy en claro
que se encuentra absolutamente solo y depende exclusivamente de sí mismo, de
sus sensaciones, de sus experiencias, de su criterio y su creatividad para
comenzar, y que todas aquellas técnicas, consejos y sugerencias plasmadas en
todo tipo de libros, ensayos y manuales, no servirán más que como si fuesen una
tenue luz de una vela para alumbrar aquella montaña que se pretende escalar. Pero cada uno de los pasos, las formas, los
tiempos y las direcciones a seguir, dependen exclusivamente del artista que se
encamina.
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